| 17 febrero, 2012
Monseñor Juan Rodolfo Laise, OFM Cap., obispo emérito de San Luis (Argentina) es autor del libro en español más completo y esclarecedor acerca de la Comunión en la mano. El prólogo de la obra puede leerse aquí. Ofrecemos algunos fragmentos de las conclusiones de una obra que debiera tener difusión masiva:
“…el trato con la Eucaristía es pedagógico, la falta de preocupación por las partículas daña la doctrina. La Comunión en la boca, (…) es signo de la presencia real y sustancial del Señor y de la distinción esencial entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial.
Con frecuencia se minimiza el peligro de las profanaciones, diciendo que siempre existieron. En lo que respecta a las profanaciones involuntarias, con la Comunión en la boca, el uso de la bandeja de Comunión, las purificaciones prescriptas por el misal y el natural cuidado al dar y recibir la sagrada Forma el riesgo es prácticamente nulo. Con la Comunión en la mano se necesitaría un milagro para que en cada Comunión no caiga alguna partícula al suelo o quede en la mano del fiel. [Al hablar aquí de las profanaciones y sacrilegios que se cometen materialmente al recibir la Comunión en la mano no pensamos que se reduzcan a esto las faltas de respeto para con la Eucaristía; bien sabemos que es mucho más grave la Comunión sacrílega de quien no está debidamente dispuesto, ya sea ocasionalmente, ya de modo permanente, para recibirla dignamente. «Y si nos avergüenza y tememos tocar la Eucaristía con las manos sucias, más debemos temer recibir esa misma Eucaristía en un alma manchada» (S. Cesáreo de Arles, Sermón 44, 6). Sin embargo no por esto debemos dejar de advertir sobre las ocasiones de cometer aquellas irreverencias en las que mucha gente bienintencionada cae con frecuencia por inadvertencia.]
En cuanto a las profanaciones voluntarias nadie puede negar que se facilitan considerablemente las circunstancias para quien quiera robar una hostia consagrada. Se dice que en todas las épocas se produjeron inevitables sacrilegios y eso es cierto, pero en tan escaso número que no motivaron una especial legislación por parte de la Santa Sede, pues la misma forma de distribuir la Comunión dificultaba la sustracción de las hostias, mientras que tanto ahora como antes del s. X fueron necesarias recomendaciones especiales de la autoridad eclesiástica para evitarlo.
Pero además de facilitarse la caída de partículas o el robo de hostias con fines sacrílegos, se ha dado lugar a una trivialización de la recepción de la eucaristía dando ocasión a una novedosa forma de sustracción: con frecuencia gente no creyente (en gran parte turistas que asisten a celebraciones multitudinarias) por curiosidad lleva como «souvenir» una hostia consagrada durante la celebración y recibida en la mano en el momento de la Comunión [Esta práctica, lamentablemente bastante difundida hace tiempo, se hizo notoria recientemente cuando el 9 de abril pasado se puso en «subasta» en internet, en el conocido sitio eBay, lo que se presentó como una hostia consagrada por el Papa Juan Pablo II durante una Misa que celebró en Roma en 1998 para festejar el 20° aniversario de su pontificado. El vendedor, un residente en la jurisdicción de la diócesis de Sioux City, lowa (EEUU) aunque no católico, asistió a esa ceremonia: «yo no soy Católico, pero encontré todo esto tan interesante!», relata él mismo en su listado de eBay, y continúa «consumí una hostia, entonces volví y obtuve otra para guardar y él (refiriéndose al sacerdote) me dio la otra, aunque recibí una mirada muy enojada!». Luego de la muerte de Juan Pablo II puso la hostia en subasta junto otros recuerdos obtenidos en la misma ocasión: un folleto de la Misa, cuatro estampillas y un destapador de botellas que el vendedor afirma que fue bendecido por el Papa porque lo tenía consigo durante la misa. El artículo fue adquirido por 2.000 dólares por un hombre de California. La Diócesis de Sioux City se ha quejado oficialmente a eBay haciéndole notar lo inadecuado de la autorización de esta puesta en venta y tomó contacto con el vendedor. Finalmente el vendedor retiró el artículo de la venta, presentó sus excusas y lo entregó a las autoridades diocesanas quienes procedieron a su destrucción según la normativa de la Iglesia (cf. The Globe, The Newspaper for the Diocese of Sioux City, Iowa; Thee National Catholic Register, April 24-30, 2005]
Hablemos claramente: quien comulga en la boca sigue puntualmente no sólo la tradición recibida, sino la voluntad expresa de los últimos Papas y evita así ponerse en ocasión de pecado al dejar caer por negligencia fragmentos que son el Cuerpo de Cristo. Quien comulga en la mano no por esto peca ni comete personalmente un acto de desobediencia, pero elige una forma desaconsejada por los Papas, en sí menos reverente y más propensa a las profanaciones y cuya concesión fue fruto de la política del «hecho consumado».
El Papa no acepta el uso, pero da la posibilidad de disentir: quienes no lo siguen obran legalmente pero contra la voluntad del Sumo Pontífice. No recriminamos a nadie el elegir lo contrario a lo que el Papa recomienda, ya que él mismo lo permite, pero no nos parece leal ocultar esta situación haciendo creer que es una posibilidad más que ofrece la Iglesia. Por eso, no podemos dejar de desaprobar la forma de presentar los hechos en nuestro país, ocultando a los fieles la verdadera historia, la verdadera voluntad de Roma, el distinto valor de uno y otro rito, los peligros que trae consigo la Comunión en la mano y los bienes de que se privan los fieles al no comulgar en la boca Si realmente consideramos «adulto» y «maduro» al pueblo fiel no podemos ocultarle todo esto.”
LAISE, J. Comunión en la mano. Documentos e historia. 4ª ed. Vórtice, Bs. As., 2004. Páginas. 139-152, passim.