¿Filochinistas?

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El régimen comunista de China creó en 1957 la Asociación Patriótica Católica China (APCC) que es un organismo que busca someter a la Iglesia católica. La APCC plantea varios problemas: obstaculiza la libertad de la Iglesia y la somete al control estatal; consagra obispos sin mandato pontificio y les confiere misión canónica con independencia de la Santa Sede; y tiene diferencias doctrinales, derivadas del control gubernamental en la formación de los seminarios.
De acuerdo con el Departamento de Estado de los Estados Unidos (Informe de 2010), se calcula que hay un total de 12 millones de católicos en China. Unos 5,3 millones de fieles asisten a los lugares de culto de la APCC, que cuenta además con más de 70 obispos, 3000 sacerdotes y religiosas, 6000 parroquias y lugares de culto y 12 seminarios sometidos a la incidencia del gobierno. 
Esta situación hace que en China existan obispos fieles al Papa que han sido consagrados de manera pública, o en la clandestinidad, pero que ejercen un ministerio legítimo. Y otros que fueron consagrados sin mandato pontificio por presiones de la APCC. Muchos, luego de su consagración han reconocido la potestad del Romano Pontífice,  han regularizado su situación canónica y se les dado una misión canónica. Pero otros, no han realizado ningún reconocimiento.
La información sobre la APCC resulta útil para poner en contexto una parte de la entrevista al cardenal John Tong Hon que se publica en la vecina Infocatolica:
Quisiera hacerle una pregunta sobre algo ocurrido bastante tiempo atrás. ¿Es cierto, Eminencia, que usted estaba presente en la ordenación episcopal del obispo Aloysius Jin Luxian, ocurrida veintisiete años atrás?
Sí, estuve presente en aquella Misa. Era 1985. Yo entonces era un sacerdote de la diócesis de Hong Kong y desde 1980 dirigía el Holy Spirit Study Centre [el autorizado centro de investigación sobre la vida de la Iglesia en China]. Jin me pidió que estuviese presente. Quería tener mi apoyo en ese momento. Me había dicho que estuvo en prisión, que quería conservar su fe y su comunión con la Iglesia universal y que mandaría cartas a Roma para reiterar su sumisión a la Sede Apostólica y al primado del Papa. Decía haber ponderado todo en conciencia, y que en ese momento histórico le parecía que no había otro camino más que aceptar la ordenación episcopal. Dadas las circunstancias, le parecía una opción obligada para que siguiera adelante la diócesis de Shanghai y salvar el seminario. Siete años atrás la Santa Sede acogió sus pedidos y lo reconoció como obispo legítimo de Shanghai. Pero estas son cosas pasadas. Ahora hay que mirar hacia el futuro…
Aloysius Jin Luxian aceptó convertirse en obispo de Shangai en 1985, con la aprobación del gobierno, pero sin el mandato pontificio. Su ordenación fue ilegítima para el derecho de la Iglesia.  Y cabe aclarar que si el neocardenal cumplió la función de co-consagrante en la ceremonia, imponiendo las manos y recitando la oración, fue coautor de un delito. Pero resulta que en 2005 el obispo Jin Luxian «organizó» la consagración de su sucesor in pectore, Giuseppe Xing Wenzhim, este sí nombrado por el Papa, “elegido” por la diócesis y aprobado también por el gobierno Chino. Una «operación» diplomático-eclesial por la que también obtuvo para su episcopado la legitimación canónica y una invitación a Roma para el Sínodo sobre la Eucaristía al que finalmente no pudo asistir, todo ello 20 años después de su ilícita consagración episcopal.
Las ordenaciones sin mandato en China han llevado a que el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos emitiera una declaración sobre el delito de consagración ilegítima previsto en el canon 1382. El texto recuerda que hay circunstancias atenuantes que excluyen la pena u obligan a mitigarla, entre las que destaca la coacción por un miedo grave, aunque lo sea relativamente, la necesidad o el evitar un grave daño. Circunstancias atenuantes que toda aplicación equitativa de la ley canónica debe tener en cuenta. Y como lo ha recordado el comentarista Ludovicus, las atenuantes objetivas debieran tenerse en cuenta tanto para los chinos como para el caso del Arzobispo Lefebvre. 



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