| 16 diciembre, 2016
Me he quedado sorprendido ante el ataque mediático al que está sometido ahora el bueno de Donald Trump por la cuestión de los hackers rusos. Aquí en España los ecos de la FOX no han llegado. Pero si hace una semana los consideraba una tontería, ahora veo que (aunque no van a lograr su fin) no son ninguna cosa que se pueda obviar.
Digo que no van a lograr su fin, porque la situación de un candidato al que los compromisarios le retiraran sus votos en el último momento sería un escándalo sin parangón en toda la Historia de los Estados Unidos.
El tema es tan serio que si la ola contra Trump comenzara a subir de altura, el mismo sistema (el Capitolio y la prensa) se encargarían de bajar la temperatura. Éste es un tema que el Congreso no va a dejar que se le escape de las manos. La confianza en los políticos no se recuperaría en toda una generación.
Jugar con la legitimidad del Poder es algo muy serio que siempre tiene consecuencias graves. Trump ha ganado las elecciones con o sin ayuda de los rusos. Ganar unas elecciones con el apoyo de una potencia extranjera no es un delito. Sinceramente, algunos están jugando con fuego. Dividir un país de forma perfecta y llevando hasta la exasperación a cada una de las dos mitades es un ejercicio irresponsable del poder mediático.
Insisto, recibir ayuda de otra potencia no es un acto ilegal. Pero destruir la legimitidad del Poder es un acto que siempre genera consecuencias indeseables: multiplicar por 100 el número de locos que se deciden a perpetrar un magnicidio es de una temeridad increíble.
Trump, realmente, es inofensivo para las corruptelas del sistema. Pero este último episodio nos revela a qué estaría dispuesto un Capitolio corrompido para evitar que el Poder llegara a manos de un outsider.
Un monopolio corrompido del Poder siempre podría dejar hablar al Pueblo, y si el Pueblo no le confirma en sus posiciones establecidas votando al candidato designado, siempre será posible anular al outsider por vía judicial con un impeachment en el peor de lo casos. Dicho de otra manera, el Capitolio tiene la capacidad de ganar siempre si así lo deseara. El Capitolio unido a la prensa podría hundir al que quisiera.
Algunos deben pensar que siempre quedaría el Tribunal Supremo. Pero ese tribunal no podría actuar en caso de impeachment. Según las reglas del juego, ese tribunal no podría parar un juicio del Pueblo por los representantes del Pueblo. Puede ser inconstitucional una ley concreta, pero no un acto concreto de enjuiciamento acerca de la culpabilidad de alguien. Eso puede estar errado o no, pero no es inconstitucional.
Hay que reconocer que las reglas del juego tienen algunos puntos débiles que podrían ser explotados en caso de verdadera mala voluntad por un monopolio del Poder amenazado. No es el caso, pero convendría reflexionar acerca de cómo reforzar más la libertad.
Desde luego, como en el caso de piedra, papel o tijera, aquí se ve que el Congreso tiene poder para anular la Presidencia. En un choque de trenes, el que viene de fuera tiene todas las de perder, de perder su asiento en el Despacho Oval. Conviene recordarlo esto para el futuro. Porque el futuro es pródigo en proporcionar todo tipo de escenarios de conflicto.
El día 19 de este mes de diciembre tiene que «confirmarse» su elección presidencial. Hay no pocas razones para pensar en un posible «boicot», lo cual le impediría acceder a la presidencia. No cabe duda que la situación actual es muy interesante, pero en el fondo estamos ante una verdadera incógnita que esperemos no se complique más.