| 26 octubre, 2011
Una objeción habitual a las críticas de los movimientos es la de los casos aislados. La apologética institucional acepta críticas, pero siempre bajo la condición de que lo criticado de hecho se da en algunos casos, que nunca es posible generalizar. Si el argumento fuera correcto, la crítica a los movimientos no sería legítima más allá de las denuncias singulares.
Sin embargo, muchas veces los problemas de los movimientos se deben a conductas que tienen suficiente difusión entre una parte significativa de los miembros del grupo. Aunque no pueda decirse que todos se comportan de determinada manera, por la contingencia del obrar humano, sí es posible inferir que hay unos patrones de comportamiento que tienen suficiente aceptación en la praxis habitual de los miembros. Unas veces, se trata de simples usos o costumbres, más bien informales, no explícitamente reconocidas como tales. Para la sociología la costumbre es un hábito adquirido por la práctica frecuente de un acto; las costumbres de una institución son el conjunto de inclinaciones y de usos que forman su carácter distintivo. Generalmente se distingue entre las que cuentan con aprobación institucional y las malas costumbres, que son relativamente comunes, pero no tienen aprobación institucional, y son contrarias las a normas que muchas veces han sido promulgadas para modificarlas.
Cuando las costumbres cuentan con aprobación institucional, expresada en normas, estamos ante un indicio de lo que en sociología se conoce como institucionalización. ¿Qué significa institucionalización? Es un proceso por el cual la manera de obrar de un grupo recibe una forma permanente y objetiva aprobada por sus miembros. En forma esquemática podemos describir este proceso: la experiencia permite descubrir pautas operativas que cristalizan en costumbres estandardizadas. Con el tiempo esos patrones de conducta son sustentados por todo un cuerpo, o una parte relevante, que los justifica como una actividad necesaria. Se suelen mencionar cuatro etapas del proceso de institucionalización: 1. Formalismo. Las conductas informales reciben un reconocimiento “legal”, en el seno del propio grupo, por lo cual la estructura se hace más definida y rígida. La consecuencia es que se reduce el margen de espontaneidad operativa y las desviaciones quedan sometidas a un control más organizado (formal). 2. Tendencia a perpetuarse en el tiempo. Existe un interés por parte de los miembros, y especialmente por parte de los dirigentes de la institución, en dar permanencia temporal a las conductas formalizadas. 3. Identificación con los valores. La formalización busca que el individuo se identifique con la institución, de modo tal que ésta con sus costumbres institucionalizadas pase a ser un bien en sí mismo y no sólo un instrumento en la búsqueda de su fin último. 4. Selección de sus miembros. Poco a poco, la institución selecciona a sus miembros por el mayor o menor ajuste de sus conductas a lo institucionalizado. Ante la presión exterior, la institución premia a quienes mejor realizan las conductas formalizadas y margina, o expulsa, a quienes no están plenamente identificados con ellas.
La crítica seria de las derivas sectarias de los movimientos, no se interesa por los casos aislados, ni por algunas malas costumbres, diligentemente prevenidas y sancionadas por las autoridades, dentro de unos márgenes razonables compatibles con la falibilidad humana; lo que interesa, sobre todo, son las costumbres que han recibido institucionalización.
Durante muchos años, la apologética institucional del Opus Dei respondió a sus críticos -en los supuestos más concesivos y “generosos”- con el tópico de los posibles casos aislados, que sin embargo se excusaban con la falibilidad de los seres humanos; después de todo, quién está libre de pecado para arrojar la primera piedra… O bien con una analogía con la Iglesia universal: la Obra es santa, sus miembros somos pecadores.
La aparición de la web opuslibros no significó una novedad en el contrapunto de críticos y defensores hasta la publicación de los denominados documentos internos. Porque a partir de ese momento fue posible vincular numerosos testimonios coincidentes en cuanto a la descripción de unos hechos con pruebas escritas. Los documentos internos son la prueba que confirma que la heteropraxis vigente en la prelatura no se limita a casos aislados, ni tampoco se trata de malas costumbres carentes de aprobación formal por parte de las autoridades, sino que son el resultado de un lento y laberíntico proceso de institucionalización.
La reciente noticia sobre las acciones judiciales tendientes a eliminar de internet esos documentos internos, revela el grado de negación de la realidad al que se puede llegar partiendo del “sostenella y no enmendalla”. Ceguera que, además, se mostrará inútil en la actual era de las comunicaciones. Tal vez los asesores del prelado del Opus Dei no se haya dado cuenta, pero se acabaron los tiempos en que era eficaz comprar todos los ejemplares de un libro crítico para impedir su difusión. Estamos pasando de la galaxia Gutemberg a la galaxia internet. ¡Y en la galaxia Opus no se enteran!