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¿Quién quiere una guerra con Irán?

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El 21 de septiembre de 1976, mientras su coche rodeaba el Sheridan Circle en Embassy Row, el ex embajador chileno Orlando Letelier fue asesinado por un coche bomba. Murió con él Ronni Moffitt, una mujer estadounidense, de 25 años de edad, que trabajaba con Letelier en el izquierdista Institute for Policy.
Michael Townley, un ex agente de la CIA al servicio de la inteligencia de Chile, confesó la utilización de cubanos anticastristas para matar a Letelier, lo que fue considerado como un acto de terrorismo en el territorio de los EE.UU.
Lo que lleva a formularse una pregunta: ¿acaso los asesinatos de cuatro científicos iraníes relacionados con el programa nuclear de Irán -perpetrados en Teherán, mediante bombas colocadas en sus automóviles- no son actos de terrorismo? ¿Si los soviéticos de la era de Stalin o Kruschev, hubieran asesinado a cuatro científicos estadounidenses en Washington, no lo habríamos considerado como actos de terrorismo y guerra?
Irán ha acusado a Estados Unidos e Israel de asesinato. Pero Hillary Clinton negó con énfasis cualquier complicidad norteamericana: “Quiero negar categóricamente toda participación de los Estados Unidos en cualquier clase de acto violento en el interior de Irán.”. “Los Estados Unidos no tuvieron absolutamente nada que ver con esto”, añadió el vocero del Consejo de Seguridad Nacional, Tommy Vietor; “Condenamos enérgicamente todos los actos de violencia, incluidos actos como este”, dijo el mismo funcionario.
Victoria Nuland, portavoz de Clinton en el Estado, se expresó condenando “cualquier asesinato o atentado contra una persona inocente, y expresamos nuestras condolencias a la familia”.
El científico asesinado era supervisor en la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz, que recibe inspecciones regulares por parte de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Si Irán está construyendo una bomba, no es en Natanz.
La negación de la participación de los EE.UU. deja al Mossad como el principal sospechoso. Israel no lo ha negado, y esto viene en un momento delicado en sus relaciones con los EE.UU.
En la revista Foreign Policy, el escritor e historiador Mark Perry, invocando documentos de la CIA, alega que los agentes del Mossad en Londres se hicieron pasar por miembros de la CIA y contactaron a Jundallah, un grupo terrorista, para sobornarlos y reclutarlos para participar en actos de terror dentro de Irán . Jundallah ha llevado a cabo ataques en provincia de Sistán-Baluchistán, matando a funcionarios del gobierno, soldados, mujeres y niños.
De acuerdo con Perry, cuando George W. Bush se enteró de que los agentes del Mossad se hicieron pasar por agentes de la CIA para reclutar terroristas, se puso furioso. Sin embargo, Meir Dagan, jefe del Mossad en ese momento, lo niega, e, irónicamente, ha llamado a cualquier ataque israelí a instalaciones nucleares de Irán “la cosa más estúpida que he escuchado.”
¿Quién dice la verdad? No lo sabemos a ciencia cierta.

Lo que sí sabemos es que “Bibi” Netanyahu está desesperado por lograr que los EE. UU. lancen un ataque con misiles para impedir que Teherán se convierta en la novena potencia nuclear del mundo. Y de él se hacen eco no sólo los neoconservadores norteamericanos, sino también los candidatos republicanos, con excepción de Ron Paul. Tampoco debería sorprendernos.

Para involucrar a Estados Unidos en su guerra con Alemania, Winston Churchill preparó a William Stephenson, A Man Called Intrepid, junto a cientos de agentes en Nueva York, para que se involucraran en prácticas como el soborno y la extorsión de los de los senadores norteamericanos, para lograr así la entrada de los EE. UU. en la guerra y sacar del fuego las castañas de Inglaterra. Esto es lo que hacen los países desesperados.
Y mientras los EE. UU. se mantuvieron fuera de la guerra europea, hasta que Adolf Hitler invadió Rusia, asegurándose que rusos, no estadounidenses, murieran por millones para derrotarlo, con el tiempo, Norteamérica fue manipulada hacia la guerra.
Quienquiera que sea el asesino de los científicos iraníes, ya sean terroristas locales, el Jundallah iraní a instancias de Israel, o el Mossad, el objetivo es claro: enfurecer a los iraníes para que ataquen a los Estados Unidos, provocando una guerra con Irán.
¿Sería una guerra en beneficio de los Estados Unidos? Algo para reflexionar.

Mientras el poder aéreo y naval de los EE.UU. prevalecería, la población civil iraní fallecería, ya que algunas de sus instalaciones nucleares se encuentran en zonas pobladas. Por otra parte, no podemos asesinar los conocimientos nucleares de Irán ha adquirido. Por lo tanto, sólo retrasaríamos su programa nuclear por algunos años. Y un Irán ensangrentado y golpeado, se jugaría completamente por adquirir una bomba.

El régimen, en apoyo del cual se manifestarían sus habitantes, saldría aún más fortalecido. Los bombardeos de los norteamericanos no movieron a los alemanes a deshacerse de Hitler, ni sirvieron para que los japoneses eliminaran a su emperador. Y carecemos de las tropas terrestres para invadir y ocupar un país que tiene tres veces el tamaño de Irak.
Todos los barcos de los EE.UU., incluidos los soportes del Golfo Pérsico, estarían en riesgo frente a los misiles costeros y a los barcos de misiles de la marina de Irán. Cualquier batalla naval colocaría los precios del petróleo a 200 y 300 dólares el barril. Allí va la eurozona.
Hezbollah en el Líbano, los chiítas de los campos petroleros sauditas y Bahrein, puerto de origen de la Quinta Flota, y los agentes de Irán en Afganistán e Irak, podrían poner la región en llamas.
Cuando los Estados Unidos emprendieron la campaña hacia Bagdad, en 2003, el general David Petraeus se preguntó: “Díganme cómo termina esto”.
Antes de que algún agente provocador nos empuje a la guerra con Irán, el Congreso debería debatir la conveniencia de autorizar al presidente Obama, o a cualquier otra persona, a tomar la decisión de meter a los Estados Unidos en su quinta guerra en una generación en el Medio y Cercano Oriente.

© Traducción: Grupo Infocaótica.
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