| 20 septiembre, 2011
Desde nuestra humilde bitácora intentamos una vez educar a José Miguel Arráiz. Nos encontramos hoy con una nueva perla del apologeta bolivariano, que nos persuade del poco éxito de nuestro anterior intento.
Evidentemente Arráiz se muestra incapaz de interpretar al p. Martín Rubio, que ha dejado en claro que para ser católico no se necesita aceptar todas y cada una de las proposiciones contenidas en los documentos del Vaticano II, por la sencilla razón de que tienen muy diverso valor magisterial. Esperamos que el siguiente ejemplo sea de utilidad:
Ticio, fiel católico, sostiene una opinión teológica que difiere de una enseñanza del Magisterio no infalible del Vaticano II. Supuesto que Ticio se equivocara, su opinión podría ser calificada con la censura de error en doctrina católica o de sentencia temeraria (las censuras varían según el manual que se consulte). Su acto de opinar podría ser un pecado de desobediencia (material o formal, no entramos en el tema) y, sin embargo, no por eso dejaría de pertenecer a la Iglesia católica (la Iglesia también se compone de pecadores), ni su pecado llegaría a tener entidad suficiente para considerarse un delito sancionado por el CIC o para privar de ciertos derechos (como el ejercicio legítimo del ministerio sacerdotal).
Asimismo, es nuestro deseo que este modesto aporte le sirva al venezolano, no para sentirse «en» la Iglesia (expresión ignaciana mal traducida), sino para sentir con la Iglesia en lo relativo al asentimiento debido al Magisterio, que debe ser diferenciado según el diverso valor y jerarquía de sus proposiciones.