San Pedro Damián y los gomorrianos

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Ofrecemos a nuestros lectores la traducción de un extracto del LIBER GOMORRHIANUS (Cap. VI), de san Pedro Damián.

Pero, ¡oh crimen inaudito! ¡Oh delito merecedor de toda una fuente de lágrimas! Si aquellos que permiten a los otros cometer estos pecados merecen la muerte, ¿qué suplicio se podría pensar para aquellos que cometen con sus hijos espirituales estas torpezas castigables con la condenación eterna? ¿Qué frutos se podrá encontrar el pueblo si el pastor ha caído tan profundamente en el vientre del diablo? ¿Quién permanecerá bajo el imperio de aquél, del que no ignora que es tan hostilmente enemigo de Dios? ¿Quién de un penitente hace un amante, y a quien había engendrado como hijo espiritualmente para Dios, con el férreo imperio de una tiranía diabólica por la inmundicia de su carne somete como siervo? Si alguno viola a una mujer, que sacó de la fuente bautismal, ¿acaso no está previsto por los sagrados cánones que, sin perplejidad alguna, se manda que sea privado de la comunión y forzado a pública penitencia? Pues está escrito: es más importante la generación espiritual que la carnal.

En consecuencia, el mismo castigo sea infligido a quien ha corrompido a la hija carnal como al que ha contaminado al hijo espiritual mediante una unión sacrílega a menos que en este caso no se distinga la cualidad del pecado, porque en ambos casos aunque son considerados incestuosos, el que pecó con la mujer pecó naturalmente; pero el que cometió el sacrilegio contra su hijo espiritual incurrió en crimen de incesto contra alguien de sexo masculino, alteró las leyes de la naturaleza. Se crea una situación miserable, donde de tal modo la ruina del primero pesa sobre el segundo, que mientras el primero se extingue, el segundo le sigue necesariamente a la muerte.

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