7. La Misa postconciliar del Novus Ordo (1970), promulgada por el Papa Pablo VI y recibida por todos los Obispos católicos, es verdadera, santa y santificante, «porque así lo enseña y lo manda la Santa Madre Iglesia». Cuando el Papa da una aprobación solemne a unos Ritos litúrgicos renovados –Misa, Sacramentos, Horas–, está ejercitando al mismo tiempo su autoridad docente y su autoridad de gobierno pastoral. Y en los dos aspectos compromete la infalibilidad de la Sede de Pedro.
Ya hemos tratado con suficiente extensión la supuesta asistencia prudencial infalible de la Iglesia cuando promulga Ritos litúrgicos. Reiteramos que elevar a la categoría de magisterio esa opinión teológica es un abuso.
1.-La liturgia es el modo máximo del Magisterio ordinario de la Iglesia (…). Coincidimos en general con este párrafo.
2.-La Autoridad apostólica de la Iglesia goza de una asistencia prudencial infalible cuando promulga unos Ritos litúrgicos, que siempre son evoluciones homogéneas de Ritos precedentes.
En consecuencia, por ambas razones a la vez, la Liturgia renovada después del Concilio Vaticano II ha de ser «creída» –Credo in Ecclesiam– y ha de ser «aceptada» como santa y santificante, como exenta de todo error y como positivamente benéfica para el pueblo cristiano. No es perfecta, por supuesto, y admite perfeccionamientos ulteriores que, muy probablemente, la Providencia divina nos concederá a su tiempo.
La asistencia prudencial infalible es una opinión teológica discutible. Pero la aplicación rigorista que hace de esa tesis D. Iraburu se acerca al ridículo.
– Alfredo Ottaviani. Es por todos conocido el Breve examen crítico del Novus Ordo Missae, y la carta en la que los cardenales Ottaviani y Bacci, manifestaron a Pablo VI que el nuevo Ordo se aparta de modo impresionante, tanto en el conjunto como en el detalle, de los cánones de Trento. Cierto que los cardenales convencieron al Papa de trastocar la definición de la instrucción general pero ello no resultó en ningún cambio en el propio Ordo Missae. Si la asistencia prudencial infalible fuera algo más que una discutible opinión teológica, habría que acusar a los cardenales citados de grave pecado, heterodoxia y escándalo.
– Alfonso Stickler. El cardenal en un ensayo –no en un relato anecdótico- traducido a varios idiomas, y ampliamente divulgado, somete al Novus Ordo Missae a fuertes críticas. Y contra la opinión de D. Iraburu habló de: “…ruptura, una creación radicalmente nueva”. Si la asistencia prudencial infalible fuera algo más que una discutible opinión teológica, habría que acusar al cardenal de grave pecado, heterodoxia y escándalo.
– Joseph Ratzinger. Enlazamos a una antología de textos de Juan Luís Ferrari Cortés. “…la promulgación –por Pablo VI- de la prohibición del Misal –de San Pío V- que se había desarrollado a lo largo de los siglos desde el tiempo de los sacramentales de la Iglesia antigua,comportó una ruptura en la historia de la liturgia cuyas consecuencias sólo podían ser trágicas”. ¿Cómo podría tener consecuencias trágicas una decisión prudencial infalible? Si la asistencia prudencial infalible fuera algo más que una discutible opinión teológica, no sería legítimo que Ratzinger hubiera criticado la prohibición del Misal de San Pío V como un hecho de consecuencias trágicas.
Si D. Iraburu está en la verdad cuando afirma que la Misa de Pablo VI está “exenta de todo error” y es “positivamente benéfica”, debe condenar las opiniones de los cardenales mencionados. Desde aquí le sugerimos que lo intente ante la Congregación para la doctrina de la fe con los libros de Joseph Ratzinger.
A suivre….