por Infocaotico | 04 diciembre, 2012
Cuando afirmamos una cosa mediante una proposición esta puede ser verdadera o falsa. Verdadera si lo afirmado se ajusta a lo real y falsa si no lo hace. Y así, la afirmación “todo hombre es mortal” es verdadera, mientras que la contraria, es falsa.
En el ámbito de la fe, también existen afirmaciones o negaciones por medio de proposiciones que pueden ser verdaderas o falsas. Y el criterio de verdad es el ajuste de la proposición con la Revelación. La proposición “Cristo no es Dios” es falsa, porque no se ajusta a la realidad que Dios ha revelado de sí mismo, contenida en la Escritura y la Tradición, atestiguadas por el Magisterio de la Iglesia.
La función del Magisterio es exponer y custodiar lo que Dios ha revelado. Se dice que su objeto directo es fe y costumbres, y que su objeto indirectoson las cuestiones conexas con el primero. Para cumplir con su función el Magisterio goza de la asistencia del Espíritu Santo que a veces llega a la infalibilidad.
El objeto indirecto es un ámbito en el que se han dado controversias debidas a una extensión abusiva de su materia. En efecto, ¿qué sucedería si, de hecho, el Magisterio tratase cuestiones filosóficas, científicas, históricas, técnicas, etc., que no tienen conexión con lo revelado? El magisterio puede dar un juicio moral sobre un tratamiento médico, pero ¿es competente para decir cuál es la terapia más eficaz para remediar la tuberculosis?; la Iglesia puede decir que el sistema filosófico de Hegel no es compatible con la Revelación, pero ¿puede dilucidar puntos controvertidos entre hegelianos?
En sí mismas las religiones falsas pueden ser objeto de estudio desde una perspectiva fenoménica, filosófica o teológica. Además, las religiones no cristianas pueden tener conexión con lo revelado y dar lugar a juicios magisteriales (v.g. la reencarnación es incompatible con la fe) de diverso valor. Pero también puede suceder –como lo ha reconocido Ocáriz respecto del Vaticano II- que el Magisterio sobre las religiones falsas contenga “elementos no propiamente doctrinales, de naturaleza más o menos circunstancial”, como descripciones, sugerencias, exhortaciones, que no requieren una adhesión intelectual.
Dentro de esta categoría de lo no-doctrinal se pueden colocar razonablemente las descripciones de las creencias propias de las religiones no católicas. Al ser afirmaciones fenoménicas sobre lo que cree un grupo de personas, el criterio de verdad no es su correspondencia con la Revelación pública, sino con lo que de hecho cree dicho grupo. Así, por ejemplo, es un lugar común decir que los musulmanes veneran a Mahoma pero que no lo adoran. Sin embargo, los “islamólogos” sostienen que eso es exacto respecto de la “ortodoxia islámica”, que ha mantenido siempre el carácter humano del profeta, pero que después de la aparición del sufismo (s. XII), tratándose de las masas populares, existe la divinización del profeta.
Para Ocáriz, estos “elementos no propiamente doctrinales” deben acogerse con respeto y gratitud. Sin embargo, en nuestra modesta opinión, debe hacerse una importante distinción: se debe siempre respeto al Papa y al Concilio en cuanto órganos eclesiales docentes; pero no a sus expresiones no magisteriales, que describen creencias no católicas; así como se debe respeto a Santo Tomás de Aquino en cuanto santo y doctor de la Iglesia, pero no a sus opiniones biológicas hoy superadas.
En 1972 el jesuita Damboriena ubicaba en el plano descriptivo varios pasajes del Vaticano II sobre las religiones no cristianas (cfr. La salvación en las religiones nocristianas, BAC, Madrid, página 420, nota 64) y reconocía que “para los estudiosos de las religiones comparadas, la declaración Nostra aetate resulta decepcionante” (Ídem, página 428) por incompleta. Una crítica perfectamente legítima sobre textos que no requieren adhesión intelectual propiamente dicha.
Una vez más hay que recordar que la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia docente es relativa a cuestiones reveladas y conexas, pero no equivale a omnisciencia.