| 16 julio, 2015
En este fin de semana pasado, del 10, 11 y 12 de Julio, tuvimos la gran dicha y bendición de haber recibido al Papa Francisco en nuestra tierra guaraní, Paraguay.
Fue un fin de semana totalmente distinto a cualquiera vivido en nuestro país. Fueron días de fiesta, de alegría, de llanto, de fe y esperanza. Fueron días de compartir y recibir el amor de Dios con todos nuestros compatriotas y también con extranjeros que con sed de Dios vinieron a nuestro país a ver y escuchar al Santo Padre.
A la mayoría de nosotros los jóvenes, el Señor nos dio la gran misión de estar sirviendo para la venida del Papa; también a muchos adultos. Todos estuvimos atentos a los mensajes del Papa desde tantos lugares. Muchos de los servidores no tuvimos la oportunidad de poder verlo dar sus discursos, pero lo seguíamos por la televisión y por los discursos que publicaban en internet.
Pero sea donde sea que escuchábamos sus palabras, más que escuchadas, fueron oídas. Desde la televisión, desde internet, estando presentes en las distintas actividades, sirviendo… sea donde sea, sus palabras fueron verdaderamente oídas. Fueron oídas no solamente porque vienen de la cabeza que representa nuestra amada Iglesia, sino porque era un fiel siervo de Dios que reflejó verdaderamente la cara de Jesús. Un Jesús cotidiano, no allá en lo alto. Un Jesús cercano, amigo, no solamente un Jesús «Señor». Un Jesús que nos acompañó y nos sigue acompañando en toda nuestra historia paraguaya, de la mano de su Madre María.
Fielmente creo que las palabras del Santo Padre, llegaron a oídos de todos, porque fue in lúcido instrumento del Espíritu Santo, y sus palabras fueron -citando al Papa- un remanso para nuestros corazones cansados.
En estos tres días, cada uno de nosotros estuvo viviendo un oasis lleno de amor y misericordia de un Dios Padre que nos ama tanto, en medio del desierto que pueden ser nuestros problemas, aflicciones, tristezas, o simplemente haber caído en la monotonía de una vida egoísta y sin Dios.
Tanta era mi emoción, porque ese amor que todos sintieron estos tres días, es el amor con el que vivo yo permanentemente desde que conocí a Jesús. Y me tocó ésta vez estar sirviendo a mi país, para que ese amor que el Papa Francisco vino a traernos, pueda llegar al corazón de cada una de las personas que lo estaba escuchando. Mi paga al final de un día que muchos podrían catalogar como «cansador», era el llegar a casa y poder escuchar tantos y tantos testimonios de personas que por idas y vueltas de la vida, dejaron de sentirse amadas por Dios. Ésa era mi paga. Fue el motor de mi trabajo y creo que no hay nada más hermoso y gratificante que trabajar por Dios. Y pienso… si yo, haciendo tan poca cosa, siento tanto amor y paz dentro mío… ¿Cuánto más sentirá el Santo Padre con todo lo que hace? Y ahí vi que solamente un corazón enamorado puede hacer tantas locuras por Dios. Porque trabajar por Dios es un trabajo para gente loca. Para gente que pone la felicidad de los demás por encima de la propia, eso es cosa de locos. Y eso es lo que hizo el Papa Francisco en esta visita a Sudamérica.
Poder haber tenido semejante bendición, no solo me alegra por los frutos que ya se empezaron a ver, sino que me mueve a comprometerme mucho más en mi labor dentro de la Iglesia, donde sea que me toque servir, y me impulsa a ayudar a los demás a que se comprometan también. Porque estas palabras que estuvimos escuchando, no fueron para algo de un día, sino para algo de una vida entera. Una vida movida por el amor que Dios nos tiene a nosotros, y nosotros a Él. Citando al Papa, «un amor que nos lleva a quemar la vida».
Y todos después de esta venida esperan tantas cosas, tantos milagros. Pero el Papa mismo nos dijo, que nada de eso va a pasar si nosotros no somos esos agentes de cambio. En nuestra vida y en la vida de los demás. La semilla plantada en nuestro corazón ya está ahí, ahora depende de nosotros regarla para que dé fruto abundante.
Solo me queda por decir, que espero que todos sigan viviendo ésta alegría que vivimos en tres cortos días, y que más que alegría se convierta en felicidad. Que nuestra emoción nos lleve a la acción y no se quede como algo que «fue».
Doy gracias a Dios y la Virgen María por haberme dejado vivir semejante experiencia, y por haber traído una lluvia de bendiciones a mi país.
Y para todos los lectores, les pido que sigan orando por la misión del Papa y por algo más importante que nos dejó con su venida: «Jesús, te pido por los chicos y chicas que no saben que Tú eres su fortaleza yque tienen miedo de vivir, miedo de ser felices, miedo de soñar.»
«Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado» San Josemaría Escrivá.
¡A seguir quemando nuestra vida por Jesús!
Un corazón enamorado, que nos lleve a primerear, a tomar la iniciativa Evangelizadora, contra la pobreza del alma, que cuando se vuelve endémica en una sociedad, se refleja en la pobreza del cuerpo, y a veces peor, se refleja en la opresión de unos países a otros, en desmedro de los más débiles. Hay la Cruz de cada cristiano, no quedarse quietos frente al mal, y como el Señor Jesús conmoverse y atender a los enfermos, débiles, ir a buscar las ovejas perdidas. El enamoramiento es muy importante para fortalecer esta dirección. Tenemos que querer lo que el mundo no quiere, y por el camino que el mundo rechaza, el camino de la Cruz y la humillación. Dios te bendiga querida hermana!
Muchas gracias Lola, el suyo es un corazón enamorado de Jesús como lo es el de Francisco. Y por eso sus palabras son una caricia para el alma. No deje de estar loca de amor por Jesús nunca. Que la Virgen la guarde.