| 19 enero, 2017
Primero de todo, fe de erratas: perdón por mi lapsus, todo el rato hablaba yo de encíclica, cuando Amoris Laetitia es una exhortación apostólica. Pero quizá este error no deje de tener un propósito divino, pues ha permitido que Alejandro me recordase que una exhortación apostólica tiene un grado de importancia magisterial menor que la encíclica. Si a eso añadimos que una exhortación, en principio, no trata de definir la fe de la Iglesia, no deja de ser un error interesante que me ha permitido caer en la cuenta del hecho de que se trata de un documento de rango inferior.
La cuestión del rango no zanja la cuestión, pues, al fin y al cabo, magisterio es. Pero tampoco resulta intrascendente recordar que el mismo Papa no ha querido darle el rango de una encíclica. Es un dato que no resulta intrascendente, pero quizá no sea relevante para la discusión teológica. Me gustará escuchar las opiniones que queráis dar sobre este mínimo punto.
Por supuesto que escucharé a quien tenga que dar una opinión de algún valor. Los comentarios de algunos (que ni siquiera me molesto en borrarlos) ciertamente carecen de cualquier valor: son meros puñetazos. Algunos comentarios sólo tienen la función de desprestigiar al autor que los escribió. Tomados así, aun sin valor, no dejan de carecer de alguna función.
No voy a mencionar todos los buenos y hasta magníficos comentaristas que ha tenido mi último post. (Incluso el buen humor ocupa su digno lugar entre los comentarios.) No pocos han aportado elementos muy dignos de ser tenidos en cuenta. Leer a Alfonso siempre es un placer. Estoy de acuerdo con él: algunos, por amor a la Eucaristía, golpean al prójimo en la lengua. Me gustaría que mi blog fuera (a veces, cuando el tema es serio) un lugar de discusión para gente que piensa. Pero los guardianes de la galaxia pueden quedarse. Nos viene bien recordar que también ellos están allí como Buzz Lightyear.
Quiero decirle a Margarida que, por favor, nos escriba en portugués: sus palabras han sido sabias. Le pido disculpas por el comentarista anónimo que le faltó a la caridad. Este blog lo leen algunas personas en Brasil. Que sepan que, como siempre, está abierto a sus comentarios en su melodiosa y dulce lengua.
Debo llamar la atención sobre un punto que mencionó Alejandro: y es que la teología ha dedicado apenas ningún espacio a recapacitar acerca de la posibilidad de un magisterio pontificio ordinario falible. Resulta llamativo que en veinte siglos no se haya dado ningún caso. Los dos casos más dignos de estudio no constituyen una excepción. Sea dicho de paso, tampoco hemos tenido en veinte siglos ni un caso de Papa demente al final de su vida.
Quizá un magisterio pontificio ordinario falible sea posible, pero quizá Dios vele para que nunca se dé. Quizá un Papa demente en su vejez sea posible, pero quizá Dios intervenga para que nunca suceda.
Seguiré pidiendo luces al Señor. Aunque me conformo con, al menos, no hacer errar a otros. Hay cosas de difícil armonización entre el magisterio moral de Juan Pablo II y las exhortaciones pastorales del Papa Francisco. Eso estimula nuestra inteligencia. Hay cosas que no sé muy bien cómo casarlas, pero mi intuición (mi pobre intuición) me dice que la dirección del Papa Francisco es un deseo de Nuestro Señor Jesucristo. Pero necesito tiempo. Yo creo que todos necesitamos tiempo y ánimo sereno.
El tiempo impondrá una síntesis perfecta de un modo paternal, paulatino, sin vencedores ni vencidos. Soy optimista. Detrás del tiempo estará Dios.
Es muy discutido lo del Papa Honorio. El Concilio si lo habría declarado hereje, pero el Papa no habría promulgado eso -ergo, no tiene validez- sino solo que fue debil en la defensa de la fe.
San Roberto Bellarmino, si mal no recuerdo, estudió a fondo el tema y es de los respetados doctores que sostiene que nunca, jamás, ningún Papa erró ex cathedra. Todo esto se discutió en el primer Concilio Vaticano, al proclamar el dogma de la Infabilidad. Los que no estuvieron de acuerdo, un puñado, se separaron de la Iglesia Católica y son los cismáticos conocidos como veterocatólicos o católicos viejos.
Estimado Padre, en su artículo anterior decía que el transcurso del tiempo iba a producir una síntesis, ahora con gran alegría veo que ha agregado » Detrás del tiempo estará Dios». Ahora sí, el mero transcurso del tiempo sirve para la prescripción pero no la hay en el caso de pecado. Deje al tiempo en paz y quédese con Dios. Si el Papa sigue un camino querido por Cristo, resulta contradictorio con lo que Cristo mismo dijo para todos los tiempos. Cristo se puede contradecir en materia sacramental ?. Si eso fuera así metemos a la Iglesia en una licuadora. Por otra parte se está hablando de la falibilidad e infalibilidad. Existe siempre que proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral.» Este no es el caso y además no tiene ni la forma ni la pretensión de serlo, gracias a Dios. La infalibilidad está sometida a condiciones de forma y materia. Pero para qué meterse con ese tema si el propio autor no lo ha hecho. Es demasiado conceder a un documento tan extenso el carácter de infalible. Por favor salgamos de ese pantano. Lo extraño es que no dice claramente que los casados sacramentalmente en nueva pareja y sin nulidad del matrimonio anterior válido puedan acceder directamente a la Eucaristía. Les pregunto por qué no lo dice si esa era la intención, tiene la oportunidad y no la usa, por qué ?, qué falta ?. Creo que la impericia y el apuro (enemigo de la prudencia) han llevado a este caos, alguien sin licencia de conductor ha puesta a la Iglesia en estado de Asamblea. Recuerdo el cuento de mi infancia una conversación entre dos sordos, «Cómo está», dice uno, le responde el «otro juntando higos», pregunta «y por su casa», le responde «todos podridos», le dice «muchos saludos», le contesta «para los chanchos». Además me imagino a los pobres confesores hoy convertidos en discernidores, Padre no se si he pecado pero estoy en paz con Dios, el cura contesta No me diga ?, le responde Si le digo, pregunta el cura Qué me dice, le responden Que le digo y concluye Le digo que no me diga. Let us pray…..
Padre, lo que lo mueve a usted a pensar así es, sin duda, su profunda fe en la sobrenaturalidad de la Iglesia, la cual compartimos. Hay detractores de Amoris Laetitia en varios focos de discusión. A mí personalmente me gusta los que dicen los 4 cardenales, esto es, que haciendo un importante esfuerzo, el texto se puede y se debe conciliar con el Magisterio precedente, pero no ayuda mucho que el Santo Padre haya avalado la «interpretación argentina» del texto o que en la diócesis de Roma se haya dejado el discernimiento enteramente al confesor. Entonces, es apenas lógico que ante tantas posiciones divergentes, la Santa Sede, como siempre ha hecho, tome postura clara a favor de la verdad, aunque ello implique desagradar a algunos. Esto lo hizo Pablo VI, al que tanto se acusa de modernista, cuando publicó la Humanae Vitae, la encíclica más impopular de todos los tiempos, en toda la cara de los detractores de la santidad.
Por favor, Fortea, no nos haga juegos malabares, que no está el horno para bollos ni florituras. Respete el dolor ajeno.
Por otra parte, pensar que las contradicciones lógicas existentes entre Amoris Laetitia y el magisterio de la Iglesia se pueden salvar con «estímulos de la inteligencia» implica una derogación del principio de no contradicción y del pasaje en el que Jesus nos exhortaba a que nuestras palabras sean «sí sí, no no».
Recuerdo que el papa Honorio fue declarado hereje por el III Concilio de Constantinopla, lo cual fue ratificado por el papa San León III, que le calificó de traidor sacrílego a la fe.
Si ser optimista es creer que el cisma es inevitable, como vaticinó Fortea, prefiero no saber qué es ser pesimista
Es usted optimista? Pues hace poco escribió que creía que el cisma era inevitable.