He querido titular esta breve reflexión usando unas palabras muy populares que en más de una ocasión he escuchado. Permítanme utilizar expresiones en esta línea más coloquial en esta reflexión. Generalmente el contexto donde más se escucha es en el trabajo con adolescentes y jóvenes pero si uno percibe el lenguaje no verbal también da la sensación de que hay adultos que “se aburren en misa”. Hay una pregunta fundamental que necesitamos aclarar antes de nada: ¿sabemos a qué vamos a la misa? El hecho de estar “de cuerpo presente” no quiere decir que estemos celebrando la misa ni que nuestros sentidos, alma y cuerpo estén interactuando en la celebración. Estaremos de acuerdo en que uno puede estar en la misa de la misma forma que un jarrón con flores, de adorno. Volviendo a la pregunta que formulábamos ¿sabemos a qué vamos a misa? Dicho de otra manera un poco más articulada, ¿somos conscientes de lo que se celebra en la eucaristía? Porque puede pasar que el mal a nuestro síntoma de aburrimiento pase por no saber bien qué es la misa. Cuando uno no entiende, generalmente, tiende a desconectar y a ir perdiendo el interés progresivamente. Desde Pío XII en la Mediator Dei, pasando por la Lumen Gentium 11 y la Sacrosanctum Concilium se remarca que la eucaristía es “fuente y culmen de toda la vida cristiana”. Ahí es nada. Partiendo de aquí quien sienta el síntoma del aburrimiento en la misa puede estar atento y hacerse una segunda pregunta: ¿Cómo es la calidad de mi vida cristiana? El diagnóstico se complica. Si uno se aburre en la misa que es fuente y culmen de la vida cristiana, ¿no querrá decir que quizás mi vida cristiana, mi seguimiento de Cristo no está en buena forma? El hecho de que la misa sea la fuente quiere decir que es de donde brota y mana la vida cristiana, nuestro alimento fundamental. Decía S. Ireneo de Lyon que
«nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar».
Que también sea culmen nos dice que una vida cristiana vivida en plenitud, que un seguimiento y discipulado de Jesús maduros nos lleva a la misa, a la eucaristía, a la unión con el sacrificio de Cristo. Dicho en palabras de aquellos 49 mártires de Abitinia (pequeña localidad de la actual Túnez): “Sine dominico non possumus”, es decir, “sin el domingo (haciendo referencia a la misa dominical) no podemos”. Entonces, ¿puede un cristiano aburrirse en la misa? Me viene irremediablemente la pregunta que Jesús lanza en Mateo 11,7-9:
“¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces?”
Y llevada a nuestro tema: ¿Qué fueron a ver a la misa? ¿Un show, un entretenimiento? Los que hacen shows y entretenimientos están en el cine o en el teatro o en el circo. Si uno se acerca a la misa desde el cumplimiento no se olvide que la misma palabra nos delata que “Cumplo y Miento”, pero ni a mi corazón ni a Dios le engaño. Si uno se acerca a la misa buscando un sacerdote más o menos divertido que me entretenga con sus “genialidades” convendría que me revisara lo que entiendo por la misa. La misa no es un entretenimiento ni un show más o menos bien montado. Uno participa en la misa para alabar a Dios, para escuchar la Palabra del Dios que habla a su pueblo, para dar gracias al Padre por Cristo, para hacer memoria y actualización de la pasión y resurrección de Cristo. Y, en definitiva, no vamos a la misa para asistir a un espectáculo humano sino con la consciencia de ser fieles al mandato mismo de Jesús (1 Co 11,24-25):
“Haced esto en memoria mía”
Si uno es consciente de todo esto y su vida cristiana es auténtica, madura y rica, inevitablemente se encuentra en la eucaristía en comunión con todo un cuerpo, que es la Iglesia, unido en oración con su cabeza, que es Cristo. Dejan de ser tan importantes que el sacerdote sea más o menos simpático, que el coro cante mejor o peor, que la Iglesia sea más o menos acogedora… ni siquiera mi estado de ánimo o mis gustos personales…. Porque es Cristo el centro, el motivo y la fuerza que me mueve a la participación eucarística. Como decía S Ignacio de Antioquía:
«No hallo placer en la comida de corrupción ni en los deleites de la presente vida. El pan de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, de la semilla de David; su sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible. Reuníos en una sola fe y en Jesucristo.. Rompiendo un solo pan, que es medicina de inmortalidad, remedio para no morir, sino para vivir por siempre en Jesucristo»
O como el bueno de S. Agustín invitaba:
“Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramento vuestro. Respondéis “Amén” a lo que recibís, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir “el Cuerpo de Cristo”, y respondes “amén”. Por lo tanto, se tú verdadero miembro de Cristo para que tu “amén” sea también verdadero”