Origen de mi reflexión: En una tertulia televisiva del día 13/4/2015, la política en campaña en la corrección típica de los de su especie, se definía como agnóstica – y encendiendo la otra vela – pero que envía a sus hijos a un colegio católico y está muy contenta con la educación que reciben. No tengo que incidir en la autora de estas declaraciones porque es un fenómeno generalizado, políticamente correcto y hasta de manual de buenas prácticas del padre responsable. Enviar a los niños a un colegio católico porque allí hay menos “nous españols”; porque allí la ideología de género y la promoción de la promiscuidad llegan con sordina; porque se infunden algunos valores que contraprograman la violencia mediática que luego los jóvenes cuelgan, en sus versiones reales de aula, en el Youtube. No se envía a los jóvenes a estos colegios (generalizando) porque se desea coherencia entre la fe que se les transmite en casa y la que debe transmitirle el colegio por su carácter católico. El caso común es más bien el contrario. En casa se ignora y se cuestiona con argumentos sentimentalistas los fundamentos de la fe católica. Se ridiculiza al verdadero devoto en general. Se desautoriza y se caricaturiza al cura, la “monjita” y los “profes” de religión. Lo que dicen está bien pero no hay que tomárselo tan en serio. Son anacrónicos, fundamentalistas, fabuladores… Muy probablemente (estadísticas en mano) tampoco la configuración familiar del educando sea la tradicional y de primeras nupcias. Contradicción irresoluble para el niño. Se transmite durante toda la etapa de formación una fe sentenciada a muerte. Como los virus de las vacunas que inoculados “groguis” en el organismo son usados como sparrings por los leucocitos para hacerse fuertes contra los virus reales. Se crea una defensa ante la que rebota cualquier argumento. Se enquistan costumbres vacías. Se confunden buenísimos con razones teológicas. Se crea una iglesia paralela que clama por sacramentalizar las uniones homosexuales y por ofrecer la comunión a divorciados; por parejas de hecho que reclaman furiosamente el derecho a bautizar a su hijo, no para incorporarlo a la iglesia sino para el posterior cotillón (que crueles los curas que quieren condenar al pobre niño al infierno en el que los padres no creen y al que van de cabeza…). Padres y niños que van a misa (y salteado) desde que empieza la catequesis hasta el día de la primera comunión y ya… Se emite con el diploma de egresado un carnet virtual de católico de quita y pon (si tal carnet existiera debería ser por puntos). Que hay elecciones: lo saco. Que hay que pactar con la oposición o lo lobbies, lo guardo. Viene el Papa de visita, lo saco. Están matando cristianos, lo guardo… El objeto de mi escrito es plantear si la acción apostólica de los colegios católicos, abiertos a todos, puede hacerse sutilmente contraproducente al inmunizar con una “fe grogui” por no estar coherentemente respaldada desde el hogar.
Vacunados contra la fe, por Leonardo Tejada
| 14 abril, 2015