Hoy, 11 de enero de 2015, muchos recordamos el décimo tercer aniversario de la muerte del P. José Mª Alba Cereceda, SJ. Y me gustaría hablaros de cómo veo yo a mi padre, al padre de mi alma, la persona que Dios utilizó como puente para regalarme el don preciado de la fe. Os podría decir muchas cosas del padre, unas que viví yo personalmente y otras que me han contado, sin embargo, no quiero alargarme en exceso y únicamente os quiero decir lo más destacado de mi padre: Sólo fue un santo. Naturalmente que hemos de esperar al juicio de la Iglesia, para verificar que esto es así, y si esto nunca llegara, deberemos esperar a verlo en ese juicio, del que nos habla San Mateo, y ver si el padre está a la derecha o a la izquierda del Redentor. Mirar si esta entre los que supieron tratar a Cristo con Amor, o esta entre aquellos que no supieron ver en los hermanos más pequeños de Cristo al Salvador. Pero los que lo conocimos tenemos el convencimiento moral de que fue un santo. Y esta es la enseñanza más grande que este sacerdote nos pudo dar. Fue un santo porque vivió las virtudes en grado heroico. Amaba al Señor profundamente, y por ello, su recuerdo nos mueve a muchos a acercarnos cada día más al Salvador. Amó a Cristo con todo su corazón, con toda su alma, con todas fuerzas. No vendió nunca por un plato de lentejas ese Amor. No vendió ese Amor por puestos de gobierno y de poder en la Iglesia, no vendió ese Amor por conseguir más o menos adeptos a su movimiento, no vendió ese Amor por conseguir el favor de unos u otros, por eso sabemos que el Padre Alba fue un santo, porque Amó a Cristo hasta la muerte, quizá no la muerte corpórea, porque no murió mártir, pero murió mártir en su fama, pues muchos la mataron con falsas afirmaciones, sobre lo que hacia o decía, murió mártir en su apostolado, pues fue incansable, a la hora de comunicar al mundo el Amor que Dios les tiene. Podríamos buscar en el padre a un profeta de los últimos tiempos, y seguro que para muchos fue algo parecido, podríamos buscar en el padre a un hombre enviado por Dios de manera especial, y seguro que para muchos fue así, podríamos buscar en el Padre a un gran dirigente de almas, y sin duda dirigió a muchos por el camino de la salvación, pero podríamos caer en mil afirmaciones, que nos alejarían del verdadero ser del Padre Alba, y es que por encima de todo, fue un santo. Fue un asceta, un místico, un contemplativo, su idioma era el del Amor a Dios, pero un amor sobrenatural, no uno de cuentos de hadas, un amor que empieza por la verdadera humildad, y el sacrificio, y que va ascendiendo por la vida de la gracia, y de los dones sobrenaturales, hasta la unión íntima con Dios, hasta la total identificación con Cristo. Era un gran amante de Dios, y de la mística, por ello fue un gran predicador de Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, por ello, fue un gran amante de Santa Teresa de Jesús y del Carmelo. El Padre Alba vivió como Hijo en el Hijo de cara a Dios Padre, y esto es lo más grande que un hombre en la tierra puede hacer, se dejo transformar por Cristo, se dejo santificar por Él, sin poner obstáculos a la obra de Dios en su alma. Podemos buscar tres pies al gato, y ver en mi padre mil cosas, intentar destacar sus dones naturales, que sin duda fueron muchos, intentar ponerlo como un gran oráculo de nuestro Dios, pero esos apelativos que le damos, quizá nos alejan del todo, de lo que realmente el padre quiso ser en su vida, y quiso enseñarnos, que es mucho más sencillo que todo eso, y es mucho grande y divino que todo eso: Mi padre, el padre de mi alma, amó a Cristo por encima de todo, fue sólo un santo. En su corazón imagino un letrero en el que dice: Propiedad de Cristo, porque en él no entraron ni comodidades, ni falsos profetas, ese corazón sólo amó a un hombre, que era Dios, a Cristo, y a través de él amó al prójimo con una amor sobrenatural, que le llevó a dejar de lado cualquier bien aparente, por el Bien máximo de la almas, para que conocieran y amaran a Cristo. Fue sólo un santo, ¿y hay algo más grande en esta tierra?, porque fue santo fue padre de almas, nunca hizo grandes cosas a los ojos de los hombres, pero en honor a la verdad, hemos de decir, que nunca pretendió hacerlas con ese fin, fue un santo porque se dedicó a hacer aquellas pequeñas cosas, pequeñas a los ojos de los hombres, pero que en el cielo realmente son grandes, se dedicó a hacer cosas que no sirven para nada, podrían decir muchos, pero el Padre no era un comerciante con Dios, no buscaba más o menos efectividad en lo que hacía, buscaba únicamente, lo que buscarón San Francisco Javier, y San Luis Gonzaga, lo que buscaron San Francisco de Asis y Santa Teresa de Jesús: buscó lo que más agradaba a Dios y lo hizo hasta entregar su último aliento y el último latido de su corazón por la mayor gloria de Dios y bien de las almas. Por tanto, hoy en el décimo tercer aniversario de la muerte del Padre Alba, os pido que recordéis esto, que el padre únicamente vivió en esta tierra para Amar a Cristo. ¡Viva Cristo Rey! Marcos Vera Pérez Presidente Jóvenes e Hijos de San José
P. José María Alba Cereceda: Sólo fue un santo
| 12 enero, 2015
lo dupliqué, perdón.
Una tarde le vi dando una charal en el Tibidabo con una sala repleta de quinceañeros y quinceañeras. Les hablaba de la virgen, que deb´ñian ser muy devotos de la Virgen y le aplaudían a rabiar. Yo no lo hice por ser mayor, pero el P. Alba dijo, hay alguno que no ha querido aplaudir. Me arrepentí. Allí había alegría sana, pero en todas partes era un desierto de jóvenes. Se fue para no sufrir ya más.
Efectívamente, estoy de acuerdo, pues le pude constatar como un jesuita de verdad en lo poco que le traté, tanto en mi visita al colegio de Barcelona como en Covaleda cuando llevé a mis hijos al campamento
Efectivamente, fue un santo. Y ese es el resumen de su vida. Pero no fue un santo de las cosas pequeñas o de las ordinarias. Lo fue de las extraordinarias, de aquellas que ya no estaban de moda, de las que habían sido rechazadas por la corriente imperante. Era un santo de llamar la atención, de ponerse al frente de los suyos. De predicar la Verdad, oportuna e inoportunamente. León predicando, cordeno confesando, como él decía.