| 28 septiembre, 2012
Reproducimos aquí dos entradas de una bitácora que trae interesantes testimonios acerca de Tradición, Familia y Propiedad y los Heraldos del Evangelio.
I. Salvando la figura del Dr. Plinio y su constante esfuerzo por darle al grupo un fundamento doctrinario, intelectual, racional, se puede afirmar que las bases de la institución son mayoritariamente sentimentales y pasionales: su racionalidad es sometida a su apasionamiento, a su entusiasmo, esto es: no es necesario entender mucho, es necesario ser entusiasmado. El grupo no está interesado en adeptos que piensen sino en adeptos que se entusiasmen. A mayor entusiasmo menos críticas ni disidencias, quien está entusiasmado no puede, ni quiere, ver ni aceptar otras opciones. El grupo le teme al desarrollo intelectual ya que es con él que salen a la luz las grandes contradicciones internas.
Así, la vida intelectual en las sedes ha sido siempre prácticamente inexistente, incluso se podría decir que casi no hay intelectuales en el grupo. El grupo fundado y liderado por el Dr. Plinio se fue transformando, con el pasar del tiempo, en un círculo cada vez más cerrado sobre sí mismo, en un ejercicio creciente de auto contemplación, llegando a los extremos del aislamiento los últimos años antes de su muerte, cuando se va abandonando cualquier actividad pública.
Unos pocos, llevando una vida de camaldulenses, hacían estudios más serios sobre algunos temas, pero al margen del común del grupo. Algunos de estos se reunían una vez por semana en la llamada “comisión médica” donde exponían sus estudios según los lineamientos que el Dr. Plinio les iba dando. Lamentablemente los miembros de esta «comisión médica» no eran ni bien vistos, ni apreciados por los entusiasmados quienes veían en ellos personas sin valor, perdiendo el tiempo y haciéndole perder tiempo al Dr. Plinio, sin embargo eran estos intelectuales quienes se dedicaban a proporcionar material para la publicación de los diferentes libros que a lo largo de la existencia de la TFP iban apareciendo. Una entidad como esta dedicada en parte a la lucha ideológica no puede justificar esa laguna tan grande, es decir que el único autor era el Dr. Plinio y esporádicamente un par mas. Pero, nuevamente, dedicarse a algún estudio o a alguna actividad intelectual era muy algo muy mal visto internamente, incluso el estudiar al Dr. Plinio y su obra era desestimulado: no hay que entender, hay que amar.
Por otro lado en el grupo se desalentaba cualquier estudio extramuros por diferentes razones: La bagarre llega este año, no tiene sentido estudiar una carrera que no tendrá utilidad en el Reino de María. El Grand Retour nos infundirá la Ciencia y Sabiduría Divina. Las universidades están llenas de mujeres (fassuras) y los compañeros serán todos filhos das trevas, que nos incitarán al pecado y a la Revolución. Estudiar nos generará «carrerosa» (mundanismo) y uno podría terminar queriendo más su carrera que la vida del grupo.
El Dr. Plinio en innúmeras ocasiones se quejó de la falta de formación de los miembros del grupo y las pocas e inconsistentes iniciativas de Joao Clá para intentar mejorar esa situación entre los jóvenes a su cargo tuvieron resultados prácticamente nulos. Es que la formación académica o intelectual no era ni de lejos una cuestión que le preocupase a Joao. Desde que en las diferentes reuniones se dejasen la garganta gritando “ooohhh!”, «fenomenaaaaal!» cada cinco minutos por cualquier bobada estaba todo bien, y cuando terminaba la reunión y uno rataba de comentar algo era como si esta se hubiera evaporado de sus mentes. No era otra cosa que participar en una histeria colectiva, como en un concierto de rock, en el que se grita sin saber siquiera de qué va lo que se está escuchando.
Esa misma vida que hacíamos en la TFP continua exactamente igual en los HE. Los primeros sacerdotes de los ahora Heraldos del Evangelio vienen justamente de ese vacío intelectual (salvo poquísimas excepciones), y no han asistido a un seminario con un currículum apropiado, sus ordenaciones han sido a las carreras, improvisadas, en general apenas si estudian algo metódicamente. Algunos recién empiezan a ir a universidades a estudiar filosofía y teología (finalmente, a pesar de no ser sino un mero trámite a cumplir). Sin embargo la tendencia es, al transformarse en una congregación sacerdotal, intentar que todos los posibles estudios sean dentro de la propia institución afín de evitar que se contaminen con doctrinas ajenas a ella y con ambientes normales.
Los gustos personales del Dr. Plinio marcan la vida del miembro del grupo. Cuando PCO era joven y estaba en las Congregaciones Marianas asistía a las reuniones en los salones parroquiales junto a las «velhotas» y los «carolas», inmerso en un ambiente de sebo, polvo y mediocridad asfixiante como él mismo describía esos años de su vida. Era común servir arroz con leche en esas reuniones, así el Dr. Plinio asoció ese postre con mediocridad. Eso no es nada raro en cualquier ser humano, la asociación de determinados gustos y situaciones construyen nuestros recuerdos. Pero nosotros, como sus discípulos, debíamos también rechazar ese postre por nuestra obligación de imitar al fundador, nunca se serviría arroz con leche en alguna sede, quien manifieste agrado por él estará en la rampa de la apostasía pues eso sería un «nódulo» de conflicto con el Fundador tal como nos enseña Joao Clá.
«El pescado es una excusa para comer una buena salsa» sentenció el Dr. Plinio. De ahí en adelante nadie en el grupo osaría elogiar un pescado por miedo a no estar en los pasos del Fundador. Al Dr. Plinio le gusta comer sesos de vaca, a mí no, entonces yo tengo un serio problema. Al Dr. Plinio no le gusta J. S. Bach, a mí sí, debo rectificar mis gustos pues si no estoy en el camino al infierno. El Dr. Plinio afirma que en el Reino de María no habrá chocolate, hay que dejar de gustar de él.
Estos son apenas un par de ejemplos de cómo era «la vida cotidiana en los tiempos de Plinio». Pero esa dependencia en gustos culinarios es apenas la punta del iceberg una vez que PCO opinaba sobre absolutamente todo, pasaba horas en reuniones, pequeñas conversaciones, comidas, traslados en coche y todos sus comentarios eran grabados para luego ser dactilografiados y dados a conocer a todos los miembros del grupo en el mundo entero. Joao Clá en sus reuniones los sábados y domingos, llamadas jour-le-jour, nos daba el resumen semanal de actividades y comentarios de Plinio, pero ni siquiera las seis horas que duraba cada reunión eran suficientes para digerir completa la semana de Plinio. De esa manera eran formados nuestros gustos en música, arquitectura, pintura, historia, culinaria, colores y sabores, en una palabra: todo, según el gusto particular de nuestro fundador.
Y como a Plinio le considerábamos como el mayor santo después de la propia Virgen María –la propia encarnación del Inmaculado Corazón de María (sic!)- sus comentarios los teníamos como sentencias divinas, imposibles de no seguir fielmente sin exponernos a la condenación de nuestras almas. Joao es el gran apóstol de esta peculiar unión con el fundador, ninguno de nosotros podía sospechar en aquellos no tan remotos años que él mismo se convertiría en un nuevo Plinio (a profeta muerto, profeta puesto) y sería considerado por unos como el co-fundador del Reino de María, por otros simplemente como el continuador de Plinio, sin embargo lo que no se podría sospechar jamás era que sus nuevos discípulos caerían en las mismas actitudes de servil alienación e imitación al nuevo jefe.
Para los nuevos adeptos que no conocieron a PCO, Joao es el modelo a imitar (¿si no me aman a mí que me conocen, como amarán al Dr. Plinio a quien no conocen?) y así volvemos al comienzo de la historia: si a nuestro papito le gusta el Guaraná Champagne, será mandatorio elogiar este refresco brasileiro. Si papitodice que hay que ocultar a Plinio y separase de él hasta que venga la bagarre, nadie protestará. Ayer papito despreciaba en público el sacerdocio y la jerarquía de la Iglesia, hoy se hace ordenar y le gusta mostrarse como «monseñor». Todo eso me hace reflexionar que para ser miembro del grupo hay que definitivamente dejar de pensar por sí mismo, abandonar todo raciocinio, apagar el cerebro y estar dispuesto a ser completamente manipulable.
Para los nuevos adeptos que no conocieron a PCO, Joao es el modelo a imitar (¿si no me aman a mí que me conocen, como amarán al Dr. Plinio a quien no conocen?) y así volvemos al comienzo de la historia: si a nuestro papito le gusta el Guaraná Champagne, será mandatorio elogiar este refresco brasileiro. Si papitodice que hay que ocultar a Plinio y separase de él hasta que venga la bagarre, nadie protestará. Ayer papito despreciaba en público el sacerdocio y la jerarquía de la Iglesia, hoy se hace ordenar y le gusta mostrarse como «monseñor». Todo eso me hace reflexionar que para ser miembro del grupo hay que definitivamente dejar de pensar por sí mismo, abandonar todo raciocinio, apagar el cerebro y estar dispuesto a ser completamente manipulable.