La nota de justicia y paz – Por Félix A. Lamas

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NOTA DEL PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE del 24 de octubre de 2011, según la versión italiana del sitio web oficial de la entidad titulada: “Per una riforma del sistema finanziario e monetario internazionale nella prospettiva di un’autorità pubblica a competenza universale”.
Pablo VI instituyó, mediante un Motu Proprio publicado el 6 de enero de 1967 (Catholicam Christi Ecclesiam), la Pontificia Comisión «Justitia et Pax». En 1988 Juan Pablo II modificó su estatuto, convirtiéndolo en lo que hoy es (un consejo asesor), sin funciones de magisterio ni jurisdiccionales. Desde su origen, la entidad se hizo eco de las tendencias políticas más progresistas o desarrollistas plasmadas en la Populorum Progressio(respecto a esta encíclica, recuerdo que Arturo Frondizi me comentó personalmente que él, a pedido del papa, había sido el autor del anteproyecto o borrador). Los autores de la nota pensaron quizás influir en la reciente reunión del Grupo de los 20, pero parece que la opinión del Pontificio Consejo Justicia y Paz ni siquiera fue considerada. Periodistas vaticanistas y el propio L’Osservatore Romano han informado que el Card. Bertone, Secretario de Estado del Vaticano, está molesto con el Consejo Justicia y Paz y en desacuerdo con el documento, que no sólo no expresa la posición de la Santa Sede sobre el asunto sino que está en contradicción con la doctrina de la encíclica Caritas in veritatede Benedicto XVI.
 El Consejo expone como premisas de su argumentación:
1°. Parte, como presupuesto, de la necesidad de que la actividad económico-financiera esté sujeta a la moral.
2°. Es deseable o necesario que la comunidad internacional llegue a organizarse como comunidad política mundial.
3°. Pues sólo así podrá realizarse el bien común universal.
4°.  En su argumentación usa dos principios: el de subsidiariedad (que curiosamente usa al revés, para justificar la necesidad de la existencia de una instancia superior “subsidiaria”) y el de solidaridad, que sería el impulsor moral de la unidad mundial.
El documento concluye proponiendo la creación de una autoridad financiera mundial con facultades para reglar la actividad financiera a escala universal, sugiriendo incluso la creación de un tributo (tasa) a todas las actividades de esta naturaleza.
Esta argumentación merece, a mi entender, las siguientes observaciones:
a) Es curioso que, al invocar que la actividad debe estar sujeta a la moral, no se hace mención a los principios que la Iglesia, en perfecto acuerdo con Aristóteles y toda la tradición, ha sostenido en relación con la ilegitimidad de la usura. El documento del Consejo parece no advertir la relación de la crisis actual con un sistema de usura organizada.
b) No sólo no es deseable o necesaria la existencia de un estado mundial, sino que ello es gravemente contrario al Derecho natural. En este sentido, la doctrina de la Escuela Española del Derecho Natural y de Gentes (Vitoria, Soto, Molina y Suárez) es paradigmática. Sobre este asunto me he extendido en mi Principios Internacionales, en el Ensayo sobre el orden social y más recientemente en una de mis participaciones en los Congresos de Bolzano del Instituto Internacional de Estudios Europeos.
c) El concepto de “bien común” es análogo; hay, en efecto, entre otros, un bien común familiar, un bien común de los contratos, un bien común societario, un bien común municipal, un bien común político y un bien común internacional. Ahora bien, sólo el bien común político es autárquico, en el sentido de autosuficiente en el orden temporal de los fines humanos (la Santa Iglesia es también, y en forma eminente, una comunidad autárquica o perfecta); los otros analogados no son fines autárquicos y no pueden generar, por lo tanto, una comunidad autárquica o estatal. El bien común internacional, por ejemplo, se identifica con la paz y la cooperación internacionales, y está ordenado a facilitar la realización de los fines del Estado.
d) El principio de subsidiariedad no puede ser usado para justificar una concentración mundial de poder; y si se habla de solidaridad como principio, el mismo sólo sería válido en cuanto tal, en tanto se lo entienda como una formulación del principio de la primacía del bien común.    
Creo que pretender crear una autoridad mundial como la que propone el Consejo, lejos de significar una realización de la justicia y la paz, es algo que conduce a la tiranía universal.
Félix Adolfo Lamas
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