| 07 diciembre, 2011
Prof. Luc Perrin*
Existe una convicción muy arraigada entre los católicos franceses, y en particular entre los obispos franceses, de que el Tradicionalismo —o como es llamado de forma negativa, intégrisme (el integrismo)— no es más que… un problema francés conectado con episodios políticos desagradables de nuestra historia nacional en la primera mitad del siglo XX. Incluso académicos como Etienne Fouilloux, Philippe Levillain y Florian Michel constantemente están remachando esta idea.
Hoy aquí mi meta está ya cumplida puesto que ustedes, los estadounidenses, saben muy bien que viven en la tierra prometida del catolicismo tradicional. Voy a darles un par de ejemplos sobre esta transición de la vieja Europa al Nuevo Mundo: Dos parroquias personales y una casi-parroquial, la última en mi propia diócesis de Estrasburgo, se establecieron antes de Summorum Pontificum pero nada ha cambiado desde entonces; en cambio, en América del Norte el número de parroquias personales creció casi diez veces y una se fundó en Roma en 2008.
Al comienzo, la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro era casi totalmente francesa, aunque un sacerdote germano suizo hubiese sido nombrado como superior general, el Padre Bisig. Pero luego, el P. Devillers, un francés, fue designado superior general, incluso antes de que existiera un distrito estadounidense de la Fraternidad. Y, finalmente, en 2006, el Padre Berg, una estadounidense, fue electo a la cabeza de la FSSP.
Antes de dar una mirada al paisaje actual del tradicionalismo en Francia, apodado Tradiland, es necesario exponer su controversial legado histórico, puesto que aún hoy tiene efectos. Entonces sí vamos a sugerir algunas perspectivas para los años venideros.
Aunque Francia haya tenido su cuota en la red integrista original establecida por Monseñor Benigni (1) bajo los auspicios de San Pío X, llamada en clave La Sapinière o el Sodalitium Pianum, el catolicismo francés debe mucho más a Charles Maurras (1868-1952) y su movimiento, Action Française (Acción Francesa), principalmente a comienzos del siglo XX y hasta la década del ’40. Aún hoy apodar a los tradicionalistas franceses con el mote infame de Maurrassiens es la forma más común de enterrar sus legítimas preguntas y pedidos, lo mismo que el considerar las afirmaciones negacionistas del obispo Williamson como si fuesen la postura oficial de la Sociedad, o para usar la terminología en uso, la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X. ¿Por qué?
Charles Maurras fue una luminaria intelectual de la extrema derecha apenas comenzado el siglo XX, cuando revivió el movimiento monárquico infusionándolo de un fuerte nacionalismo, del antisemitismo y de la pasión por la autoridad. Pero este admirador de la Iglesia era en realidad agnóstico y expresaba un fiero desprecio por las aspiraciones del llamado “Evangelio Social”, en relación a la encíclica de León XIII Rerum Novarum. Para demostrar esta influencia basta decir que el joven François Mitterand, futuro presidente francés socialista, criado en el seno de una familia muy católica, vivió en el París de la década del ’30 en una casa para estudiantes de la Acción Francesa; cuando se convirtió al catolicismo junto a su esposa Raïsa, el famoso filósofo Jacques Maritain militó en la Action Française hasta 1926. San Pío X había puesto algunas de las obras de Maurras en el Index en 1914 pero no quiso que se hiciera pública su decisión debido a que dicho movimiento era un precioso aliado en la lucha entre la Iglesia y la anticlerical Tercer República. En 1926 y 1927, Pío XI desenterró esta condena y agregó al Index al diario L’Action Française. En 1939 el movimiento fue prohibido por ley. Todo esto causó un gran trauma en las élites francesas católicas: familias divididas, el cardenal Billot privado de su birrete, el P. Le Floch CSSP expulsado como superior del seminario francés de Roma. Tanto Marcel Lefebvre como su hermano mayor René admiraban a Le Floch, aunque el futuro líder tradicionalista jamás perteneció a la Acción Francesa ni abrazó su filosofía.
Esta situación se vio empeorada por tres hechos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los maurrasianos se pusieron del lado del régimen del mariscal Pétain en Vichy, como el joven Jean Arfel (nombre real del ensayista Jean Madiran) o el abate Georges de Nantes, quien creía que el régimen colaboracionista de Pétain era el ideal del Estado católico según el modelo del Syllabus. Con la Liberación de Francia en 1944, Maurras fue enviado a prisión.
En los ’50 se produjo un fuerte debate entre los “integristas” anticomunistas y los “progresistas” que se veían atraídos por el comunismo, como el movimiento de sacerdotes obreros: era La Pensée Catholique contra Témoignage Chrétien, y el P. Congar OP se vio involucrado en esta controversia apasionante.
Pero aún, durante la guerra de independencia de Argelia (1954-1962), los “integristas” se encontraron con frecuencia del lado de los oponentes radicales del general de Gaulle. En 1962, cuando fue brevemente —por menos de 6 meses— obispo de Tulle, el arzobispo Lefebvre visitó a los líderes de la organización terrorista O. A. S., presos en su ciudad. También en Dakar manifestó alguna reserva sobre el proceso de paz —no en principio sino en la forma— que llevaba a la independencia de las colonias africanas francesas.
Este contexto político dio a la luz una red informal de clubes, asociaciones, periódicos, revistas y panfletos, y esta red vio en la oposición a las orientaciones del Vaticano II su rejuvenecimiento. Esto explica porqué el movimiento tradicionalista francés se formó muy temprano y forzadamente, si lo comparamos con el de América del Norte. A fines de 1964, se creó Una Voce Francia, sólo 6 meses después de la minúscula Una Voce Noruega, y la asociación francesa tuvo un rol muy activo en los ’60 y ’70, pero nada que hoy pueda compararse a la fuerza y la influencia que hoy tiene Una Voce Estados Unidos. El abate de Nantes y sus Hermanitos del Sagrado Corazón ya estaban en el frente de combate en 1963 y 1964, y fue penalizado canónicamente en 1966. Fue, asimismo, un pequeño grupo de seminaristas franceses de Roma, como el P. Aulagnier, durante mucho tiempo asistente del arzobispo Lefebvre en la Sociedad, quienes lo empujaron a lanzar el nuevo seminario tradicional, primero en Friburgo de Suiza y, luego, en Écône (1970).
Esta historia controversial hoy es ignorada casi por completo por la nueva generación de tradicionalistas y el nombre de Charles Maurras es poco conocido si acaso (2). El partido político de la extrema derecha, el Front National, siempre ha sido un partido secularista: la militancia de algunos tradicionalistas ha sido una historia individual, no masiva. Incluso menos ahora con la nueva presidente del partido, Marine Le Pen, que derrotó a un candidato católico para suceder a su padre. Lo mismo con Philippe de Villiers, un político más conservador que estuvo jugando la carta católica durante bastante tiempo pero que, finalmente, se distanció completa y agriamente de la Iglesia (y de la fe) el año pasado cuando dejó su vida política.
Aparte de eso, entre los tradicionalistas franceses afiliados al maurrasionismo o simplemente influenciados por Maurras, respecto a la Iglesia se han tomado elecciones muy distintas. El abate de Nantes nunca se unió a la Sociedad y hasta su muerte se mantuvo en una especie muy particular de disenso: muy crítico respecto a los Papas y al Concilio, sin embargo, no daba importancia a la oposición litúrgica y permitió que sus discípulos concurrieran a misas Novus Ordo cuando fuese necesario. El obispo Tissier de Mallerais es uno de los cuatro obispos consagrados en 1988 en la FSSPX y cuya excomunión fue retirada en 2009. Jean Madiran optó por la comunión plena con la Santa Sede luego de las consagraciones episcopales cismáticas de 1988. Tres católicos “maurrasianos”, tres opciones distintas.
Sobre todo, lo que actualmente empuja a una minoría de católicos en Francia a unirse a las filas del tradicionalismo no es ciertamente la reverencia hacia Charles Maurras, el amor a la dictadura o el antisemitismo de la Acción Francesa. Las principales razones las podemos encontrar dentro de la Iglesia más que en la afiliación o en los cuestionamientos políticos. Algunos lo hacen porque fueron educados en familias tradicionales y en una creciente red de escuelas tradicionalistas. Pero éstas no llegan a más de 10.000 alumnos, quizá menos, si sumamos todas las escuelas más o menos tradicionales. Sin embargo, la mayoría de las vocaciones sacerdotales en los seminarios de la Sociedad sí vienen de estas escuelas.
Pero la mayoría provienen del número creciente de católicos comunes de a pie que están cansados del caos litúrgico que está dominando la escena. El establishment litúrgico progresista (para el que se ha inventado el neologismo litnik) que aún está a cargo y que es apoyado por la mayoría de los obispos es el que provee la enseñanza litúrgica a los sacerdotes, seminaristas y a cada vez más grupos de laicos. Esto se combina con una mala instrucción catequética. El cardenal Ratzinger peleó con los obispos franceses a principios de los ’80 sobre el tema. Técnicamente, Pierres Vivantes (Piedras Vivas), el catecismo francés de los obispos, fue una mejora pequeña. Debemos tener en mente este episodio para entender porqué el mismo cardenal Ratzinger presionó por un Catecismo romano cuya editio princeps de 1992 fue escrita en… francés.
Finalmente, algunos católicos están enojados con la timidez de la Conferencia Episcopal Francesa (CEF) sobre asuntos críticos. Difícilmente los obispos franceses hablen claro y fuerte de forma que puedan avergonzar al gobierno, tanto sea de derecha como de izquierda. La CEF emitió, con los obispos estadounidenses, una guía para que los ciudadanos católicos pudiesen votar a conciencia en 2012, pero su tono es más suave que en el caso americano y los temas controversiales y específicos (como el aborto, la eutanasia, la investigación con células madre, etc.) están enunciados pero cuidadosamente mezclados con otros donde hay mayor consenso. De acuerdo con algunas fuentes, la versión inicial era más dura y más “ratzingeriana”, pero fue aguada. Los obispos se mantuvieron al margen, por ejemplo, en la reciente imposición de la teoría de género en los programas escolares, aún cuando ochenta organizaciones de padres decidieron protestar. Un puñado de obispos se unió físicamente a la Marche Pour La Vie (Marcha por la Vida) —apenas un 10% apoyó de palabra la marcha de 2010—, organizada en conjunto por los tradicionalistas y los neoconservadores wojtilianos cada año, y pocas diócesis tienen una oficina pro-vida en su burocracia. Cuando los católicos decidieron protestar contra una obra teatral donde el rostro de Cristo era cubierto de excrementos y lapidado, el cardenal Vingt-Trois, arzobispo de París y presidente de la CEF, condenó… a los católicos que protestaban, diciendo que eran “des idiots sympathiques” (idiotas útiles) manipulados por la Sociedad y, oh horror, … maurrasianos. Más tarde, el arzobispo de Rennes, una diócesis importante, apoyó directamente la obra teatral con una afirmación sorprendente: “Castelluci n’est-il pas un de ces «chercheurs de Dieu», dont a parlé Benoît XVI à Assise?” (3). Ya en 2002, el arzobispo Rouet y el obispo Louis apoyaron Piss Christ de Andrés Serrano. El contraste entre Francia y los Estados Unidos es impresionante cuando se trata de reprender a los políticos que abiertamente defienden propuestas que contradicen la doctrina católica y se dicen católicos en público. La Sra. Bachelot, una católica miembro del gobierno de Sarkozy, por ejemplo, defiende el matrimonio gay y personalmente apoyó la participación de Planned Parenthood en las escuelas secundarias estatales. Nunca ha sido disciplinada en público, ni siquiera advertida, por su obispo. Recientemente, Frédéric Mounier, de La Croix, el periodista católico más conocido en Francia, propuso la postura tímida de la Iglesia Católica francesa de los últimos años como el modelo para todos los católicos en una Europa secularista. Este paradigma nicodémico moderno, para usar la frase de Mounier, es exactamente lo que no sólo los tradicionalistas, sino también los católicos juampablistas y benedictinos rechazan: convertirse en el complemento humanitario de una Europa desalmada, en pocas palabras: dejar de lado el Via Crucis. He aquí la principal fuerza que empuja el crecimiento del tradicionalismo francés.
La pregunta más difícil es ¿cuántos tradicionalistas hay en Francia? De acuerdo con una encuesta reciente, existen 64% de católicos que así se declaran entre toda la población francesa. Veinte años atrás, eran el 80%. Pero los católicos practicantes están entre el 5% y el 8% de ese 64%. Una estimación realista nos daría que hay unos 50.000 tradicionalistas, que representan, por lo tanto, el 1%… ¡de los católicos practicantes! A nivel local, la cuasi-parroquia de Estrasburgo (4) de San José de Koenigshoffen tiene un máximo de 500 personas para las celebraciones principales y un promedio de 200 los domingos. En toda la diócesis de Estrasburgo, sólo existen dos lugares donde oficialmente se celebra la Misa tradicional.
Casi todas las sociedades de sacerdotes tradicionales tienen representación en Francia, desde la pionera FSSPX, que cubre el 60% de las diócesis, hasta la Fraternidad de San Pedro (25%), pasando por el Instituto de Cristo Rey, la pequeña asociación de sacerdotes diocesanos Totus Tuus aparecida luego del Motu Proprio. Además están las órdenes religiosas como las abadías benedictinas de Le Barroux, Triors, Randol…, la Fraternidad dominicana de San Vicente Ferrer en Chémére-le-Roi y los Hermanos de Avrillé (cercanos a la Sociedad), un par de congregaciones de hermanas dominicas en torno a la Sociedad, los Canónigos de la Madre de Dios en Lagrasse y su contraparte femenina… y todo esto demuestra una mayor variedad que en los EE. UU. En la diócesis de Toulon-Fréjus, existe al menos un reconocida Sociedad de la Misericordia (P. Loiseau).
A diferencia de los EE. UU., los monasterios tuvieron un rol importante en el crecimiento del movimiento tradicionalista en los ’70 y ’80, en particular cuando Dom Gérard Calvet (1927-2008) era el abad de Sainte-Madeleine de Le Barroux. De ahí la reacción de los tradicionalistas francesas cuando el nuevo abad de Fontgombault (5), Dom Pateau, señaló su apoyo a la concelebración y a la versión híbrida de la Misa tradicional de 1965. En 2001 el cardenal Ratzinger aprovechó un simposio que tuvo lugar en dicha abadía para lanzar su “Nuevo Movimiento Litúrgico”, explicando poco después que se trataba de una vuelta desde el Novus Ordo al misal de 1962, y no lo contrario como algunos benedictinos franceses parecen haberlo entendido. Por diversas razones, estos monasterios benedictinos, aunque siguen siendo prósperos, ya no son los faros del tradicionalismo francés que supieron ser en el pasado.
Existen, además, otras tres diferencias principales entre el tradicionalismo de América del Norte y el de Francia. Los sedevacantistas son, a veces, muy ruidosos (como en las webs ligadas a Louis-Hubert Rémy…), pero nunca han sido realmente significativos. La proporción de gente que sigue al finado P. Guérard des Lauriers OP y su tesis de Cassiciacum es la más grande del mundo —excepto México— probablemente porque este dominico, que luego se autoproclamó obispo en 1981, era francés y estuvo enseñando por breve tiempo en el seminario de la Sociedad en Écône.
También el número de sacerdotes independientes, aquéllos cuyas credenciales son más o menos dudosas según el caso, ha sido muy bajo en Francia, comparando con América del Norte, al menos desde los ’80 con la gradual extinción de los pocos párrocos que inicialmente se rehusaron a celebrar el Novus Ordo. Las sociedades sacerdotales han tomado la posta.
La última diferencia es llamativa: con Winona y Nuestra Señora de Guadalupe en Denton (Nebraska), los Estados Unidos tienen dos grandes seminarios para sacerdotes tradicionales, ¡mientras que no existe ni uno en Francia! La sección francesa de la FSSP se entrena en Wigratzbad (Alemania), el ICRSP tiene su seminario en Gricigliano (Italia) e, incluso, el seminario de la Sociedad en Flavigny (diócesis de Dijon, Francia) no ofrece el curso completo. Un intento de seminario tradicional comenzó el año último en Lyons, sólo la etapa vocacional y el primer ciclo, bajo la autoridad del obispo auxiliar Batut y la asociación Totus Tuus. Pero hasta ahora es un fracaso con tan sólo dos candidatos y ninguna garantía de que, si llegasen a ordenarse, pudiesen tener un destino relacionado con la Misa tradicional. Existe también un seminario diocesano bastante tradicional en La Castille, bajo el obispo Rey (Toulon-Fréjus), y el obispo Aillet (Bayonne, ex vicario general del anterior) dijo que iba a abrir uno.
Junto al obispo Centène (Vannes), estos tres son los únicos obispos amigos de la tradición en toda la Conferencia Episcopal Francesa (compuesta por más de 120 obispos) y ninguno tiene a cargo una diócesis importante, aunque Toulon-Fréjus ha cobrado cierta notoriedad primero con el obispo Madec y luego con el obispo Rey, ambos nombrados por Juan Pablo II. La falta de apoyo de los obispos franceses se ilustra perfectamente en lo que yo llamo política extraoficial de contención frente a la implantación de Summorum Pontificum. Aunque existan unas pocas diócesis sin una sola Misa tradicional oficial, aunque desde 2007 se haya visto un aumento notable (alrededor de 40%) de lugares que ofrecen la Misa tradicional, aún estamos lejos de cumplir no ya las expectativas sino los requerimientos oficiales de los fieles. No en pocos casos, los obispos se han reservado la decisión final, implementando… Ecclesia Dei Adflicta de 1988, y con demasiada frecuencia han tomado la iniciativa en contrario antes de dejar a los párrocos hacer uso de su derecho. Un párroco de París que se tomó esta “libertad” tuvo que refugiarse en la diócesis del obispo Rey, luego de que el cardenal arzobispo no le renovase su nombramiento. En este punto es muy poco lo que puede esperarse de la instrucción Ecclesiae Universae de 2011 porque la política de contención es más sutil que una simple confrontación. La renovación del episcopado es decisiva y la diferencia entre América del Norte (o Australia) y Europa Occidental (más allá de Francia) es alarmante: por un lado, una política firme iniciada por Juan Pablo II y activamente alentada por el Papa actual; por el otro, un puñado de prelados “nueva evangelización” designados entre un montón de obispos moderados “espíritu del Concilio”. Sin la americanización, por llamarlo de algún modo, del colegio europeo de obispos, la actual perspectiva pesimista es la que va a prevalecer.
Luego de esta imagen gris del tradicionalismo francés, quiero ofrecer unas palabras de conclusión con algunos elementos prometedores.
Entre el catolicismo de cafetería, que envejece y declina rápidamente, Tradiland ofrece una cara nueva de numerosos laicos activos. El éxito de webs tradicionalistas como Le Forum Catholique o Le Salon Beige, es tan obvio que tuvo que ser reconocido por la Santa Sede este mismo año, para vergüenza de La Croix (periódico semi-oficial). Las comunidades tradicionales en Francia son, como en otros lados, cuna de vocaciones religiosas y sacerdotales. Las diócesis progresistas francesas (como Poitiers) son desiertos vocacionales; en Estrasburgo, de cerca de 40 seminaristas hace menos de 10 años, hoy tenemos 14 y sólo uno nuevo este año. Se estima con frecuencia que, sobre la base de las estadísticas actuales, los institutos tradicionales serán cerca del 20% de los sacerdotes franceses hacia 2015. Más aún, cuando no se los obliga a irse, los seminaristas cercanos al tradicionalismo (sino ya tradicionalistas convencidos) son un número creciente en los seminarios diocesanos que aún sobreviven.
Para toda la Europa Occidental, las comunidades tradicionales, más los movimientos “ratzingerianos”, están llamados a convertirse en pequeños baluartes de la Fe católica, una diáspora de católicos dispersos en un continente secularizado como los primeros cristianos en el mundo pagano.
Desde un punto de vista católico, a pesar del crecimiento lento en Europa y espectacular en América del Norte del tradicionalismo, es necesario para todos considerar que, sobre la base de las estadísticas vocacionales, el futuro de la Iglesia en este siglo está en Africa y Asia, los dos continentes donde el movimiento tradicionalista es más débil. Si los católicos tradicionales podrán transmitir su celo misionero en Africa y Asia, será una pregunta clave para el catolicismo de fines del siglo XXI.
El profesor Perrin (derecha) junto al Dr. Lorenz Jaeger (izquierda), otro de los disertantes en el ciclo y cuya conferencia próximamente compartiremos aquí. |
NOTAS:
* Luc Perrin es profesor de la Universidad de Estrasburgo II “Marc Bloch”, donde enseña Historia de la Iglesia. Está especializado en la historia contemporánea de la Iglesia, en particular el período pre- y post-conciliar y la “cuestión tradicionalista”. Se doctoró en la Sorbona (1994) con una tesis sobre “Las parroquias parisinas y el Concilio Vaticano II (1959-1968)”, bajo la dirección de Jean-Marie Mayeur. Es autor de L’Affaire Lefebvre y de Paris à l’Heure de Vatican II, además de colaborar en publicaciones colectivas y revistas especializadas. Miembro de la Asociación Francesa de Historia Religiosa Contemporánea, de la Junta de Historia Religiosa, y del Grupo de La Bussière de Historia Religiosa. Esta conferencia que aquí traducimos tuvo lugar el pasado 24 de septiembre de 2011 en la sede de la Sociedad de San Hugo de Cluny, en Norwalk (Connecticut, Estados Unidos).
1. Emile Poulat, Catholicisme, démocratie et socialisme : le mouvement catholique et Mgr Benigni de la naissance du socialisme à la victoire du fascisme, Turnhout, Casterman, 1977.
2. Hay un renacer del interés en la investigación científica, aunque sólo sobre bases meramente históricas. Cf. M. Leymarie et J. Prévotat, L’Action française : culture, société, politique, Presses universitaires du Septentrion, 2008.
3. El arzobispo d’Ornellas —durante mucho tiempo mano derecha del cardenal Lustiger— se pregunta: “¿Es Castellucci uno de los que buscan a Dios de que habló Benedicto XVI en Asís?” (Declaración del arzobispo en la web oficial de la diócesis: http://catholique-rennes.cef.fr/?Sur-le-concept-du-visage-du-fils, November 3, 2011). Otro obispo, éste con el cargo de monitorear la arena cultural, Wintzer, sacó una Nota aplaudiendo la obra teatral y considerando que toda obra de arte es esencialmente buena incluso cuando provoca la Fe católica. Afortunadamente, el obispo Brincard (de Le Puy) se animó a decir la verdad obvia: “la pièce de Castellucci est – et je pèse mes mots – violente, pénible et inutilement provocante” (http://catholique-lepuy.cef.fr/Quelques-propos-au-sujet-d-une.html) [La obra de Castellucci es —y mido con cuidado mis palabras— violenta, irritante y provocadora sin necesidad.]
4. La ciudad con sus alrededores tiene más de 400.000 habitantes.
5. La abadía de Clear Creek, en Oklahoma, es hija de Fontgombault.
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