Ya en el primer discurso, a su llegada a Ecuador, el papa Francisco ha expresado de modo excelente y claro, a mi humilde entender, lo que la Iglesia ofrece a todos los pueblos. Ante tantas críticas (sobre todo desde sectores laicistas de Europa) a las visitas que los Papas realizan a los distintos países, creo que este párrafo extraído del primer discurso ofrecido en el Aeropuerto Internacional «Mariscal Sucre» de Quito, Ecuador el domingo 5 de julio, es una fantástica «carta de presentación» que cualquier dirigente, sea o no creyente católico, si tiene un poco de sentido común, no puede despreciar. El párrafo en concreto al que hago mención es el siguiente:
«En el presente, también nosotros podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros en progreso y desarrollo que se están consiguiendo se consoliden y garanticen un futuro mejor para todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerables, que son la deuda que todavía toda América Latina tiene. Para esto, Señor Presidente, podrá contar siempre con el compromiso y la colaboración de la Iglesia, para servir a este pueblo ecuatoriano que se ha puesto de pie con dignidad.»
El Evangelio como origen y libro de ruta sigue siendo actual y válido para que cualquier sociedad crezca y se desarrolle. Todo pueblo presenta distintos desafíos ante los que hay que dar respuesta: tanto en el ámbito social, político, económico, moral e incluso, como bien nos recuerda la reciente encíclica «Laudato si«, ecológico. El Evangelio sigue presentando una fuerza renovadora y una fuente de inspiración para todo pueblo.
Ya en estas primeras palabras entrevemos la esencia de los discursos que vendrán en otros momentos en esta visita pastoral por Latinoamérica: Valorar la diversidad y el diálogo, la lucha contra la «cultura» del descarte, la opción preferencial por los más pobres… todo lo que nace de la fuerza de la Palabra del Dios de la Vida que encontramos en los Evangelios.
El Santo Padre, como piedra de nuestra Iglesia, reafirma el compromiso de la Iglesia católica al servicio del pueblo ecuatoriano. En la distancia física pero cercanía en el corazón nos unimos a estos buenos deseos de comunión y compromiso, en este caso, con el pueblo ecuatoriano.