Vengo a lamentarme ante vosotros, a contaros una reflexión que me aflige, y es que el leviatán ha inventado un arma para terminar de aniquilar los hipotálamos de sus sosegados súbditos.
Me refiero a aquellos ciudadanos ejemplares que han renunciado por completo a su capacidad de discernimiento, alienando su inteligencia y su capacidad de juicio en aras de una ansiada sociedad perfecta.
Voy a explicarme por medio de un pequeño ejemplo, a mi parecer muy gráfico, como son los semáforos para peatones.
El semáforo de peatones es un arma letal de destrucción de la libertad, un insulto a la inteligencia de los conductores, una falta de respeto a la mayoría de edad de las personas.
Comprendo y asumo que mis afirmaciones causen cierto revuelo, pero creo que hay que hacer un breve ejercicio de ficción para entenderlas.
Imaginad que circuláis por el desierto de los Monegros, por alguna carretera nacional, a las, pongamos, 4 de la tarde, en un día nublado, con buena iluminación, en el que la visibilidad es perfecta y no hay riesgo de deslumbramiento. Tenemos ante nuestro parabrisas una eviterna carretera, perfectamente recta, que nos lleva durante kilómetros y kilómetros a la costa Brava y, de repente, en medio de esta situación, encontramos una suerte de rectas de trazo grueso paralelas a la carretera, y un semáforo que se pone en rojo, para permitir el paso a los inexistentes viandantes.
¿Qué haces? ¿Vas a quedarte parado, por si acaso cruza un canguro en monociclo, o una zarigüeya con patines? ¿O harás uso de tu preciosa capacidad de juicio y, considerando que no entrañas riesgo para nadie con tu actuación, seguirás tu periplo por las carreteras aragonesas?
Pues, amigo, si tomas esa decisión absolutamente imprudente, y sin ningún tipo de respeto por la vida de los demás, puedes tener la mala suerte de que haya una cámara de la Dirección General de Tráfico que grabe tus movimientos, y tengas que afrontar el pago de una multa de 600€ y la pérdida de seis puntos del carné de conducir.
Si en lugar de estar en los Monegros estás en Madrid, un 15 de Agosto a la misma hora, y sales del túnel de Plaza de Castilla en dirección a Atocha, puedes correr la misma suerte cuando, al ver el semáforo rojo para permitir el paso de los peatones, y observar que no hay ningún peatón para cruzar, decidas continuar tu camino.
Hemos renunciado, como decía, a nuestra capacidad de discernir lo que está bien de lo que está mal, subordinando nuestra conciencia, la voz de Dios en nuestro interior, a una luz naranja que parpadea a 2 metros y medio de altura.
Hemos permitido que el estado del terror supla nuestra inteligencia con métodos de dominación de las economías domésticas que recuerdan más al Sheriff de Nottingham que al ideal de gobierno que buscamos.