Correo de un lector: ASIS REDUX

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EL CATECISMO DE LA CRISIS (I): ASIS REDUX.

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«Oh santa ciudad de Asís, tu nombre es conocido en el mundo entero, por el solo hecho de que en ti nació el «Poverello», tu Santo, lleno de ardor seráfico. ¡Ojalá puedas comprender este privilegio y ofrecer a las gentes el espectáculo de una fidelidad a la tradición cristiana que sea para ti un verdadero honor sin ocaso.» Se pregunta uno: ¿por qué Dios ha dado a Asís este encanto de la naturaleza, esta fascinación de santidad, que está como suspendida en el aire y que el peregrino advierte casi insensiblemente?

»La respuesta es fácil. Para que los hombres, a través de un lenguaje común y universal aprendan a reconocer al Creador y a reconocerse como hermanos los unos a los otros». (Beato Juan XXIII)

La Basílica de San Francisco en Asís y la Santa Iglesia Católica comparten un paralelismo curioso, si no milagroso. En los turbulentos 60’s, modernos expertos decidieron que la Iglesia necesitaba ser urgentemente reconstruída. El enorme edificio no se había tocado por siglos y siglos y se había convertido en el anticuado y obsoleto monumento a una era pasada. Pero había toda una generación de mentes brillantes, mentes luminosas, trabajando con nuevas ideas en una nueva era, con materiales modernos y tecnología de punta, para reconstruir los soportes y crear una nueva iglesia, contemporánea, fuerte, menos dependiente de las viejas formas y las visiones anticuadas, una mayor garantía para la seguridad y el bienestar de la grey.

Todo el trabajo de planeación fué hecho por ingenieros expertos. Estos hombres, ebullentes de ideas, veían todo con nuevos ojos. Y lo que vieron, los llenó de aprensión: la bóveda era sostenida con grandes vigas de madera, en forma cruzada, de lado a lado. Enormes cruces. Esas vigas habían estado allí desde que se construyó la basílica, habían cumplido su cometido magníficamente, contra el clima, los temblores, las tormentas, las termitas, todo.

Esas vigas mantenían el techo en su lugar, protegiendo el Altar Mayor para que el Gran Sacrificio pudiera seguirse celebrando per sécula seculorum. Pero los modernos ingenieros y técnicos sólo vieron peligro, en forma de material inflamable en caso de incendio. La Basílica tenía que ser reconstruída para salvarla. Las vigas se quitaron, sustituyéndolas por concreto armado, seguro, sólido.

El trabajo de reconstrucción terminó satisfactoriamente, en línea con las técnicas ingenieriles más avanzadas y creativas, bajo el ojo científico y supervisión de los mejores en el ramo. Los restauradores se retiraron satisfechos de su trabajo , para continuar con otros proyectos.

Llegamos a octubre 27 de 1986. SS Juan Pablo II anuncia el evento de Asís, a bombo y platillo: 130 líderes religiosos de todo el mundo se reunirián para orar, cada quién por su cuenta, por la paz mundial.

Hubo una amalgama variopinta de hábitos, formas, vestuarios, sabores, colores y olores, donde se aglomeraron católicos, ortodoxos, musulmanes, judíos, budistas, shintoístas, cismáticos, protestantes, hinduístas, shamanes y hasta médicos brujos… y a cada quién le dieron su arbolito.

«…(el Espíritu) se manifiesta de modo particular en la Iglesia y en sus miembros; sin embargo, su presencia y acción son universales, sin límite alguno ni de espacio ni de tiempo» (Juan Pablo II, Redemptoris missio).

Nacía el “espíritu de Asís”. Algunos se opusieron firmemente, inclusive mostrando un abierto boycott, como el entonces cardenal Joseph Ratzinger, para su crédito. Pero el daño ya estaba hecho. Se profanaron los altares, se degollaron gallinas, se puso la estatua de un Buda, se oró con dirección a La Meca, se echaron fuera los crucifijos, se taparon la imágenes sagradas.

Despúes de pasar el evento, el padre Divo Barsotti, teólogo místico y confesor de los últimos papas, escribió dos veces a SS Juan Pablo II, de que había visto una foto del Dalai Lama en Asís 1986, siendo venerado por católicos y que existía el peligro de nublar la distinción y que la gente se extraviara y perdiera la identidad cristiana en la confusión. Todo fue inútil, vendrían todavía Asís 1993 y 2002.

El 26 de septiembre de 1997, dos temblores de tierra afectaron la Italia central. El de las 2:20 A.M., 5.5 en la escala Richter. La Basílica de San Francisco de Asís resultó dañada. Un grupo de líderes cívicos y religiosos se apersonó en la Basílica para estimar los daños a la bóveda y a los murales. De repente, a las 11:30 A.M. vino el segundo temblor , más fuerte que el anterior, derrumbando completamente la bóveda toda, que se vino abajo, destruyendo el Altar Mayor y matando 2 monjes franciscanos y dos inspectores. Dos murales, “Los cuatro evangelistas”, de Cimabue y “Los cuatro doctores de la Iglesia”, de Giotto se hicieron polvo y se perdieron para siempre. Otros murales también resultaron dañados. 11 muertos, 100 heridos, 100 000 desplazados, 2000 casas destruidas.

Mientras tanto, el papa Juan Pablo II no estaba en Roma, sino en Bologna, en un congreso Eucarístico. Y al día siguiente asistía en platea preferencial en el mismísimo escenario , a un concierto de Bob Dylan, cantante folk muy popular. Junto con 250 000 delirantes espectadores, el Santo Padre escuchó las canciones más famosas de Dylan, “Knockin’ at Heaven´s door” y “A Hard rain’s a-gonna fall”.

Los ingenieros “periti” determinaron finalmente que la bóveda de la Basílica de San Francisco se colapsó debido a los trabajos de restauración efectuados en los 60´s. Además descubrieron que el concreto es más propenso a quebrarse en un terremoto, debido a su falta de elastidad y plasticidad, a diferencia de como lo habían hecho las cruces de vigas de humilde madera por tantos siglos.

I.S.

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