| 15 diciembre, 2016
Libros que se dejan escribir… ya sabéis que me dedico a eso. A veces se dejan. Otras… tengo que usar algo de violencia. Pero en fin, he creído hacer un trabajo (clerical) de una tarea tan propia de gente de mal vivir.
¿Por qué digo eso? Pues porque esta noche he tenido una larga conversación con alguien de Estados Unidos. Una conversación que puede cambiar totalmente mi vida como escritor. Quizá la cambie del todo o quizá no cambie nada; hasta es posible que sólo la cambie un poco.
Varias veces, mi vida como escritor ha estado en una encrucijada en la que era posible un cambio radical a mejor. Aunque uno puede preguntarse con toda razón que es “a mejor”. ¿Sabemos realmente que es lo mejor? (Estoy seguro de que una Mano Todopoderosa ha guiado mi vida y hasta mis fracasos; sin duda, por pura compasión.)
En esos momentos, las decisiones que otros tomaron (gente importante en ese mundo de despachos de diseño) me cerraron el camino. Eso en una época en que el mundo editorial era algo. Una época mítica en que Planeta, por ejemplo, tenía todo un impresionante edificio en Recoletos; y Alfaguara sin pestañear movía millones en sus contratos.
No sé si saldrá algo de la conversación de esta noche. Pero os confieso que lo que en otra época me hubiera entusiasmado, ahora ya me coge un poco cansado.