«… EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD»

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«… EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD»

(Lc 2,14 y en el Gloria de la Misa)

Las palabras finales del himno de los ángeles han sido una verdadera crux interpretum,·»tortura de los traductores». Y siguen siéndolo. Tras la Misa del Gallo de este año, algunos -un par de personas- me han manifestado su extrañeza. En la lectura del «evangelio» habían escuchado «Gloria a Dios en el Cielo y en la Tierra paz a los hombres de buena voluntad»; en el Gloria de la Misa: «…paz a los hombres que ama el Señor». ¿Por qué esta doble versión? ¿Cuál de las dos traducciones es correcta, o lo son ambas, o ninguna de las dos?

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  1. «…A LOS HOMBRES QUE AMA EL SEÑOR»

En las normas orientadoras de la primera traducción oficial de los textos litúrgicos al español, promulgada por la Conferencia Española, se prefiere la traducción «libre» a la «literal». Pero la literal es uno de los primeros pasos de la traducción. En cambio, la traducción, si es libre, no es un paso, sino un traspiés. La verdadera traducción no debe ser literal ni libre, sino «fiel» a la lengua (morfología, sintaxis, estilística) del texto traducido (la griega y ls latina en este caso), así como a la idiosincrasia de la lengua a la cual se traduce (la española).

Pero la traducción: «a los hombres que ama el Señor» no es fiel ni a la una ni a la otra. No es fiel al español porque, a diferencia del francés: les hommes qu´ il aime (Misel romain…, Paris, 1969 -1974-), tratándose de seres animados, el acusativo o complemento directo -como regla general- va precedido de la preposición «a». Por eso, «los hombres a quienes Dios ama» sería menos incorrecto. Así se lee en el Misal romano…, aprobado por la Conferencia Episcopal de Colombia (Bogotá 1982).

«Aprovechando el craso error de los traductores, los creyentes sencillamente han dado la vuelta a la frase y dicen: «que aman al Señor», con lo cual nos dan tácitamente su opinión intuitiva sobre el problema gramatical» (Manuel Fernández Galiano, Las lenguas clásicas en la liturgia en AA. VV., Las lenguas clásicas en la cultura, la enseñanza y la liturgia, Madrid 1973, 60-62). Todavía hoy, en algunos pueblos de la provincia de Burgos, la gente sencilla, heredera de los forjadores del castellano, siguen manifestando la «opinión intuitiva», de la que habla el eminente filólogo clásico Fernández Galiano.

Tampoco es fiel al original latino, como se verá, pues nada en él respalda semejante «interpretación», que es lo que es, de ningún modo «traducción». Se hace realidad el adagio italiano «traduttore traditore», «traductor traidor».

Esta interpretación  fue introducida tras la reforma litúrgica del Vaticano II. Pensaba que su existencia iba a ser efímera, ya que suponía que desaparecería en la nueva edición del Misal. Así se lo dije a las dos personas que me manifestaron su perplejidad ante la doble traducción del mismo texto. Pero, por desgracia, no es así. Sigue figurando en el gloria de la Misa en la nueva edición del Misal, que empezará a usarse dentro de pocas semanas.

 

  1. «…A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD»

 2.1. El talante intelectual de los griegos y el voluntarista de los  romanos

Los romanos son discípulos de los griegos en poesía, oratoria, filosofía y arte, que expresan la idiosincrasia y el legado específico de los griegos, pero superiores a ellos en el poder y en el gobierno. El voluntarismo, tanto teórico (hacedores del Derecho consuetudinario y legislado) como práctico (el Imperio romano, el trenzado de la red viaria de sus calzadas), refleja el talante romano. Cicerón (Tusculanae disputationes) lo admite, aunque sin disimular cierto disgusto y resistencia respecto a la superioridad griega.

La antítesis de este doble talante late en el original griego: eudokía y su traducción latina: bona uoluntas. Este sintagma  significa lo que el hombre es y tiene al margen de sus circunstancias existenciales. Según los estoicos, con el hispano Séneca (segunda mitad del siglo I d. C.) como representante, bona uoluntas es lo que todo ser humano tiene o puede ofrecer al margen de que sea sano o enfermo y enfermizo, culto o analfabeto, rico o pobre, esclavo o libre.

2.2. La «bona uoluntas», aplicada a los hombres, no a Dios.

Según san Jerónimo (In Eph 1,5), el griego eudokía «puede traducirse por beneplacitum». Pero él lo traduce así cuando se refiere al «beneplácito, benevolencia, bondad» de Dios (Vulgata: Ef 1,5; 1,9; o el verbo correspondiente: en activa placuit Lc 10,21 o en pasiva fuit placitum Mt 11,26); en cambio, por bona uoluntas si se refiere a los hombres (Flp 1,15; 2,13; Rom 10,1; 1Tes 1,11). En la palabra griega predomina la dimensión intelectual («buena-intención/parecer»), en latín la volitiva («buena voluntad»). De ahí que en Lc 2,14 figure bonae uoluntatis y que su traducción correcta sea «(hombres) de buena voluntad» o su equivalente «que aman al Señor»; de ningún modo aplicado a Dios: «(hombres) que ama el Señor», interpretación de la versión del Misal español en sus ediciones tras el Vaticano hasta la de 2016, lamentablemente conservada aunque solo en su «Gloria» de la Misa.

2.3. ¿Por qué conservar «de buena voluntad», aunque no es totalmente fiel al original?

En contra de la tradición greco-oriental, la latina es unánime en traducir un hipotético genitivo griego: eudokías en vez del nominativo: eudokía, presente prácticamente en todos los documentos conservados del texto inspirado en griego (Lc 2,14) de los primeros siglos de la Iglesia. El genitivo bonae uoluntatis supone un corazón abierto a Dios y al prójimo al margen de su situación socio-económica, cultural, del sexo, etc.

Toda traducción es una mediación con no pocas limitaciones, no siempre un espejo bien azogado y limpio. Tiene razón Don Quijote (IIª parte, cap. 62): «El traducir de una lengua a otra (…) es como quien mira los tapices flamencos por el revés; que, aunque se ven las figuras, son llenas de hilos que las oscurecen, y no se ven con la lisura y tez de la haz». Más de un «hilo» veremos aquí un tanto suelto; alguno de color disonante en parte y permanente a lo largo de los siglos en su versión latina.

2.3.1. Porque el genitivo «bonae uoluntatis» figura en todos los     textos conocidos de la tradición latina

He analizado 125 textos, en los que se cita palabras de Lc 2,14. En 58 no figuran las palabras estudiadas ahora. En los 67 restantes (todos a partir del siglo IV) de autores tanto ortodoxos como heréticos se lee siempre bonae uoluntatis: Juvenco, san Ambrosio, Optato de Milevi, Prisciliano, versión Gothica de la Biblia (siglo IV), san Agustín, san León Magno, Máximo de Tiro, san Jerónimo, san Pedro Crisólogo, Máximo el Arriano, Fausto, Aponio, Pelagio (siglos IV-V), Quouultdeus, Claudio Mamerto, Nicetas Aquileyense, el papa Pelagio (siglo V), san Gregorio Magno, Fulgencio de Ruspe (siglos V-VI), san Cesareo de Arlés (siglo VI), concilio de Toledo (año 633), el papa Martín I (siglo VII), san Beda (siglo VII-VIII), etc.

La versión del Misal a las lenguas vernáculas tras la reforma litúrgica del Vaticano II se mantiene fiel a esta tradición latina en italiano: di buona volontà (Messale romano, Città el Vaticano 1983), polaco: luziom (hombres) dobrej woli (Mszal Rzymski, Paris 1984), etc. En cambio, francés: qu´ il aime (Le Missel, Desclée 1969 -1974-), portugués: Hommes por Ele amados (Gráfica, Coimbra 1982 y 1985), alemán: Menchen (hombres) seiner Gnade (de su gracia), etc. La traducción española:»hombre, que ama el Señor» y las restantes similares, a mi juicio, dependen de la francesa. Más aún, se intuye que el traductor español tiene la versión francesa a la vista y que a veces la respeta en su literalidad mal comprendida, por ejemplo cuando traduce las palabras de la Virgen María en el Magnificat: «porque el Poderoso ha hecho obras grandes (moi en griego), pour moi (francés) por mí» sin caer en la cuenta de que la preposición francesa pour significa no «por», sino «para, a favor», reflejando la condición «dativo de (daño y) provecho» del término original griego. Ya ha sido corregido este fallo: «obras grandes en mí», también en la versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. El «por mí, por medio de mí e intercesión mía» es una derivación del «en mí» por haber sido dado «a/para mí». El lleno de algo puede irradiarlo hacía los demás en la medida de su llenumbre.

2,3,2. Porque «de buena voluntad» es su única traducción al español hasta la reforma litúrgica del Vaticano II

La traducción «que ama el Señor» del Misal romano…, aprobado por la Conferencia Episcopal Española (coeditores litúrgicos, 1978, usado también en Ecuador, Venezuela) arrasa de un plumazo la tradición española desde la aparición misma el castellano, tan enraizada en la literatura como en el sentir popular desde los nacimientos y belenes navideños hasta el refranero. Más aún, antes del nacimiento del castellano, en la liturgia hispana, llamada también mozarábiga y visigótica, al saludo del sacerdote celebrante el pueblo contesta con las palabras de Lc 2,14: Et cum hominibus bonae uoluntatis (cf. Liber Missarum de Toledo y libros místicos, I-II, edición Janini, Toledo 1982-1983).

Tiene razón la lingüística estructural al resaltar la importancia del contexto. Como en las partidas de ajedrez importa el valor de cada pieza, pero tanto o más su situación. La lingüística moderna  muestra que el sentido no se deriva solo  de los lexemas (palabras, texto), sino de un plano más profundo, complejo e interrelacional, el de la matriz sintagmática con todo su entorno o contexto. De ahí una de las deficiencias del Theologishes Wörtebuch zum Neuen Testament (TWNT) de Kittel, obra tan meritoria por otros conceptos.

Es también la deficiencia clave de G. Schrenk en su artículo eudokía (TWNT, II, Stuttgar 1935, 740-748). Además, introduce la traducción de Lc 2,14  en el juego de las interpretaciones ideológico-teológicas de este y de otros pasajes. Según Schrenk la traducción:»que ama el Señor»  concuerda más con la doctrina luterana, protestante, de la fe sin obras mientras que la tradicional: «de buena voluntad» sería werkegesetzlich, o sea, adolecería de impostar el texto en la dinámica de la justificación «legalista por solas las obras», «por la buena voluntad» de los hombres (doctrina católica según él). Apriorismos ideológicos al margen, el texto lucano no pretende responder a una cuestión planteada de manera acerada milenio y medio más tarde. En realidad cualquiera de las dos interpretaciones presupone la verdad de la otra sin que quede prejuzgada esta cuestión. La «buena voluntad» del hombre -que nada puede hacer en el orden sobrenatural sin la «benevolencia» de Dios, sin su ayuda- suele ser condición requerida para que Jesucristo actúe como Eudokía, «Bondad, Benevolencia» encarnada en y entre los hombres. Dios, que «es Amor» (1Jn 4, 8, 16) no puede no amar como el Sol no puede no irradiar luz y calor. Pero si alguien se obstina en cerrar herméticamente la contraventana, la luz solar no entrará en su morada. El hombre «de mala voluntad» se encierra en sí mismo, cerrando al amor de Dios y del prójimo la puerta de su corazón, que carece de pomo y solo se abre desde dentro. Es asimismo la cuestión de  «de la sangre derramada (…) por todos los hombres», traducción de las palabras de la consagración en la versión del Misal español (de 1978), traducción no fiel  al original hypèr pollôn, «por muchos», que se dirá dentro de pocas semanas.

2.3.3. Riesgos en la traducción de Lc 2,14 del griego al latín y al    revés

Orígenes (siglos II-III) y su gran autoridad es, al parecer, el responsable tanto de la estructura trimembre del texto como de la confirmación de la constante cristológica en cuanto al significado teológico de eudokía, palabra referida al Señor, a Jesucristo, no expresiva de una cualidad («buena voluntad») de los hombres. He aquí su pensamiento, entreverado de palabras textuales traducidas (las que están entre comillas). Jesucristo, en cuanto Dios, estaba desde siempre  «en el seno del Padre». A partir de su ser «niño» es recibido también «sobre la tierra», en su seno. Por eso los ángeles, en la noche de su nacimiento en Belén, dicen y lo llaman:»y sobre la tierra Paz y entre los hombres Eudokía», enunciado en paralelismo perfectamente simétrico al mismo tiempo que en paralelismo antitético quiasmático (o sea, en forma de cruz o equis: X) respecto de «Gloria en las alturas a Dios». Eutimio Zigabeno (siglos IV-V), tras comentar este texto origeniano casi con sus mismas palabras, añade: «Entre los hombres está ahora el que antes era la Eudokía del Padre. Ella (Eudokía) es el Hijo desde que se inhumanó (se hizo hombre) para salvar al hombre perdido» (In Lc 2,13-14 PG 49, 252).

No debe extrañar que bonae uoluntatis figure en la traducción de las obras de Orígenes, hecha a veces por san Jerónimo, y esto aunque en el original se lea el nominativo eudokía. Lo mismo ocurre en la traducción de otros escritos patrísticos. Es una exigencia del influjo de la traducción latina, que es constante en el uso del genitivo eudokías. La traducción fiel al nominativo: eudokía del original habría provocado comentarios displicentes y hasta escándalo pastoral. El mismo fenómeno acaeció al revés. En el texto griego de la alocución del papa Martín I al concilio Lateranense (año 649) se lee eudokía (nominativo) mientras que en el latino se lee bonae uoluntatis, que supone el genitivo eudokías. Además, no traduce «en» por in ante hominibus (omite la preposición existente en griego), ni epí por super («sobre»), sino por in (cf.ACO II,1, p. 10 texto griego, p. 11 latino). A su vez, en la carta del obispo Teodoreto al papa Hormisdas (año 519) se usa la estructura trimembre: Gloria in excelsis Deo et in terra pax et in hominibus bonae uoluntatis, exige el nominativo uoluntas, no su genitivo. Aquí el paralelismo es simétrico. Es sabido está presente en todas las literaturas; en las emitas (entre ellas el hebreo y el arameo), además, es esencial e imprescindible. En estas el paralelismo simétrico o antitético marca su ritmo poético, aunque no sea su único determinante.

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