| 25 noviembre, 2011
En el blog de Andrés Beltramo en la vecina Infocatólica se menciona una muy delicada cuestión teológica en torno al dogma de la virginidad en el parto de la Theotokos. Y en la bitácora de Joan Antoni Mateo, en su respuesta a algunos comentarios, se defiende la ortodoxia de las opiniones del obispo Gerhard Müller. Siendo una cuestión compleja pero muy importante por el dogma con el que se encuentra relacionada, nos parece que puede ser de interés de nuestros lectores transcribir los fragmentos de un trabajo que se ocupa de exponer opiniones coincidentes con las de Müller, y someterlas a una confrontación crítica.
«Algunos teólogos católicos pretenden precisar, tomando en consideración las tesis de Mitterer sobre la virginidad en el parto, el alcance de esta verdad afirmada durante quince siglos en la Iglesia. Parten de que el Magisterio, aun afirmando en María una virginidad perfecta en el alumbramiento de su Hijo, no ha especificado en qué consiste el contenido de esa virginidad.
Para ello comienzan distinguiendo dos aspectos en la virginidad. Por una parte la virginidad espiritual, que supone la abstención de todo placer sexual, y por otra la virginidad corporal, consistente en la integridad física.
El resumen de su pensamiento es el siguiente: no es necesario apelar a un nacimiento prodigioso para defender la virginidad corporal. Para defender esta interpretación dan diversas explicaciones:
A) Unos acuden, en primer lugar, al testimonio de la Escritura. Analizan de modo especial los versículos lucanos y piensa que, de acuerdo con esos textos, se puede deducir que al evangelista no le parecía que causara un perjuicio al honor virginal de María la apertura del seno materno.
A continuación estudian los testimonios patrísticos de los primeros siglos y concluyen diciendo que, hasta finales del siglo IV, la tradición patrística ha afirmado el nacimiento virginal, pero lo consideraba sometido a las condiciones normales del nacimiento humano. Más aún, la apertura del seno materno por el niño era considerada como algo honroso para María y para su virginidad.
El cambio se produce en la controversia entre Joviniano y S. Ambrosio. Cuando Joviniano en su oposición al ascetismo de las vírgenes, niega el parto virginal de Jesús, S. Ambrosio reacciona afirmando que el nacimiento de Cristo tuvo lugar sin la apertura del seno materno. Tesis sostenida por la literatura apócrifa de los siglos precedentes. A partir de S. Ambrosio esta tesis se hace doctrina común.
Hay pues, según estos autores, una base común en toda la patrística, que es la afirmación de la virginidad de María en el nacimiento de Jesús, pero hay dos formas diversas de considerar el modo del nacimiento: hasta finales del siglo IV es de modo normal; a partir del siglo V se sostiene que el modo del nacimiento es prodigioso. Este es el motivo por el que el Magisterio no se haya pronunciado en cuanto al modo del nacimiento, ya que no es una cuestión definitivamente zanjada.»
(…)
«Procuraremos seguir el mismo orden que se ha tenido en la exposición de las tesis innovadoras sobre la virginidad en el parto.
A) Muchos teólogos salieron al paso del planteamiento dicotómico de la patrística respecto a la virginidad en el parto, en el que se afirmaba —como ya hemos visto— que hay dos formas diversas de considerar el modo del alumbramiento de Jesús: hasta finales del siglo IV los Padres afirmaron que el nacimiento de Jesús se realizó de modo normal y a partir del siglo V se ha sostenido de forma generalizada que el parto fue prodigioso.
Para estos autores no es correcta esa conclusión, porque después de estudiar los innumerables testimonios patrísticos sobre este hecho, se comprueba la casi total unanimidad en la afirmación de un parto prodigioso, de tal forma que se puede hablar de una tradición dogmática y de una realidad que pertenece al depósito de la fe.
He aquí las conclusiones de Laurentin en su exhaustivo estudio patrístico:
a) En esta materia la Tradición se presenta como un bloque compacto de una densidad y de una homogeneidad raras tanto en el Oriente como en el Occidente;
b) la diversidad de formas de presentar esta verdad ponen de relieve la semejanza de todas las doctrinas: son como distintas perspectivas ligeramente decaladas de un estereoscopio;
c) todos los géneros literarios están representados y en especial aquellos que ofrecen más garantías;
d) a partir del siglo V diversos textos pontificios (algunos de primer orden) han asumido la doctrina afirmada por la tradición.
Y su contestación a las tesis de Mitterer se resume en estos puntos:
1. virginidad en el parto es para la Tradición un prodigio, un milagro que exige en nosotros un acto de fe. Los Padres multiplican los argumentos y las analogías para facilitarnos este acto de fe;
2. dos aspectos del milagro: la integridad corporal y la ausencia del dolor no están deducidos uno del otro, sino elaborados de datos dogmáticos diferentes: «están reintegrados en la fórmula virgo in partu y no deducidos de esta fórmula»;
3. la integridad corporal es desde muy antiguo un tema predominante en los padres latinos; entre los padres orientales es menos tratado, en ellos se acentúa el tema de la alegría;
4. la ausencia del dolor, a partir de los datos de la tradición, no está atestiguada de una forma tan densa y tan autorizada.
En sus investigaciones estos teólogos salen al paso de las posibles objeciones de que la virginidad en el parto tiene su origen en la literatura apócrifa, o procede del docetismo, o tiene base maniquea. Sostienen, además, que en la Tradición de los primeros siglos hay varios Padres (por ejemplo Tertuliano) que desconocen o niegan el nacimiento virginal, pero esas ausencias no son ni más numerosas, ni más graves, ni más prolongadas que las de la virginidad post partum y la perfecta santidad de María. Estas tres vacilaciones fueron eliminadas al mismo tiempo, y de alguna forma solidariamente, entre finales del siglo IV y mediados del V.
Por ello si algunos Padres han pensado lo contrario, la línea histórica de la evolución homogénea del dogma ha excluído para siempre esa posición por habérsela descubierto insostenible frente a la afirmación dogmática. A partir del siglo V se constata que en la patrística no han existido disidentes. Ahora bien, esta interpretación mantenida sin excepción multisecularmente ofrece caracteres ciertos de ser obligatoria de la fe en la virginidad in partu, pues nos está mostrando el sentido determinado del dogma y, por tanto, no puede separarse de la misma verdad sin modificarla esencialmente.
Se podría sintetizar con estas palabras el resultado de las investigación patrística sobre la virginidad de María en el parto: el milagro físico de la integridad virginal es un dato de la Tradición. Es decir, para los Padres, talis decet partus Deum.»
* Tomado de: Bastero de Eleizalde, Juan Luis. La «virginitas in partu» en la reflexión teológica del siglo XX. Rev. Scripta theologica, Vol. 32, Fasc. 3, 2000 , págs. 835-864.
N.B.: por un error enlazamos a otro artículo del mismo autor. Los enlaces para consultar el trabajo son los siguientes:
http://es.scribd.com/doc/39596648/La-Virginodad-Perpetua-de-Maria
http://www.unav.es/tdogmatica/profesores/juanluisbastero/
http://es.scribd.com/doc/39596648/La-Virginodad-Perpetua-de-Maria
http://www.unav.es/tdogmatica/profesores/juanluisbastero/