Listos para la batalla espiritual

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Qué enorme riqueza la que siempre nos regala la Palabra de Dios. De entre las diversas lecturas que la liturgia nos propone este III domingo de adviento permítanme centrarme en la segunda lectura que nos dice:

“Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús.No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas.” 1 tesalonicenses 5,16-24

¡Todo un proyecto de vida resumido en apenas seis líneas! Las cualidades de un cristiano: alegría, vida interior, agradecimiento continuo, buscar la voluntad de Dios en todo momento, mantener viva la llama del Espíritu, valorar los dones recibidos, estar atentos a los signos de los tiempos y quedarnos con lo bueno, lo que construye, lo que edifica. Nuestra opción por Cristo nos lleva a una vida comprometida en la lucha contra el mal. Pero la batalla a la que estamos llamados es una batalla con las armas del amor no con las mismas armas que usa el mal, “Cuídense del mal en todas sus formas” nos recuerda S. Pablo. En su carta a los Efesios insiste en esto invitándonos a revestirnos con la armadura de Dios para poder resistir a los embistes del maligno:

“Nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio. Por lo tanto, tomen la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todos los obstáculos. Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza. Calcen sus pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno. Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.” Efesios 6, 12-17.

Como cinturón: la Verdad; como coraza: la Justicia; como calzado: el celo apostólico; como escudo: la Fe; como Casco: la Salvación; y como espada: la Palabra de Dios. Esta debe ser nuestra armadura. Que este tiempo de adviento que estamos celebrando sea tiempo fecundo donde hagamos nuestra esta armadura y podamos ser fieles testigos del Salvador que va a nacer.

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