¿Imaginan que recién terminada la restauración del Palacio Real, un nuevo gobierno decidiera darle uso principalmente militar, y convirtiera los salones nobles en barracones para soldados? Pues algo similar es la que ha hecho el nuevo Obispo de Almería y su equipo de gobierno con el Palacio episcopal.
El anterior pontificado se empleó a fondo en la restauración del Palacio, que tenía muchos de sus estancias en una situación auténticamente ruinosa. La ruina verdadera de la Diócesis no es la que se intenta divulgar ahora, cuando la mayor parte del patrimonio ha sido enormemente
revalorizado. La ruina completa era la de la capilla del Seminario y todo el ala de levante de este edificio, la de la iglesia de las Salinas, el interior de la torre de la Catedral y otras dependencias de la misma.
La necesaria restauración del Palacio Episcopal se encargó al arquitecto don Antonio Góngora, que la dirigió ateniéndose a un proyecto muy estudiado y meticuloso, cuya ejecución duró varios años. La restauración se realizó teniendo en cuenta muy detenidamente la naturaleza del edificio, catalogado como edificio singular conforme a la legislación de Patrimonio, ya que el edificio se encuentra protegido por la legislación. De hecho, el arquitecto tras investigar en los archivos del Ayuntamiento y en contacto con la Delegación de la Consejería de Cultura, siguió el criterio determinado por dicha protección patrimonial: no podían ser modificadas las piezas o estancias de la mitad del edificio orientado a la Plaza y fachada norte de la Catedral; y considerando que entre esas piezas, la Sala de Consejos, que durante años había acogido el Tribunal Eclesiástico, no podía ser troceada; y tampoco el comedor festivo o del piso superior, cuyo valor se hallaba además
elevado por la ornamentación, destacando la importancia de la lámpara de cristal de cuarzo que colgaba en él y los muebles de madera de estilo isabelino.
Trasladado el Tribunal Eclesiástico al edificio de Curia de Plaza Bendicho, se pudo acomodar la nueva Sala de Consejos, ahora destruida en su valor y significado por la construcción de unas oficinas-caseta que, a pesar de construirse con rieles de aluminio, placas de pladur y cristal, han dañado gravemente el solado, cuidadosamente construido en la restauración, con ornamentación de dibujo y variedad de mármol. En la restauración se utilizaron asimismo los vanos de antiguas puertas clausuradas para construir las vitrinas que habían de acoger los efectos e insignias episcopales del Obispo Diego Ventaja para conservar su memoria. Restaurados los retratos de los obispos que lo necesitaban se
completaron con algunos recuperados fuera de Almería y con la restauración del busto en bronce del obispo D. Alfonso Ródenas, rehabilitador del Palacio tras la guerra civil. Fue precisamente D. Alfonso Ródenas, quien acomodó y ornamentó el comedor festivo.
La actual invasión de la Sala de Consejos con oficinas no sólo supone una intervención que desautoriza la restauración realizada en la diócesis durante el ministerio del obispo emérito con los estudios necesarios para su ejecución y bajo las directrices de la autoridad civil en Patrimonio, sino que supone la destrucción de una pieza fundamental del Palacio. Lo mismo sucede con la invasión convirtiendo en oficinas la residencia superior del Obispo de Almería, destinada a alojamiento de los obispos de la diócesis, desvirtuando no sólo dicha residencia,
sino su ornamentación y la desaparición de piezas que caracterizan el palacio, como las estancias llamadas del Nuncio Apostólico: tres
piezas para acoger al Nuncio o a señores obispos y visitantes ilustres del Obispo de Almería. Se dispone así arbitrariamente de una residencia episcopal que forma parte de la estructura y destino del Palacio. Trasladar al comedor de época una sala de consejos desmontando su ornamentación y amueblamiento es un atropello de los criterios patrimoniales básicos, ya que los muebles significados (caso de los que ornamentan en estilo isabelino el comedor) forman parte de un conjunto patrimonial a proteger y conservar.
La restauración pudo realizarse destinando a Curia diocesana el edificio de Bendicho y solucionando la invasión de oficinas y la
superpoblación acumulada en el Palacio, un edificio del arquitecto Enrique López Rull, a quien se deben con la colaboración de Trinidad Cuartara Casinello la mayoría de los edificios significativos de Almería. La intervención apresurada y sin criterio, posiblemente sin autorización, en el Palacio Episcopal recién restaurado hipoteca dicha restauración, empobrece el patrimonio de Almería y no se justifica, ya que el edificio destinado a Curia Diocesana de Bendicho se restauró con el fin específico de acoger el Tribunal Eclesiástico y los organismos de Curia, para hacer posible la recuperación de un edificio que es patrimonio singular de la ciudad como el Palacio Episcopal y al que se está dando un uso para el que no fue concebido, con riesgo grave de deterioro, como es la invasión de la residencia episcopal y la instalación de oficinas que atentan contra las piezas fundamentales del edificio.
Católicos almerienses.