Lites alemorana (II)

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Seguimos con el tema dedicado a la importancia de la lectura y meditación de la Palabra de Dios escrita. Hablemos ahora de los sentidos de la Escritura. En el año 1993, la Pontificia Comisión Bíblica publicó un documento llamado “La interpretación de la Biblia en la Iglesia”. Un texto de capital importancia para una correcta comprensión del texto bíblico. En ese documento se explicitaban los sentidos que la Escritura divina encierra, y que nosotros ahora expondremos:

  1. Sentido literal: “El sentido literal de las Escrituras es el expresado directamente por los autores humanos inspirados. Al ser fruto de la inspiración, este significado también es querido por Dios, el autor principal. Esto se discierne gracias a un análisis preciso del texto, ubicado en su contexto literario e histórico. La tarea principal de la exégesis es precisamente conducir a este análisis, utilizando todas las posibilidades de la investigación literaria e histórica, para definir con la mayor exactitud posible el significado literal de los textos bíblicos”.
  2. Sentido espiritual: “podemos definir el significado espiritual, entendido según la fe cristiana, como el significado expresado por los textos bíblicos cuando son leídos bajo la influencia del Espíritu Santo en el contexto del misterio pascual de Cristo y de la vida nueva que resulta de ello. Este contexto realmente existe. El Nuevo Testamento reconoce en él el cumplimiento de las Escrituras. Por tanto, es normal releer las Escrituras a la luz de este nuevo contexto, el de la vida en el Espíritu”. Este sentido espiritual se extrae de tres sentidos más:
    • Sentido alegórico: mediante el cual podemos adquirir una comprensión más profunda de los acontecimientos del Antiguo Testamento reconociendo su significado cristológico o eclesiológico.
    • Sentido moral: según el cual los acontecimientos de la Escritura pueden conducirnos a un obrar justo porque fueron escritos para nuestra instrucción.
    • Sentido anagógico: con el que podemos ver realidades y acontecimientos de la Biblia en su significación eterna, que nos conduce (en griego: «anagoge») hacia nuestra Patria.

Estos sentidos de la Escritura no son una originalidad moderna, sino que fueron compendiados por Agustín de Dacia (XIII), contemporáneo de Santo Tomás de Aquino, quien en su Rotulus pugillaris dice: “Littera gesta docet, quid credas allegoria, moralis quid agas, quo tendas anagogía

La letra enseña los hechos,

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la alegoría lo que has de creer,

el sentido moral lo que has de hacer,

y la anagogía a dónde has de tender.

Pongamos algún ejemplo práctico para comprender mejor estos sentidos. Cojamos el pasaje evangélico de la multiplicación de los panes y los peces de Mt 14, 15-21. El sentido literal informa de un hecho real e histórico que acontece en Palestina, Jesucristo quiere dar de comer a la multitud que le sigue y por la que siente compasión mientras que sus discípulos solo pueden ofrecerle cinco panes y dos peces. Jesús, los toma, ora sobre ellos y hacen que se multipliquen para que la gente allí reunida se sacie, finalmente sobran muchos trozos de panes y peces y se guardan en cestos.

El sentido espiritual de este pasaje nos recuerda a la compasión que Dios siente del pueblo de Israel que extenuado del camino por el desierto se siente desfallecer por no tener nada que comer, finalmente Dios les mandará el maná del cielo y las codornices. El maná es una alegoría – una prefiguración – de la Eucaristía. El sentido moral lo hallamos en la capacidad de compasión de Dios hacia su pueblo y de la necesidad de poner de nuestra parte para que, con la gracia de Dios, podamos remediar el hambre de pan espiritual, material, humano, de nuestros vecinos. Así mismo, el deber de dejarnos alimentar cada día del pan eucarístico que Cristo parte y reparte para nosotros en la Santa Misa. El sentido anagógico apunta siempre a las realidades eternas: en este caso, al banquete de bodas que Dios preparará para todos los pueblos al final de los tiempos tal como está anunciado en Is 25, y del que la Santa Misa es anticipo ya en este mundo.

Este esquema podemos aplicarlo a cualquier pasaje bíblico tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo. Y de ahí el acróstico lites alemorana: literal y espiritual: alegoríco, moral y anagógico.

El poema final se lo cedo a Agustín de Dacia con la estrofa antes citada de su Rotulus pugillaris.

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