«Juzgada en su conjunto (como sistema de doctrinas y de ritos) es falsa toda religión que no sea cristiana; al menos en cuanto que no es la religión que Dios ha revelado y que quiere que sea practicada. Más aún, es falsa también cualquier secta cristiana no católica, en cuanto que no acepta ni realiza fielmente todo el contenido de la revelación.En cambio, considerada en sus elementos separados toda religión no cristiana y cualquier secta acatólica puede contener verdades mezcladas con errores.
Desde el punto de vista moral la cuestión de la verdad o falsedad objetiva de una religión y de sus elementos se complica con la de la culpabilidad con que un determinado individuo se adhiere a la religión y cumple con sus ritos. El que practica de buena fe una religión falsa está excusado evidentemente del pecado que cometería el que la practica de mala fe.
Esto no significa sin embargo que una religión falsa practicada de buena fe proporcione al sujeto los buenos efectos espirituales que proporciona la religión verdadera. Sin embargo, cuando un seguidor de un culto falso cumple con aquellos ritos especiales que no expresan falsedad, ni son inmorales, y en cambio están de acuerdo con los principios de la ley natural y de la religión natural, no parece que se haya de excluir que pueda recibir alguna utilidad espiritual.Aun más sutil y delicado es el problema de quién está de buena fe. La respuesta se ha de dar con referencia a la conciencia de cada individuo en particular…» (Graneris, G. Introduzione generale alla scienza delle religioni, Torino, 1952).