| 04 octubre, 2016
Desde que fui ordenado clérigo, he usado los cuatro cánones de la misa de manera casi igual. Normalmente, un día celebro con el canon I, al día siguiente con el II, al siguiente con III, al otro con el IV, y vuelvo a empezar con el primer canon.
Este orden sólo lo distorsiono cuando un día hay un prefacio propio. Pero al día siguiente celebro con el número de canon omitido el día anterior.
Sin embargo, curiosamente, durante unos dieciocho años, me olvidé de los seis cánones que aparecen en la parte posterior del misal: los cuatro cánones V y los dos de la reconciliación. Desde hace un par de años, al continuo ciclo de los cuatro primeros cánones he añadido los otros seis. De manera que, actualmente, celebro la misa cada día según de esos cánones, siguiendo (casi siempre) el orden en el que aparecen en el misal.
Digo esto hoy, porque existe una marcada tendencia en muchos sacerdotes a celebrar con uno o dos cánones casi todos los días. Es una gran riqueza usar todas las plegarias eucarísticas que nos ofrece la Iglesia. Por eso animo a todos mis hermanos sacerdotes a usar los seis cánones de forma habitual e incluso cíclica (como es mi caso) y a explicar a los fieles las interesantes diferencias temáticas de una y otra plegaria eucarística al comienzo de la misa. Lo cual hace que los feligreses se fijen mucho y les parezca que la misa ha sido dotada de una luz nueva.
Aunque yo nunca voy a la misa «Vetus Ordo» por razones que n vienen ahora al caso, no tendría ninguna dificultad en reconocer que esa forma «extraordinaria» de celebrar el rito litúrgico tiene unas virtualidades de las que carece el «Novus Ordo Missae». No iba a caer en depresión por reconocer tal cosa, si tuviera que reconocerla, supongamos.
Sin embargo, tampoco temo volverme protestante ni hereje por asistir creo que regularmente a la misa «Novus Ordo» (la semana en que menos voy a misa, igual voy 2 veces, y hay semanas en que pueden ser 3, 4, incluso a diario). Y justamente esta es la principal crítica de los tradicionalistas más o menos «lefebvristas» o hasta sedevacantistas (más radicales aún en sus posiciones eclesiales) al «Novus Ordo Missae»: que si muy pobre (en parte puede que sí, sobre todo si se celebra «a la zunga mandunga», sin cuidado, sin respeto), que si destrozado por tantos abusos litúrgicos (esto es tristemente cierto), que si propenso a la herejía, que si neoprotestante, que si mundano…
Me parece que personas cualificadas como usted, P. Fortea, deberían publicar estudios (breves, digo, artículos, así) con que arrojar luz en este tiempo en que, so pretexto de denunciar cierta debacle eclesial (tan obvia, por otra parte, que no se puede ocultar, que no se puede ni debe obviar), la inmensa mayoría de los llamados católicos tradicionalistas (muchos de ellos totalmente «lefebvrianos») arremeten constantemente contra la legitimidad y no digamos la grandeza espiritual de la «Novus Ordo Missae», que es la forma litúrgica reformada con que el 99% de los católicos celebra su fe.
Esos ataques son injustos en sí mismos y son radicalmente sectarios, por antieclesiales, rompen la debida comunión eclesial.
Me parece a mí.