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Infalibidad monolítica

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Publicamos un artículo que ha traducido un amigo de nuestra bitácora. 

Infalibidad monolítica y divergencias entre antimodernistas
1.                   El mundo católico debe mucho al pueblo sencillo que conserva la fe verdadera, tanto como a los escritores y hombres de acción antimodernistas que en los últimos decenios han desarrollado ampliamente doctrinas y acciones en defensa del depósito sagrado de la Tradición. Envariados campos de la teología, especialmente en la eclesiología y en la liturgia, la profundización de los principios tradionales ha sido notable; y, en el terreno práctico de la vida católica, igualmente, los antimodernistas han batallado con un denuedo heroico que en el futuro la Historia de la Iglesia registrará destacadamente.
Divergencias en los medios antimodernistas
2.                  No son pocos, sin embargo, los desacuerdos que han surgido, en la teoría como en la práctica, entre los antimodernistas. Algunos aceptan incondicionalmente el Concilio Vaticano II, otros no. Algunos se denominan tradicionalistas, otros rechazan esa calificación [1]. Algunos dicen que el Papa Honorio fue hereje, otros lo niegan, y análogas divergencias las hay en relación a numerosos hechos de la historia de la Iglesia. Muchos adoptan algunas teorías doctrinales modernistas, estando a punto de apartarse de la ortodoxia, mientras siguen diciéndose tradicionalistas. Y por ahí siguen las diferencias en los modos de ver, llegándose con frecuencia a graves aversiones personales.
3.                  En el actual momento histórico, no parece posible conciliar posicionamientos tan diversos e incluso opuestos entre sí. Es de esperar que, con el tiempo, con la maduración de las ideas, con el influjo de la gracia que no puede abandonar a la Iglesia, las orientaciones de los fieles verdaderos caminen hacia convicciones convergentes y sólidas, y de que, sumisos al Magisterio como manda la ley de la Iglesia, los antimodernistas acaben por armonizar mejor sus posiciones, repetando siempre el viejo principio: in necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas.
¿Una infalibilidad monolítica?
4.                  Existe un punto doctrinal fundamental al que no se ve que los tratadistas más eminentes del antimodernismo, así como sus seguidores, den la importancia debida. Se trata del principio de que puede haber errores y herejías en documentos del Magisterio pontificio y conciliar no garantizados por la infalibilidad [2]. En efecto, ese principio está en general ausente de los argumentos antimodernistas, que en los últimos decenios han alimentado y sustentado el orbe católico en la buena doctrina.
5.                  Negar de modo absoluto la posiblidad de error o incluso de herejía en documento pontificio o conciliar no garantizado por la infalibidad, es atribuir a esta un carácter monolítico, que no corresponde a lo que Nuestro Señor quiso e hizo al instituirla. Las prefiguras neotestamentarias son claras: la barca de Pedro casi zozobró, siendo salvada solo por un milagro; Pedro renegó de Jesucristo y no estuvo al pie de la Cruz. Parael episodio de la resistencia de San Pablo y San Pedro en la cuestión de los ritos judaicos, búsquense las explicaciones más sutiles que puedan ser excogitadas, pero es incontrovertible que San Pedro era “digno de reprensión” (“reprehensibilis erat”) [3].
De las enseñanzas no infalibles
6.                  En la historia de la infalibilidad pontificia prevalece hasta nuestros días, infelizmente, incluso en autores tradicionales de los más consagrados, la división simplista y dicotómica, según la cual el Papa solo puede hablar, en materia doctrinal: (1) como doctor privado, o (2) en una definición infalible del Magisterio extraordinario. Para tales autores, “non datur tertium”, esto es, no hay otro modo por el que el Papa pueda hablar, no hay manera de escapar de esas dos alternativas. En esa linea queda en la sombra la tercera posibilidad, que es la de un pronunciamiento magisterial público pero no infalible. En efecto, fue apenas a partir del siglo XIX cuando se explicitó mejor y cristalizó la noción de Magisterio ordinario no infalible, y cuando los Papas y los grandes doctores profundizaron la doctrina preciosa y riquísima según la cual el Magisterio Ordinario puede gozar de infalibilidad, cuando siendo universal en el tiempo y el espacio, cumpla además las otras condiciones de la infalibilidad.
7.                  Grandes autores de la neoescolástica, preocupados por combatir el liberalismo, el modernismo y herejías afines, destacaron siempre la autoridad doctrinal papal, pareciendo insinuar a veces una infalibilidad monolítica, que subsistiría de modo absoluto en todas las circunstancias, como si no dependiese de condiciones, ni siquiera de las que habían sido expresamente declaradas en el Concilio Vaticano I. En la neoescolástica se encuentra sin embargo, con frecuencia, mayor precisión en esos conceptos, tornándose claro de esta manera que ocasionalmente, o en períodos de crisis, o quizá en otras circunstancias extraordinarias, son posibles pronunciamientos papales que no expresen la verdad. Y, en esta materia, lo que vale para el Papa vale también, mutatis mutandis, para el Concilio [4].
8.                  Hay quien dice que, aunque no siempre garantizado por la infalibilidad, un pronunciamiento doctrinal papal o conciliar no puede contener error. Esa posición se enuncia mejor de la sigiente forma: decir que una enseñanza no es infalible, no significa que en ella pueda haber error, significa tan solo que tal enseñanza no está formalmente garantizada por el carisma de la infalibilidad; para esa enseñanza, por lo tanto, incluso no estando asegurada por la infalibilidad, permanece la asistencia del Espíritu Santo, y por lo tanto vale el principio de que no puede contener error. – La buena doctrina, con todo, es otra. Esa asistencia prometida a la Iglesiapuede ser absoluta, asegurando la verdad de la enseñanza, y lo es cuando están cumplidas las condiciones de la infalibidad. Cuando, empero, no están cumplidas tales condiciones, es posible el rechazo de la gracia por el hombre. Y se aplica entonces la regla enunciada por Santo Tomás: “quod potest esse et non esse, quandoque non est” (“lo que puede ser y no ser, a veces no es”). En sana lógica, no se ve como acoger la noción inflacionada monolítica de la infalibilidad, que llevaría al absurdo de un “falible infalible” [5].
Distinguiendo herético de “heretizante”
9.                  Si puede haber error o incluso herejía en documentos papales y conciliares, a fortiori, puede haber en ellos proposiciones merecedoras de censuras menos graves. Aplicado ese principio al Concilio Vaticano II, se ve que el problema no es solo saber si en el habría herejías formales, sino también verificar si, en contraste con la Tradición, hay en sus documentos finales proposiciones favorecedoras del error o de la herejía, con resabios de error o de herejía, ofensivas a los oídos piadosos, escandalosas, o merecedoras de otras censuras teológicas. En una palabra, no se trata solo de saber si en el Concilio hay errores o herejías sino también de verificar si en él hay proposiciones hetizantes [6].
10.              Manifiestamente, una proposición conciliar erronea, herética o heretizante no se incorporaría al patrimonio de las verdades de fe, por no estar ahí cumplidas las condiciones de la infalibidad del Magisterio ordinario. Tal proposición sería una declaración fallida del concilio, el cual no goza de una infalibilidad monolítica. Además en caso de que concurran varias proposiciones heretizantes, articuladas entre sí en un mismo sistema, éste, igualmente, no se incorporaría a la doctrina de la Iglesia.
En conclusión
11.               Entiendo que son apodícticos los argumentos escriturísticos y de la Tradición que fundamentan la doctina de la posibilidad de error y herejía en un documento papal y conciliar no infalible. Por otra parte, la noción de la infalibilidad monolítica inspira la mayor parte, tanto de los sedevacantistas, como de los neoconciliares que atribuyen fuerza dogmática al Vaticano II; y está en la raíz de las dudas, perplejidades y angustias que atormentan a numerosos espíritus fieles. Un amplio esclarecimiento de esa materia sería un factor de convergencia, adecuado para eliminar malentendidos y para reducir diferencias de visión que hay, en la doctrina y en la práctica, entre pensadores y movimientos antimordernistas.
N. de R.: el libro del autor aquí citado, en portugués, puede consultarse aquí.
Notas:
[1] Para indicar el género de aquellos que abrazan la fe verdaera, siguiendo la Tradición católica, empleo preferentemente el término “antimodernistas”, que parece más abarcante que los demás que son de uso corriente, como “tradicionalistas” y “antiprogresistas”.
[2] Ver “La Nouvelle Messe de Paul VI: Quén Penser?”, que publiqué en 1975, Difusion de la Pensée FranÇaise, Chiré-Montreuil, parte II, caps. IX et X, y los trabajos allí citados.
[3] Gal. 2, 11.
[4] “(…) el problema del criterio de la infalibilidad no se pone de manera esencialmente diferente en el caso del papa y del conclio ecuménico. Uno y otro, en efecto, pueden tener la intención de revestir su autoridad de manera parcial, o de manera irrevocable. Solamente esta última voluntad es criterio cierto de infalibilidad (Charles Journet, “L’Église du Verbe Incarné”, Desclée de Brouwer, 3ª ed. Aumentada, 1962, t.I, p. 578, nº 1)]
[5] La expresión es de Jean Madiran, en Le faillible infaillible: l’analyse de Jean Madiran, La Riposte Catholique, 27.11.2012.
[6] Se puede preguntar si lo que aquí escribo no chocaría con la llamada de Benedicto XVI, en el discurso a la Curia Romana de 22-12-2005, para que el Concilio sea interpretado según una “hermenéutica de la reforma en la continuidad”. – En la misma ocasión, el Papa declaró que la aceptación del Vaticano II, “en gran parte de la Iglesia”, esto es, entre los antimodernistas, depende de una “justa clave de lectura y de aplicación”. En espíritu filial y de religiosa sumisión al Magisterio vivo en toda la medida que la doctrina católica impone, digo que las dudas y polémicas sobre el Vaticano II, que desde hace décadas llenan de perprejdad a los católicos fieles, ciertamente se reducirán, o incluso tal vez desaparecerán, si Su Santidad declara, de modo más específico de lo que hasta ahora lo ha hecho, cual es esa “clave” de la interpretación del Concilio como ”reforma en la continuidad”. Por su naturaleza, esa declaración no puede dejar de esclarecer si es teológicamente posible que haya proposiciones heréticas o heretizantes en las enseñanzas conciliares de carácter doctrinal que no hayan cumplido los requisitos de infalibilidad.
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