Periodistas y medios del Opus defienden a Francisco calumniando a Viganò.

Sin pruebas y contra los juicios positivos en su dia sobre su labor de limpieza y rigor de Viganó, tanto Juan Vicente Boo, miembro del Opus Dei, como Rome Reports, iniciativa íntimamente ligada a la prelatura, atacan sin piedad al arzobispo que ha roto el silencio sobre el encubrimiento.

Primero Juan Vicente Boó y después Rome Reports han descalificado el testimonio de Viganò con un ejercicio de falacia ad hominem cuyo contenido además está por probar: aseguran sin lugar a dudas y sin aportar pruebas, que Viganò ordenó destruir pruebas de una investigación en el caso de los abusos –o al menos relaciones non sanctas- de un obispo americano. Todo cuando todavía era nuncio, en 2016.

Parece que, si es por defender al Papa, se puede acusar a la gente sin fundamento, sin comprobar las fuentes, sin ofrecer a la otra parte la posibilidad de comentar la noticia o de ofrecer su versión. En fin, una chapuza profesional que lleva a una injusticia inaceptable, y resulta en el engaño de lectores y televidentes.

El caso es que Viganò ha salido al paso de las acusaciones de estos medios y de otros –se han repetido en medios de todo el mundo- con una declaración en la que niega terminantemente los hechos de los que se le acusa, ofrece una explicación alternativa, nombra a testigos, y señala dónde pueden encontrarse los documentos que demuestran su versión.

Es importante conocer al personaje para interpretar lo que dice. Y nadie es perfecto. Pero el papel de los periodistas es investigar la verdad de los hechos relatados por Viganò, como ha pedido el Presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, el cardinal DiNardo. No el character killing. Los periodistas católicos no somos un departamento de prensa de la Santa Sede. Menos aún sus matones.

Parece mentira que personas y organizaciones inspiradas por San Josemaría Escrivá, hayan olvidado la experiencia del santo y sus enseñanzas al respecto en una memorable homilía (“Hacia la santidad”):

“El seguidor de Cristo experimenta en su carne que, quienes habrían de amarle, se comportan con él de una manera que va de la desconfianza a la hostilidad, de la sospecha al odio. Le miran con recelo, como a mentiroso, porque no creen que pueda haber relación personal con Dios, vida interior; en cambio, con el ateo y con el indiferente, díscolos y desvergonzados de ordinario, se llenan de amabilidad y de comprensión.

Y quizá el Señor permite que su discípulo se vea atacado con el arma, que nunca es honrosa para el que la empuña, de las injurias personales; con el uso de lugares comunes, fruto tendencioso y delictuoso de una propaganda masiva y mentirosa: porque, estar dotados de buen gusto y de mesura, no es cosa de todos.

Quienes sostienen una teología incierta y una moral relajada, sin frenos; quienes practican según su capricho personal una liturgia dudosa, con una disciplina de hippies y un gobierno irresponsable, no es extraño que propaguen contra los que sólo hablan de Jesucristo, celotipias, sospechas, falsas denuncias, ofensas, maltratamientos, humillaciones, dicerías y vejaciones de todo género.

Así esculpe Jesús las almas de los suyos, sin dejar de darles interiormente serenidad y gozo, porque entienden muy bien que —con cien mentiras juntas— los demonios no son capaces de hacer una verdad: y graba en sus vidas el convencimiento de que sólo se encontrarán cómodos, cuando se decidan a no serlo.”

Pero los malos somos los de Infovaticana…