«Hay algo así como una infalibilidad de la fe en la Iglesia universal, en virtud de la cual esta Iglesia no puede caer nunca totalmente en el error. Ésta es la participación de los laicos en la infalibilidad. Que a esta participación le convenga a veces una significación sumamente activa, se demostró en la crisis arriana, en que temporalmente la jerarquía entera parecía haber caído en las tendencias arrianizantes de mediación, y sólo la infalible actitud de los fieles aseguró la victoria de la fe nicena. Éste es también el motivo por el que la teología actual reconoce de manera creciente la fe de la Iglesia universal en cada caso como criterio válido de la verdad católica, porque la fe no es privilegio de los jerarcas, sino dote de toda la esposa de Cristo, y la Iglesia entera es la presencia viva de la palabra divina y, por tanto, no puede nunca descarriarse como Iglesia universal.» (Cfr. EL NUEVO PUEBLO DE DIOS. BARCELONA, HERDER, 1972, P. 168. La bastardilla nos pertenece).
Ratzinger le responde a Iraburu
| 28 octubre, 2011
Desde nuestra humilde bitácora hemos apuntado que la eclesiología neocon se apoya, por lo general, en una concepción exagerada e hipertrofiada de la indefectibilidad de la Iglesia que termina por envolver los momentos oscuros del magisterio en una leyenda aúrea y vela un diagnóstico realista de la crisis actual en toda su extensión y gravedad. Al parecer, es este infalibilismo exagerado el que impulsa a D. José Mª Iraburu a negar la posibilidad de que la Conferencia Episcopal Italiana dijera que la Iglesia Católica no tiene intención de obrar activamente por la conversión de los judíos.
Sin embargo, Joseph Ratzinger, al analizar la crisis arriana, menciona el hecho, también verificado por John H. Newman, que durante un tiempo considerable la jerarquía casi completa pareció sucumbir a tendencias arrianizantes:
Si semejante catástrofe eclesial pudo ocurrir en aquel tiempo, ¿por qué no es posible que en el momento presente haya una situación parecida en Italia y tal vez en otras iglesias particulares? ¿Acaso la Iglesia ha adquirido por el paso del tiempo una indefectibilidad más intensa que la recibida de Cristo?