«El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la celebración del Sacrificio eucarístico… Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas.
Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto, palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el «arte de la oración»… ¿Cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento?» Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 25
La misma encíclica en el nº 21 afirmaba:
«La celebración eucarística es el centro del proceso de crecimiento de la Iglesia»
Muy probablemente, más allá de quedarnos únicamente con el análisis de que el problema lo tienen otros por su increencia o la frialdad espiritual que se respira en el ambiente, que tranquiliza la conciencia y echa balones fuera, la dificultad de crecimiento en nuestra Iglesia de Europa está directamente relacionada a la calidad de nuestras celebraciones eucarísticas.
Cuando hablo de calidad no me refiero a que sean grandes espectáculos que atraigan multitudes sino a la sencillez de una celebración sentida que pone el corazón entero en el asador tanto del que preside como de toda la comunidad.
Ya sabemos que a menudo muchos sacerdotes que atienden diversos centros de culto van saturados en el tiempo y que psicológicamente puede resultar duro celebrar una misa detrás de otra con quizás dos docenas de fieles con una media de edad elevada. No hablamos de grandes filigranas ni de «macrocelebraciones».
Hablo de no perder ese amor por santa eucaristía que hace que celebrar siga siendo un momento que estremezca. Como decía S. Francisco de Asís:
«¡Tiemble el hombre entero, que se estremezca el mundo entero, y que el cielo exulte, cuando sobre el altar, en las manos del sacerdote, está Cristo, el Hijo del Dios vivo! ¡Oh admirable celsitud y asombrosa condescendencia! ¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, pues el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal manera se humilla, que por nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan! Ved, hermanos, la humildad de Dios y derramad ante él vuestros corazones (Sal 61,9); humillaos también vosotros para que seáis ensalzados por él»
CtaO 26-28
Y quizás porque la calidad de las celebraciones es más bien bajita hayan desaparecido de muchas iglesias los momentos de adoración eucarística que tanto bien hace y que inflama el corazón. «No se tiene tiempo» para exposiciones.
Y como no, citando de nuevo al poverello de Asís:
«Ruego también en el Señor a todos mis hermanos sacerdotes, los que son y serán y desean ser sacerdotes del Altísimo, que siempre que quieran celebrar la misa, puros y puramente hagan con reverencia el verdadero sacrificio del santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, con intención santa y limpia, y no por cosa alguna terrena ni por temor o amor de hombre alguno, como para agradar a los hombres (cf. Ef 6,6); sino que toda la voluntad, en cuanto la gracia la ayude, se dirija a Dios, deseando agradar al solo sumo Señor en persona, porque allí solo él mismo obra como le place.»
CtaO 14-15
Ya lo sabemos pero siempre es bueno recordarlo, el tiempo pasado ante el Santísimo Sacramento jamás es tiempo perdido y allí donde se celebra con devoción el amor a la eucaristía los frutos no tardan en hacerse notar.
Si. Eso es verdad. Cuando se está más tiempo frente al Santísimo mejor se siente uno. ¡¡¡Bendito sea su Santísimo cuerpo y sangre!!!
Yo a veces le doy vueltas a la cabeza, y como muchas veces comulgo a lo tonto, cuando lo pienso detenidamente, que Jesucristo está ahí, me digo para entre mí es que no solamente arrodillarnos si no que no tendríamos que levantar la cabeza cuando comulgamos, meditándolo bien es que es asombroso, lo que pasa es que luego se te olvida. La verdad es que muchos curas parecen autómatas celebrando las misas y repartiendo la Ecaristía pero si nosotros los fieles fuésemos más piadosos ellos también cambiarían. Un saludo
Eso es un cura, sí señor. Felicidades y siga así, con posts como este.