| 17 enero, 2012
—¿Cómo se se ha llegado en la Iglesia latina a este desinterés por su propio patrimonio de canto litúrgico?
—¿Cómo se se ha llegado en la Iglesia latina a este desinterés por su propio patrimonio de canto litúrgico?
—El mundo cambia rápidamente. Cada treinta o cuarenta años es necesario revisar las estrategias para adaptarlas a los retos actuales. La falta de interés por los repertorios latinos fue consecuencia del inmovilismo que implantó en este ámbito San Pío X mediante su Motu Proprio Tra le sollicitudini de 1903. Con aquella reforma, la Iglesia respondía a una serie de desafíos del momento: contrarrestar la influencia del estilo operístico en la música sacra, unificar cantos y prácticas litúrgicas muy diversas a fin de presentar un frente unido a los violentos ataques de que era objeto, y para ello, definir una estética del canto litúrgico que se apartaba de la del Antiguo Régimen. Esta estrategia, adaptada al contexto de finales del siglo XIX, se implantó en la década de 1920.Y treinta años más tarde, ya no respondía a las necesidades de la Posguerra. Era desde luego una vuelta a las fuentes, pero la reforma de San Pío X fue tan profunda que, inevitablemente, tuvo el aspecto de una ruptura.
Tampoco fue ésta, originalmente, la intención de los Padres del Vaticano II. Pero la reforma litúrgica de 1969 condujo al abandono del canto gregoriano, pese a que el Concilio lo había confirmado como «el canto propio de la liturgia romana», al que se debía conceder «el primer lugar» (Constitución Sacrosanctum Concilium, n.º 116).
Yo añadiría incluso que la Iglesia debe ser capaz de asumir la totalidad de su patrimonio musical. Esto se expresa claramente en la citada Constitución conciliar sobre la liturgia, n.º 114: «Consérvese y cultívese con sumo cuidado el tesoro de la música sacra». La reforma precipitó el abandono de una forma de interpretación del canto gregoriano que ya no correspondía a las ganas de vivir de la mayoría de los actores litúrgicos. Corrían los años 60 y Europa occidental sentía la necesidad de «mudar de piel» para olvidar los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el drama de la Descolonización. Hoy el contexto es totalmente diferente.
— ¿Cómo analiza usted la situación actual de la Iglesia en este tema?
—Paradójicamente, todo está a punto para que las cosas cambien, y rápidamente. Juan Pablo II fue más bien mediocre en materia litúrgica, pero sin embargo erigió la Fraternidad de San Pedro y otros institutos vinculados al rito romano tradicional; en varias ocasiones manifestó en términos muy claros lo que esperaba de los obispos respecto al lugar que deben tener en la Iglesia los católicos ligados al rito antiguo. Juan Pablo II también subrayó reiteradamente la importancia de las relaciones que deberíamos cultivar con las iglesias orientales. En cuanto a nuestro Papa actual, si bien ha expresado claramente su solicitud por reconciliar a los católicos con su patrimonio litúrgico, tropieza sin embargo con la notoria resistencia de muchos obispos, particularmente de los franceses. [Nótese que esta entrevista es anterior al Motu Proprio Summorum Pontificum, promulgado sólo un mes después, N. del T.] Sin embargo, para que las cosas cambien, es necesario entender la urgencia de restaurar la verdadera tradición del canto litúrgico, más allá de la reforma de San Pío X. Y que la Iglesia lo considere como una prioridad. Llevo más de veinte años haciendo sonar la alarma, y me siento un poco solo. Pero algunos indicios recientes sugieren que no todo está perdido, pese a que la tarea pendiente es enorme.
—Usted forma en el canto gregoriano a las comunidades religiosas que se lo piden: ¿Por qué y cómo acuden a usted con tal petición?
—Estamos en los comienzos. Yo no formo a comunidades, pero algunas se han dirigido a mí, discretamente. Hay jóvenes religiosos conscientes de la brecha que los separa del canto tradicional de la Iglesia, tanto en comunidades nuevas, que ignoran latín, como en comunidades tradicionales, conscientes de que el gregoriano que les han enseñado está obsoleto. Sienten un malestar; algunos conocen mis discos y me piden consejo. De momento no hay más que eso. Pero para ser realmente eficaz, es necesario repasar los fundamentos, y ante todo la salmodia y el arte de la lectura cantada de textos sagrados. Dos disciplinas que son la base de la acción litúrgica.
* Traducción: Mendrugo.