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Los errores y el descubrimiento de la verdad

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“En la postura epistemológica de Santo Tomás se destaca esta norma elemental de objetividad, que él enuncia siguiendo a Aristóteles: en la aceptación o el rechazo de opiniones el hombre no debe dejarse guiar por el amor o el odio que pueda experimentar por el que opina, sino más bien por la certeza de la verdad. En realidad, corresponde amar tanto a aquellos cuya opinión seguimos como a aquellos cuya opinión repudiamos; unos y otros se empeñaron en la búsqueda de la verdad y en eso unos y otros nos ayudaron. Pero corresponde seguir la opinión de aquellos que con mayor certeza llegaron a la verdad. Observa también el Doctor Angélico que la historia del pensamiento muestra que la conquista de la verdad se logra paso a paso, y que hace falta la contribución de muchos; incluso los que se equivocan ayudan a su manera, indirectamente, ya que su experiencia fallida invita a que los demás procedan con mayor atención y diligencia en la investigación. Y remata el argumento con esta recomendación bien ponderada: Es justo que demos gracias a quienes nos han ayudado en algo tan bueno como es el conocimiento de la verdad; no sólo a aquellos que según estimamos la han alcanzado y con cuyas opiniones coincidimos al seguirlas, sino también a quienes han procedido superficialmente en la indagación y cuyas opiniones no podemos seguir. Porque también éstos nos han dejado algo: un cierto ejercicio en la búsqueda de la verdad (In II Metaph., lect. 1, 287s. cf. In XII Metaph, lect. 9, 2566).
Tomás ha aplicado este criterio en su estudio de los autores que lo precedieron y en el diálogo con los pensadores contemporáneos suyos. Buscaba información, registraba todas las opiniones y las juzgaba por su valor intelectual, por su valor de verdad, sin tener en cuenta su origen. Procedía así no sólo dentro de su propia tradición de pensamiento, sino más allá de su cercano horizonte cultural. Fue ejemplar su revisión de Aristóteles, para lo cual solicitó nuevas traducciones y entabló una discusión memorable con Averroes. Estudió cuidadosamente a los autores árabes y judíos. Avicena influyó mucho en sus primeras posturas metafísicas y Maimónides le ofreció un ejemplo de posible síntesis entre la filosofía aristotélica y la fe bíblica. En aquel encuentro intercultural Tomás dispensó una atención benévola a la intuición que inspiraba las posiciones de sus interlocutores y cuando confrontaba con ellos lo hacía con el ánimo de progresar en el descubrimiento y la expresión de la verdad. Participó con dedicación protagónica y con gran humildad de la efervescencia intelectual que caracterizó a su siglo.” (Héctor Aguer)
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