Por su interés traducimos el artículo de Riccardo Cascioli, director de La Nuova Bussola, sobre el nuevo secretario de la Conferencia Episcopal Italiana. «Yo no me identifico con los rostros inexpresivos de los que recitan el rosario fuera de las clínicas donde se practica la interrupción del embarazo.» De no creer que quien haya pronunciado estas palabras sea el Secretario General de la Conferencia Episcopal Italiana, monseñor Nunzio Galantino, en una entrevista publicada por el Periódico Nacional del pasado Lunes, 12 de mayo ( haga clic aquí ). Hemos esperado 24 horas para un desmentido, o una declaración que tal vez explique que había sido malinterpretado. Pero no, tenemos que resignarnos. Este juicio, que denota una falta de humanidad que sólo esperas de los peores laicistas, es de Monseñor Galantino. La carta de la mujer que publicamos en primer plano (haga clic aquí) es la mejor respuesta: el poder del testimonio y la oración frente a la arrogancia clerical, que habla de misericordia (por los alejados) y dispensa desprecio (para los vecinos). Pero la enormidad de la frase citada en el titular oculta una serie de declaraciones del obispo Galantino que merecen ser destacadas. Mientras tanto, el fuerte juicio sobre aquellos que oran por la vida es parte de un discurso pronunciado por el Secretario de la CEI que afirma que respecto a la vida , «nos hemos concentrado exclusivamente en el no al aborto y a la eutanasia«, olvidando que «en medio está la existencia que se desarrolla «. Por lo que basta de rosarios fuera de las clínicas y más compromiso «con la calidad de vida de la gente, por su derecho a la salud, al trabajo.» Aparte del hecho de que no existe un «derecho a la salud» – en todo caso habrá un derecho a ser atendidos, pero es otra cosa – debe quedar claro que el derecho al trabajo y a ser atendidos son posteriores al derecho a vida, sólo aquellos que están vivos tienen necesidad de un trabajo y de ser atendidos por los médicos. Por no hablar de que el dinero público que se gasta para financiar el aborto dentro del sistema de salud se lleva los recursos nacionales destinados a ayudar a los enfermos de verdad. Sólo una visión ideológica abstracta puede diluir el derecho a la vida entre el derecho a trabajar o a la asistencia adecuada. La verdad es que no se quiere hablar más de esa cosa políticamente incorrecta del aborto. No es casualidad que en esta entrevista monseñor Galantino también parece tener miedo a esa palabra: dice «interrupción del embarazo» y «la práctica» para referirse al aborto. Además, nos gustaría saber quiénes son y dónde están todos estos obispos y sacerdotes que en los últimos años han hablado continuamente sobre el aborto, la eutanasia, la doctrina moral. Probablemente estamos distraidos pero no nos vienen a la mente. Si Juan Pablo II y Benedicto XVI han hablado – y ciertamente no de forma exclusiva – lo hicieron porque chocaba con una iglesia que había perdido por completo el sentido del «Evangelio de la Vida», como demuestra la entrevista de Galantino. Sería bueno que el secretario de la CEI , al menos, tratara de reflexionar sobre estas palabras de la Beata Madre Teresa de Calcuta: «Siento que hoy en día el mayor destructor de la paz es el aborto, porque es una guerra directa, una matanza directa, un asesinato directo por parte de la propia madre . […] Porque si una madre puede matar a su propio hijo, no hay nada que me impida matarle a usted, y usted matarme a mi» Pero la cosa no acaba aquí, el periodista le pregunta cuáles son sus esperanzas para la Iglesia italiana, y aquí está la respuesta de Galantino: “Que podamos hablar de cualquier tema, como de los sacerdotes casados, de la Eucaristía a divorciados, de la homosexualidad, sin tabús, partiendo del Evangelio y dando razones de nuestras posiciones.” ¿No sería mejor en vez de hablar, sin tabú, de Cristo – como el Papa Francisco sugiere, entre otras cosas – ya que desde hace cuarenta años llevamos habladno de los sacerdotes casados, de la comunión para divorciados vuelto a casar y de la homosexualidad? Visto que Monseñor Galantino es uno de los que está muy interesados en recuperar los orígenes del cristianismo, tomando como modelo la Iglesia primitiva, pasa sobre la liturgia de estos días la re-lectura de los Hechos de los Apóstoles. En particular, hemos escuchado el martirio de Esteban y la persecución que siguió. Y bien, ante el Sanedrín que todavía no albergaba sentimientos especiales de simpatía hacia él, escuchamos como Esteban busca un diálogo con los que están lejos, escuchando sus razones sin suponer que tiene la verdad: «Tercos e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo. Como vuestros padres, así sois vosotros. ¿A cuál de los profetas no han perseguido vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y asesinos, vosotros que recibisteis la ley por las órdenes dadas por los ángeles, y no la guardasteis.» San Lucas nos dice que «Entonces, oídas estas cosas , estaban furiosos en sus corazones y rechinaban sus dientes contra él, «entonces lo cogieron, lo arrastraron fuera de la ciudad y lo apedrearon mientras Esteban pedía su perdón a Dios. Si hoy celebramos como un mártir a Esteban se debe a que ni él ni los apóstoles luego se avergonzaron de Cristo, frente a la persecución desatada a raíz de la actitud de Esteban, No hubo un solo apóstol que tuviera recriminaciones hacia la actitud innecesariamente provocadora del primer mártir, o quien haya dicho que, básicamente, se lo buscaba. Y desde entonces el ejemplo de Esteban fue seguido por muchos más miles y miles de cristianos, podemos decir millones, hasta nuestros días. Pero en Italia, en el Oeste, hoy en día no se preocupan más de juzgar al mundo y su resistencia al Espíritu Santo, aun los que lo hacen – tal vez rezando delante de un hospital donde consuman «crímenes abominables» – son criticados por sus propios obispos. Obispos que sin embargo se ponen en la silla de los «gentiles» para dar lecciones a los cristianos, que aprendan del mundo en lugar de juzgarlo. Los únicos que pueden ser juzgados (mal) son los católicos.
¿Y quién es Galantino para juzgar a los católicos?

| 14 mayo, 2014