Hace unos días colgaba en mi muro de facebook una petición de ayuda para un joven que está luchando con el cáncer y deseaba vender su coche para poder costearse otras medicinas. La respuesta de muchas de mis amistades fue extraordinaria mandando mensajes de ánimo y compartiendo el enlace sobre la venta del coche. Uno de esos mensajes me llamó especialmente la atención y me tocó el corazón por la sinceridad y el profundo testimonio de fe que transmitían sus palabras. Se trataba de un amigo que también está batallando con el cáncer. Sus palabras tienen la autoridad que nace de la propia vivencia y la propia lucha. He pensado que merecen ser compartidas y animo especialmente a quien esté inmerso en la misma situación a leerlas. Tengo el permiso del autor y las copio literales:
“Toni, soy un hombre ya mayor. He leído tu escrito y he notado que con esta enfermedad llevas poco tiempo. Noto por tus palabras un lógico desasosiego y enfado. También desazón y cierto miedo. Léeme por favor. Soy cristiano católico. Hace ya algunos años, antes del 2005, un día tuve que ir a ver cual era el diagnóstico de una muestra de mi garganta. No se porqué pero fui tranquilo y confiado. Cuando entré y me senté ante mi Otorrino, noté en su gesto que la noticia no era buena. Me dijo: Mira, tiene un cáncer de aquí a allá. Pero con 35 radioterapias te lo quitarán. Sin parar ni un segundo en su conversar, me siguió diciendo, te apunto aquí al oncólogo que debes ir y cuando lo veas vuelves y me lo cuentas. Yo en todo el rato no aparte mi mirada de sus ojos. Le note tan agobiado que casi le tuve que animar. Pobrecillo sufría al decirme el resultado. Pasado unos años volvió todo a empezar de nuevo, fué en el 2009, en junio. De nuevo con mi amigo el Otorrino, me había tomado una muestra de mis tejidos en las cuerdas vocales y en otras zonas cercanas. Fuí, me senté, le miré y supe lo que iba a decir. Así fué. Mira esto es más feo. Todas las muestran me dicen que tu garganta no está para cantar ni hacer gorgoritos. Nos reímos. Nos miramos, pero esta vez sentí frío. Nos levantamos y nos abrazamos. Fuí de nuevo al Oncólogo y éste, contrariamente o de forma distinta a la primera vez, no hacía mas que mirar y mirar. Luego me exploró la garganta. Todo esto en silencio los dos. Me hizo sentar y quitándose sus gafas me miró y con frialdad académica, me dijo: Esta vez no tengo otra solución. Ni Quimio ni Radio. Voy ha decirte que hay que quitarte toda tu garganta y ¡ya!. Sin esperar ni una semana ni dos. ¡Ya! Le pregunté: ¿que significa esto? Me dijo: que si te quito toda la laringe, se acabó la rabia del perro. Bien, de acuerdo. ¿Y después? ¿Podré hablar? … ¡No!. Nunca más. Pero tu vida, por causa de este segundo cáncer, ya no correrá ningún peligro. Me levanté después de muchos escritos para los diferentes médicos que debería hacer mi limpieza de mi pobrecilla garganta, me entregó un montón de papeles y me despidió. Me levanté. Sentí frío de nuevo. Salí a la calle y en un banco me senté con mis sobres. Miraba pero no veía. Entonces me acordé de mi cura: Josemaría Escrivá de Balaguer. El había ya muerto y ya era santo. Pero me acordé cuántas cosas me dijo desde mis doce años. Me fueron muy útiles. Encontré a Dios mirándome y diciéndome: Tienes que aceptar tu error. ¿Cuál Señor? El haber fumado tanto y ser tan nervioso y activo. No haberte dejado aconsejar por mí. ¿En que Señor? Tu lo sabes. … Sí, sí lo sabía. Llevaba una vida ordenada pero con una religión heredada. Una religión con la que cumplía siempre. En todo. Tenía una gran mujer a la que quería a rabiar. Tres hijos fantásticos. Y practicábamos juntos la misma Fe. Pero la mía, mi fe, como te he dicho, era una fe de barniz, como ahora nos dice el Papa Francisco. No sentía emoción. Mal síntoma, le dije en ese banco. Ya sé, Jesús. Ya te entiendo. Gracias a mi error, a mi forma de vivir, en solo pensar en las necesidades temporales, y no parar y disgusto va y disgusto viene. Hicieron de mi junto al tabaco que fumaba como un animal, hicieron el resto. Otro cáncer. Pero amigo, amigo Toni. Ese rato, que pasé hablando con Jesús y de esa manera serena y sencilla, aceptando lo que me iba a pasar, hicieron que le sintiera muy junto a mí. Era la primera vez en mi vida en la que me sentí en Él. Le amé. Se lo dije. Me enamoré de Él. De Su Madre, la nuestra: La Virgen María. También hablé con ella. Cuánta Paz me dió. Cuánto Amor recibí. Me sentí emocionado y no para de aumentar mi felicidad. Me levanté y sosegué. Había sido una experiencia muy única. Me fuí a casa. Llegué y cambiándome de ropa se lo dije a mi amiga: mi mujer, mi gran amor, mi gran compañera. Ella con su serenidad característica, me dijo: bien, pues cuando tú quieras llamo a cada médico y pido cita. ¿Te parece? Después de cambiarme nos sentamos y con mucha tranquilidad y mucho amor entre nosotros hablamos. Le dije que tendría que dejar mi profesión. Toni, soy arquitecto. Un oficio precioso pero que para realizarlo la voz era necesaria junto con mi lápiz de madera. Eran mis dos instrumentos. Bueno me dijo ella. Ya veremos como transcurren las cosas. Piensa como siempre. Piensa que Dios provee. Que Dios está aquí, entre los dos. Aquello me hizo aumentar mi paz, mi tranquilidad y mi amor por ella. Bien, pues después de solucionar este problema y ya sin poder hablar y ya casados mis tres hijos, los dos solos éramos felices. A veces se enturbiaba el no hacerme entender. Pero su paciencia conmigo, y su humor hicieron que solo tuviera que confesarme de soberbia y que mi cura, un franciscano más bueno que el pan, me diera una vez un consejo fundamental: Mira. Has de conseguir conocer y aceptar tus limitaciones. En eso encontrarás paz . Pero te costará y tendrás que seguir pecando por tu irritabilidad al no hacerte entender. Pero sé que con tu fe y tu amor a Jesús, a María y a tu mujer, todo poco a poco irá saliendo adelante y todos estaremos contentos contigo. Hoy en día, hace ya dos años de ello y vuelvo a tener otro cáncer. Y con él llevamos luchando un buen tiempo. Pero sabes Toni, no me preocupa. Dirás, tendrás dinero para vivir. Si no, cómo lo haces? Tienes razón. Tengo una paga mensual por mi invalidez permanente y no contributiva de 235€. También, mi Hermandad de Arquitectos por jubilarme, me da al mes 225€. Lo que falta para pagar un alquiler, el gas, el teléfono, el agua, la luz, la comida y poco mas, pero sin extras, tengo el amor fraternal de una personas que aún teniendo muy poco me dan lo que necesite y mis hijos nos dan para otros pormenores. Vivimos muy sencillamente. Somos muy felices. Antes era millonario. Pero justo antes de enfermar la primera vez tuve que ayudar a unas familias y esto durante nos años hicieron que todo se acabara. Pero debes saber que todo es temporal. Nada de lo de aquí tiene valor. Y algo fundamental, que nunca has de dudar: Dios nos provee de tantas maneras, que no sabemos qué va a pasar mañana. La vida Él la desea así. Como el vivió. Nació en una cueva en una loma, llena de animales. Vivieron con el jornal de un sencillo carpintero. Y cuando éste murió, Jesús se encargó de trabajar y dejar a su Madre María, con lo suficiente para irse Él a hacer lo que Su Padre le había encargado y su Madre no padeciera hambre ni necesidad. Al leer tu escrito, Toni, y ver lo que deseas que se venda para atender a todas tus necesidades médicas, me parece bien. Pero, siempre existen peros. Con la venta de ese coche no tienes ni para empezar, a no ser que tengas una Sociedad Médica. Yo tenía la Seguridad Social. Ella, a pesar de lo que se escribe y dice de ella, me lo pago todo. No tuve que pagar nada. Ni las medicinas que tengo que tomar por siempre y la nueva enfermedad. No te hundas y ora. Quiero decirte que hables con Él, con quien te creó y te ama hasta su ultimsa gota de sangre en aquel monte. No temas. No te asustes. No desees mas que Su Voluntad. Además, me tienes a mi. De forma incondicional. Con escribirme te bastará. Cuéntame lo que desees contar. En mí encontraras amor, experiencia y paz. Pero antes ora. No dejes de orar. Habla. Habla y no dejes de hablar con Jesús y Maria Tu Madre, nuestra Madre. Ella siempre está ahí junto a Él y los dos junto a Tí. Creelo.”
Ante estas palabras que brotan de un corazón cristiano que hablan al corazón… no tengo nada más que añadir, solo dar las gracias a este hermano por su testimonio, por su ejemplo. ¡Dios te bendiga!