La dimisión del Papa genera muchas reflexiones. Tratamos de compartir con nuestros lectores todo lo que nos parece de interés aunque no estemos de acuerdo por completo con los diversos autores. Repro- ducimos una entrada de otra bitácora muy recomendable. También son dignas de mención las declaraciones del obispo Bernard Fellay y la opinión del amigo Jack Tollers. .
Cardenal Bergoglio: la abdicación es un acto revolucionario. |
1º: que los tradicionalistas no estén contentos (desilusionados, asustados, etc.) no implica papismo pionónico: prefieren (prefiero) un Benedicto con las manos bastante atadas a un Bertone o Scola o, o… con las manos desatadas; y que no vengan con «¡hijos, tened fe, que Dios proveerá!», porque eso también se podría aplicar a la elección de Montini, o la prohibición de la Misa en 1974, e via dicendo.
Card Vingt-Trois: la dimisión «rompe un tabú» |
2b) por el contrario, no alcanzo a entender que se propugne la generalización de la abdicación como un signo benéfico de cambio de época, de dejar atrás la apoteosis pontificialista (trasuntada sí, p. ej. en la candidatura automática de los papas para ser beatificados, lo cual constituye una muestra de la contemporánea autoglorificación de la jerarquía). Creo que la propiedad vitalicia del cargo pontificio no puede achacarse a su sacralización in malam partem, sino a la dignidad del ministerio petrino, al valor de la senectud sabia y de su auctoritas directiva, a la naturaleza del modo de régimen más perfecto (la monarquía -que no por casualidad contingente fue el adoptado por la Iglesia-); todo lo cual ha sido aceptado y hecho suyo por la tradición de la Iglesia, cuyos obispos, hasta la ola moderna de P. VI y JP. II, eran vitalicios. Por eso esto de la renuncia, ya erigido en recurso ad libitum y frecuente -y peor: «por razones de edad y flaqueza de fuerzas», o similares- más me parece propio de un C.E.O. empresario que de un papa. Se trata, así tomado, de una praxis ajena a la tradición de la Iglesia que, en 2.000 años y más de 260 Papas, ocurrió sólo una vez (porque el caso del cisma en el s. XIV no cuenta). En realidad, es como si no hubiera ocurrido nunca. Luego, el ejercicio vitalicio efectivo no está ligado necesariamente al centralismo moderno, ni a la Iglesia constantiniana, ni a usos culturales típicos, ni menos a gangas epocales cuestionables. Y opino que la significación de la abdicación pontificia (no en este particular caso de hoy, sino como práctica o instituto habitual) tiene, en principio, un cariz negativo.