La viña de Nabot

Por P. Francisco Torres Ruiz
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Francisco Torres Ruiz

Cuenta la Sagrada Escritura una historia que bien podría iluminar estos momentos tan convulsos: «1Nabot de Yezrael tenía una viña junto al palacio de Ajab, rey de Samaría. 2Ajab habló a Nabot diciendo: «Dame tu viña para que pueda tener un huerto ajardinado, pues está pegando a mi casa; yo te daré a cambio una viña mejor, o, si te parece bien, te pagaré su precio en plata». Hay una viña muy codiciable que es la fe de un pueblo. El tesoro más preciado que los pobres y sencillos de corazón albergan en su interior y que se les quiere arrebatar desde hace muchos años con campañas perfectamente orquestadas en las que se pone en solfa el papel de la Iglesia y se desgasta la moral de los católicos. Desde hace años se nos quiere arrebatar esta preciosa viña y dársenos, a cambio, una viña mejor (que ellos dicen mejor): resignificar nuestra fe. Resignificarla vaciándola de todo atisbo de gallardía y tradición, y llenándola de cobardía y nada. Con el modernismo consiguieron desplazar la virtud de la fe del plano de la razón resituándola en el del sentimiento. De hecho, los delitos contra la fe se llaman “contra los sentimientos religiosos”, cuando deberían denominarse “contra la razón religiosa”.

La historia continúa con la épica respuesta de Nabot: «3Dios me libre de cederte la herencia de mis padres». Estas palabras han de iluminar a los cristianos de todas las generaciones. La fe es algo que hemos heredado de nuestros padres, entendiendo por padres, no los del vínculo natural, sino las generaciones que nos han precedido y de la cual formamos parte. En el momento presente, en que se quiere resignificar la fe de un pueblo, lo que está en juego es la misma fe. No la fe meramente cultural, sino la fe teologal que se exterioriza de diversas formas, por eso decimos que el catolicismo es generador de cultura y de civilización, porque la fe teologal busca exteriorizarse y expandirse por sí misma de muy diversas maneras. Atacar un símbolo religioso – sea el que sea – no es algo baladí o anecdótico y el enemigo lo sabe, y sabe donde disparar. Alguno dirá “pero mi fe no se basa en símbolos” y podemos responderle: “es cierto hasta cierto punto porque, aunque no necesites símbolos para tener fe, tu fe – incipiente o asentada – buscará, tarde o temprano, expresarse mediante símbolos”. Esto se debe al carácter dialogal y social de la fe. No es una virtud que Dios otorga para el enriquecimiento personal o para enclaustrase a modo de las mónadas de Leibniz. La fe, por sí misma, busca salir y recorrer su cauce. Así, la viña de Nabot – que es nuestra fe – es virtud teologal y herencia generacional.

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Ante la firmeza del cristiano que no cede ni un ápice de su fe, la reacción del enemigo siempre es la misma: «4Se fue Ajab a su casa abatido y enfadado por la respuesta que le había dado Nabot de Yezrael: «No te cederé la heredad de mis padres». Se postró en su lecho de cara a la pared y se negó a comer». 5Jezabel, su mujer, se le acercó y le dijo: «¿Qué te pasa que estás entristecido y no comes alimento alguno?». 6Él le respondió: «Hablé con Nabot de Yezrael y le propuse: “Véndeme tu viña por su valor en plata, o, si lo prefieres, te daré otra viña a cambio”; pero él me contestó: “No te cederé mi viña”». 7Jezabel, su mujer, le replicó: «¡Ya es hora de que ejerzas el poder regio en Israel! Levántate, come y se te alegrará el ánimo. Yo misma me encargo de darte la viña de Nabot de Yezrael». El enemigo es siempre inteligente y astuto. Sabe idear planes y estrategias para quebrantar y someter la fe del cristiano. No se necesita un Chatgpt para saber cómo proceder, la misma Escritura lo enseña: hiere al pastor y se dispersarán las ovejas. Solo sometiendo a los pastores puede resignificarse la fe. Generando pastores cobardes y mudos, revestidos de prudencia, es la única manera de que la fe de los sencillos quede herida. Los Oppas de todos los tiempos son los obispos de voluntad quebrantada y sometida a los dictados del poder (firma aquí, haz esto que te digo, no protestes muy fuerte, tu supervivencia depende de mí, etc). Y Jezabel seguirá haciendo de las suyas porque su objetivo es la apropiación indebida de la viña de Nabot.

«8Escribió cartas con el nombre de Ajab y las selló con el sello de él, enviándolas a los ancianos y notables que vivían junto a Nabot. 9En las cartas escribió lo siguiente: «Proclamad un ayuno y sentad a Nabot al frente de la asamblea. 10Frente a él sentad a dos hombres hijos de Belial que testifiquen en su contra diciendo: “Tú has maldecido a Dios y al rey”. Entonces lo sacaréis fuera y lo lapidaréis hasta que muera». 11Los hombres de la ciudad, los ancianos y notables que vivían junto a Nabot en su ciudad, hicieron tal como Jezabel les ordenó según lo escrito en las cartas remitidas a ellos. 12Así proclamaron un ayuno y sentaron a Nabot al frente de la asamblea. 13Llegaron los dos hombres hijos de Belial, se sentaron frente a él y testificaron contra él diciendo: «Nabot ha maldecido a Dios y al rey» Lo sacaron fuera de la ciudad y lo lapidaron a pedradas hasta que murió». El enemigo urde el engaño sin pudor y con alevosía. No basta con herir a los pastores, sino que se debe acudir a los “hijos de Belial”. Estos vendrían a ser los maquinadores del poder civil. La enfermiza y obstinada pretensión de los gobiernos temporales de resignificar la fe del pueblo, que en este caso es, directamente, destruirla. Como ya dije en un artículo anterior y, ahora, traigo aquí: “Esto es lo que realmente esta detrás de toda esta pantomima: la pulsión totalitaria que, cociéndose en las tenidas, busca desarrollarse en todo su vigor por los palmeros de Satanás. La incontrolada ambición del Leviatán que busca someter a las sociedades a los caprichos obscenos de la plutocracia. Desprotegiendo el respeto a la fe, acabas situando al hombre ante el más radical de los abandonos ante la ley. De tal manera que, si el derecho positivo no defiende el derecho natural, el sujeto se verá obligado a defender su bien preciado de manera natural y fuera de la ley, que ya no le protege…”.

«14Enviaron a decir a Jezabel: «Nabot ha sido lapidado y está muerto». 15En cuanto Jezabel oyó que Nabot había muerto lapidado, dijo a Ajab: «Levántate y toma posesión de la viña de Nabot, el de Yezrael, el que se negó a vendértela por su valor en plata, pues Nabot ya no está vivo, ha muerto». 16Apenas oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a la viña de Nabot, el de Yezrael, para tomar posesión de ella». Y así se consuma la infamia, el despropósito, la ignominia: Nabot muerto y su viña arrebatada. Son momentos complejos en los que debemos ser fuerte y esperanzados. Dios no es ajeno a lo que estamos viviendo y si lo permite será porque quiere llevar a su Iglesia a compartir los sufrimientos de su Pasión. En los momentos de prueba y tentación la actitud del cristiano debe ser la de redoblar la oración y la súplica al Padre de todos para que abrevie este tiempo y nos conceda fortaleza de ánimo para no sucumbir. Quiera Dios que se susciten más laicos, héroes anónimos, como el hombre que salvó una Sagrada Hostia de ser profanada en una misa negra frente al Capitolio en EE UU.

El tiempo de callar ha terminado. Resuenen en este sentido las palabras de Santa Catalina de Siena: “Basta de silencios!¡Gritad con cien mil lenguas porque, por haber callado, el mundo está podrido!”. Gritad el grito de la fe y defended la viña de Nabot como si no nos quedara más en esta vida. La fe salva. El que tiene fe se salva. El que defiende su fe será salvo el día del juicio.  Nada importa más que la fe y lo que está en juego es la fe.

P. D.: quien quiera saber cómo termina esta historia, la historia, que lea los versículos del 17 al 29 de este capítulo 21 del Primer libro de los Reyes.

Comentarios
1 comentarios en “La viña de Nabot
  1. Qué manera más linda y verdadera de mostrar la realidad de la Iglesia y de los católicos en particular. Muchas gracias, padre Francisco.

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