| 05 noviembre, 2012
En 1973, la revista argentina Roma (n. 29) ofrecía a sus lectores una carta de Jean Madiran a Pablo VI. Reproducimos en esta entrada la introducción de la revista (sin firma, posiblemente escrita por Andrés de Asboth) y en nuestro estante de scribd la carta de Madiran.
Frente a la descomposición que se manifiesta actualmente en todos los aspectos de la vida de la Iglesia y que el Papa no ha dudado en calificar como una “autodemolición”, cuatro actitudes principales pueden ser adoptadas:
La primera consiste en lanzarse en la vía de las reformas contribuyendo a destruir o cambiar aquellas «estructuras» o «principios» que, a juicio de los reformadores, parecen poco en consonancia con el «mundo moderno». Es la posición de los progresistas y neomodernistas que, en el fondo, buscan nada más y nada menos que fundar una nueva religión, bajo el signo del ecumenismo, el liberalismo, el relativismo y el desprecio hacia las fórmulas dogmáticas. Van camino a una iglesia atea para el estado comunista.
La segunda posición es la de la comodidad y por lo tanto la más seguida. Sin preocuparse por las catástrofes posconciliares y sin hacer ningún esfuerzo para analizar la legitimidad o veracidad de las ideas y reformas, preconizadas por autoridades o por «expertos» más o menos corrompidos doctrinalmente, siguen la corriente invocando la obediencia. Son sujetos meramente pasivos.
La tercera posición admite que existen muchos abusos y exageraciones en las reformas en curso, pero estas exageraciones y estos abusos no se reconoce que sean originadas por el «espíritu del Concilio», sino únicamente porque algunos interpretan torcidamente los preceptos y los documentos del Vaticano II, pero las enseñanzas de la Jerarquía están siempre en el fondo de acuerdo con la doctrina ortodoxa.
La cuarta posición sostiene que las reformas realizadas como consecuencia de las ideas enunciadas en el «Concilio pastoral» Vaticano II, se han revelado pastoralmente ineficaces o perjudiciales y deben por lo tanto ser interrumpidas y abandonadas, volviendo a las formas, ideas y principios que inspiraban la actuación de la Iglesia anteriormente al Concilio. Los representantes de esta cuarta posición son más numerosos de lo que parece; si no se hacen oír más, no es por pasividad o apatía, pues en ellos se encuentran la almas más ardientemente celosas por la gloria de Dios y el triunfo de la Iglesia. Si se mantienen ordinariamente en silencio es por humildad o espíritu de obediencia quizá, a veces equivocada. Pero cuando alguna voz autorizada representativa de esta multitud silenciosa que sufre, se alza públicamente para denunciar el fondo de la tragedia que vive la Iglesia, consideramos nuestro deber informar a nuestros lectores, para que puedan a través de estas declaraciones y escritos obtener una visión completa del extenso abanico de opiniones que existe, entre los fieles y los sacerdotes, con respecto a las reformas consecuencia del espíritu «pos-conciliar».
Sin que su publicación suponga un acuerdo, solidaridad o aceptación incondicional, damos a conocer aquí una carta, algo reducida, a S. S. Pablo VI, que nos parece muy representativa de lo que hemos llamado la «cuarta posición» y que se ha hecho pública recientemente en Francia. Su autor es Jean Madiran, director de la revista «Itinéraires», ampliamente conocida en los ambientes intelectuales de Europa y en el mundo entero. Esta carta ha de tener sin duda una repercusión universal por su claridad y valentía y quizá llegue a adquirir una trascendencia histórica.
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