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Redimensionando al Papa Francisco

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Sus críticos deben adoptar un nuevo enfoque. Por Michael Cook, Mercator Net.

Tal vez la expresión annus horribilis es demasiado fuerte para describir la experiencia del Papa Francisco en 2016. Pero quizás no sea tan exagerada. Aparte de eventos como la inundación de los refugiados por toda Europa, los que se ahogaron en el Mediterráneo, y la pulverización de Alepo, hubo como un retumbar de críticas en los medios después de la publicación de su documento sobre el matrimonio, Amoris Laetitia.

La más entretenida fue La Semana Santa que cambió la cara del mundo [La Sacre Semaine qui changea la face du monde], un breve relato del eminente antropólogo francés, Marc Augé. Es un cuento fantástico sobre el Papa Francisco. Él camina por el balcón de la Basílica de San Pedro en la mañana de Pascua de 2018 (día de los inocentes) y anuncia a una inmensa multitud: «Dios no está muerto, porque Dios nunca ha existido». Inmediatamente los cardenales lo internan en un hospital psiquiátrico y presenta su renuncia al día siguiente.

Augé es un pagano moderno (cuantos más dioses, mejor) para quien el racionalismo y el relativismo son dogmas religiosos. Su propósito no es criticar al Papa Francisco sino mostrar que el mundo estaría mucho mejor sin la religión.

Más inquietante es la postura de los críticos católicos que sienten que el mundo estaría mucho mejor sin el Papa Francisco. Ross Douthat, el columnista del New York Times que ha estado canalizando esta hostilidad en los principales medios de comunicación, ha escrito recientemente que «parejas del mismo sexo, polígamos y parejas de conviventes pueden razonablemente afirmar que la interpretación más liberal de Amoris se aplica a sus situaciones».

Esto es tan absurdo como el relato de Augé; como en un matrimonio fallido, Douthat & Co no puede ver casi nada bueno en Papa Bergoglio. Vaticanistas y bloggers han estado escrutando de acá para allá la burocracia vaticana, con entrevistas a puerta cerrada en medios y citas de obispos anunciando que han descubierto un complot para volar las enseñanzas tradicionales de la Iglesia Católica.

La última retahíla [el “último culebrón”, se podría traducir] viene de dos moralistas muy respetados del mundo de habla inglesa, ambos laicos: Germain Grisez, un teólogo estadounidense, y John Finnis, un australiano que es un profesor emérito en Oxford. Ellos escribieron una carta al Papa y luego la publicaron on line en la revista católica First Things a principios de diciembre.

Allí se enumeran ocho posiciones opuestas a la enseñanza católica tradicional que, dicen, podría ser apoyada por pasajes de Amoris Laetitia. Sin duda esto es cierto. «El diablo puede citar las Escrituras para su propósito», dice Shakespeare. De hecho, torcer el significado de los documentos de la iglesia tiene una larga historia. El primer Papa, Pedro el Apóstol, escribió a su rebaño en el año 65 que las «cartas de Pablo contienen algunas cosas difíciles de entender, que algunos ignorantes e inestables distorsionan, como hacen con las otras Escrituras, para su propia perdición».

Pero seguramente el Papa no puede ser considerado responsable del mal uso de sus palabras. Si pudiera ser así, ¿no deberían sus críticos considerar no canonizable a San Pío X, en cuyo nombre tuvo lugar el cisma más serio del siglo pasado?

El punto real es: ¿afirmó el Papa Francisco alguno de estos supuestos errores? Y la respuesta, gracias a la cuidadosa documentación de Grisez y Finnis, es: No, no lo hizo. A pesar de sus mejores esfuerzos, no lograron atraparlo in flagrante haeresi.

En cualquier caso, las ocho proposiciones de Finnis y Grisez son curiosas: parecen haber creado su propio dogma y luego critican al Papa por no enseñarlo. La posición ofensiva es: «Un católico no necesita creer que son muchos los condenados en el infierno». Pero la Iglesia nunca ha enseñado que el infierno esté lleno, sólo que existe y que cada uno de nosotros podría terminar allí. Es posible que sólo exista; los hoteles pueden estar medio vacíos. Esta es un área de la creencia católica que está abierta al debate. Todos hemos oído hablar de noticias falsas; este es un falso dogma.

¿Por qué algunos católicos tan inteligentes y fieles están tan enojados hacia el Papa Francisco que ven en todas partes herejías, como si estuvieran interpretando una versión teológica de Pokemon Go en los Jardines Vaticanos?

Tal vez necesitamos un nuevo marco de referencia para entenderlo. Francisco no es un obispo convencional de Roma. Después de 150 años de papas que han sido mayoritariamente diplomáticos o intelectuales, en 2013 los cardenales eligieron a un jesuita latinoamericano, un obispo con un corazón profundamente pastoral. En Juan  Pablo II, la Iglesia tenía un filósofo sorprendentemente original; en Benedicto XVI, uno de los mejores teólogos del mundo; y en Francisco, un distinguido director espiritual.

La figura del «director espiritual»; es familiar en la Iglesia Católica y los jesuitas son famosos por producirlos. Son sacerdotes (generalmente) que «dirigen almas», es decir, dan consejos prácticos y piadosos a la gente, uno a uno. Su papel es ayudar a cada persona a alcanzar las cumbres de la vida cristiana, a veces fortaleciéndola y consolándola, a veces corrigiéndola y reprendiéndola, siempre ayudando a la gente a ser más rezadores y centrados en Cristo. No es casualidad que el regalo de Navidad del Papa a los miembros de la Curia Romana – los funcionarios en el Vaticano – fuera una traducción italiana del severo libro de texto de un Jesuita del siglo XVII, Industriae ad curandos animae morbos [“Remedios para curar las enfermedades del alma”].

La faceta severa de Francisco como director espiritual parece haber ofendido profundamente a algunos clérigos. «Hemos permanecido con la Iglesia en las buenas y en las malas, se nos desprecia ¡y este tipo carga contra nosotros por no ser lo suficientemente santos! ¿Quién se cree que es?». Pero esta siempre ha sido la reacción de los clérigos cansados en las antiguas épocas de reforma. Acabo de leer las vidas de los santos de la Contrarreforma del siglo XVI, Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. Es una queja comprensible, pero no es santa.

Lamentablemente, un poco de reprimenda parece ser lo adecuado después de los escándalos de abusos sexuales en todo el mundo, el despilfarro en el Vaticano y, lo peor de todo, el colapso del número de asistentes a la iglesia. Francisco parece creer que si hubiera más Padres Píos en los púlpitos, habría más católicos en los bancos.

Lo que importa recordar de un director espiritual -a diferencia de un filósofo o teólogo- es que su consejo se imparte personalmente, alma por alma. No se entrega en sermones, libros o grupos de Facebook. No es un traje standard, sino una sastrería espiritual a medida. Todos los consejos de Francisco en Amoris Laetitia son perfectamente convencionales si se contemplan a través del prisma de la dirección espiritual personal. Él está mostrando a la Iglesia cómo aplicar a los hijos e hijas pródigos los principios del Vaticano II y de los dos grandes Papas que implementaron su espíritu.

Hay riesgos, por supuesto. El enfoque de Francisco sólo funcionará si los sacerdotes (todos los católicos, en realidad) están dispuestos a ser pastores con olor de ovejas. Si demasiados de ellos se conforman con ser gerentes o «coleccionistas de antigüedades o novedades», fracasará.

La historia juzgará cuán eficaz será esto, pero Francisco está dando por sentado que Juan Pablo II y Benedicto XVI ya habían creado un sólido marco intelectual para la evangelización produciendo el Catecismo Católico y sus brillantes encíclicas. Ahora es tiempo para la acción, para salir hacia afuera, para llevar el mensaje del Evangelio a un mundo secularizado.

Así que la opinión de los críticos es mezquina. En lugar de cuestionar las nociones católicas tradicionales como las normas morales excepcionales, la indisolubilidad del matrimonio o la posibilidad de vivir según la ley moral, Francisco las asume. Ok, dice, hemos pasado los últimos 40 años actualizando el lenguaje de la teología moral tradicional. Es hora de poner esto en marcha en el campo de batalla y establecer nuestros hospitales de campo.

Eso es lo que quiere decir cuando escribe en Amoris Laetitia: «Este discernimiento nunca puede prescindir de las exigencias evangélicas de la verdad y de la caridad, como propone la Iglesia. Para que este discernimiento pueda suceder, deben estar necesariamente presentes las siguientes condiciones: humildad, discreción y amor a la Iglesia y a su enseñanza, en una búsqueda sincera de la voluntad de Dios y un deseo de darle una respuesta más perfecta ». Estas actitudes son esenciales para evitar el grave peligro de malentendidos, como la idea de que cualquier sacerdote puede conceder rápidamente «excepciones», o que algunas personas pueden obtener privilegios sacramentales a cambio de favores. Cuando una persona responsable y con tacto, que no se atreve a poner sus propios deseos por delante del bien común de la Iglesia, se reúne con un pastor capaz de reconocer la gravedad del asunto que tiene ante sí, no puede existir el riesgo de que un determinado discernimiento puede llevar a la gente a pensar que la Iglesia mantiene un doble moral (n. 300).

De hecho, insiste una y otra vez en este documento que sólo la verdad puede sanar y que los sacerdotes (que trabajan como directores espirituales) deben permanecer fieles a las enseñanzas morales tradicionales. Pero el camino hacia la verdad puede ser diferente para cada alma. Para usar una analogía hogareña, un médico no puede curar a pacientes recalcitrantes dándoles veneno o redefiniendo lo que significa ser saludable. Pero puede y debe intentar diferentes tratamientos, algunos más cortos, otros más largos, para llevarlos gradualmente hacia la salud.

Es sorprendente que los críticos del Papa se hayan apoderado de Amoris Laetitia como un perro con un hueso, pero ignoren su primera encíclica, que es la verdadera llave de su pontificado Evangelii Gaudium. Cuando escribí sobre ella en 2013, poco después de que se publicara, estaba boquiabierto: Es un reto para los cristianos raspar de nuevo las capas de pintura y polvo y hollín que han oscurecido la luz brillante del mensaje del Evangelio. Evangelii Gaudium tiene una vigorosa inocencia y frescura; es el clamor de un hombre joven al mundo de que el amor es posible, la justicia es posible, todo es posible, si el mundo sólo escuchara las sencillas palabras de Jesucristo.

Los críticos tienen todo el derecho de insistir en que Jorge Bergoglio, como todos los católicos, debe ser fiel a la enseñanza tradicional de su Iglesia porque éstas son las enseñanzas de Cristo. Pero, ¿no incluye la enseñanza tradicional el mandamiento: «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones»? Nadie podrá acusar al Papa Francisco de no tomar en serio la re-evangelización del mundo. ¿Se podría decir lo mismo de todos sus críticos?

Michael Cook, Mercator Net

Comentarios
16 comentarios en “Redimensionando al Papa Francisco
  1. Este MICHAEL COOK o es un cretino o es jeta. O es bobo de remate o es un cínico redomado.
    Es muy sencillo, en la AL se permite como dice un obispo austríaco comulgar en pecado a los amancebados, y confesarse sin arrepentirse y valida el divorcio de hecho en algunos casos, todo ello justificado por la subjetividad de la noción de pecado de la conciencia del amancebado. Y eso si leemos Trento es anatema.
    No entiendo que en IC deis cancha a semejantes gilipolleces.
    Si esta es una firma invitada es que alguien en IC necesita un hervor o varios.

  2. Penoso artículo el de Cook. Un insulto a la razón. La perplejidad -por decir lo menos- que está generando el Papa Francisco entre los católicos es muy grande. La celeridad de la respuesta a los obispos argentinos por su «correcta interpretación» de Amoris Laetitia contrasta con el silencio absoluto ante los DUBIA presentados por los cuatro cardenales. Para muestra, un botón.

  3. Bueno, hay que ser muy ciego y bastante obsecuente para firmar el artículo aquí traducido. Es que parece estar hablando de una realidad alternativa. ¿Francisco, director espiritual? ¿Acusar a otros de «una versión teológica de Pokemon Go en los Jardines Vaticanos»? Sin contar la velada acusación de «diablos», con esa cita de Shakespeare.
    Luego tenemos afirmaciones, sencillamente alucinantes:
    -«La faceta severa de Francisco como director espiritual parece haber ofendido profundamente a algunos clérigos». ¿Faceta severa? ¿en serio? No, señor, lo que ofende es que precisamente sea lo contrario de severo, que manifieste una laxitud repugnante, bajo la capa de «misericordina». La única severidad que demuestra es su actitud tiránica para con todos los que, cumpliendo su misión, señalan sus errores y se esfuerzan por vivir la integridad de la Fe Católica.
    – «Lo que importa recordar de un director espiritual -a diferencia de un filósofo o teólogo- es que su consejo se imparte personalmente, alma por alma. No se entrega en sermones, libros o grupos de Facebook. No es un traje standard, sino una sastrería espiritual a medida». Listo, firmamos un tratado de moral de situación. ¿No se da cuenta el autor de lo estúpido y anticristiano que es lo que dice? Se jacta de haber leído las biografía de los grandes santos del siglo de oro español, pero obviamente no ha comprendido nada de ellas. ¿Desde cuando para ser director espiritual no hay que ser filósofo o teólogo? ¡Más bien al contrario!
    – «Hay riesgos, por supuesto. El enfoque de Francisco sólo funcionará si los sacerdotes (todos los católicos, en realidad) están dispuestos a ser pastores con olor de ovejas. Si demasiados de ellos se conforman con ser gerentes o “coleccionistas de antigüedades o novedades”, fracasará». Aquí la memez alcanza límites estratosféricos. Una verdadera colección de clichés tejidas en un párrafo completamente sofístico. ¿A quién pretende convencer con ello?
    – «Ahora es tiempo para la acción, para salir hacia afuera, para llevar el mensaje del Evangelio a un mundo secularizado». Claro, la Iglesia estuvo encerrada los últimos 150 años (o más, quién sabe) hasta que llegó Francisco para hacerla «salir hacia afuera» (como si se pudiera salir hacia dentro). Nunca hubo misión hasta ahora, nunca se anunció el Evangelio hasta ahora, la Misericordia de Dios se descubrió en 2013, etc., etc. El chiste se cuenta solo.
    – «Así que la opinión de los críticos es mezquina. En lugar de cuestionar las nociones católicas tradicionales como las normas morales excepcionales, la indisolubilidad del matrimonio o la posibilidad de vivir según la ley moral, Francisco las asume. Ok, dice, hemos pasado los últimos 40 años actualizando el lenguaje de la teología moral tradicional. Es hora de poner esto en marcha en el campo de batalla y establecer nuestros hospitales de campo». Estoy casi negado a comentar este párrafo: ¿»hemos pasado los últimos 40 años actualizando el lenguaje de la teología moral tradicional»? Que no, hombre, vosotros os habéis pasado los últimos 60 años en destruir el lenguaje, no solo de la teología moral sino de la teología entera. Y ahora venís a decir que lo estabais «actualizando». ¿Es que nos tomáis por idiotas?

    Bien, sólo una muestra, pero creo que es suficiente para entender que este artículo no merece ser recordado. Al final, el autor se glorifica a sí mismo, hablando de su comentario a Evangelii Gaudium, autoproclamándose «profeta». Ahí ya se tiene la clave de todo su pensamiento, la vacuidad de todo su discurso y la inutilidad de todos sus sofismas.

  4. Jesucristo no dijo id y dirigid, ni id y discernid, sino «id y enseñad», y la Iglesia tiene la autoridad de Jesucristo para enseñar «a guardar todo lo que os he mandado» .El artículo de Cook es un sofisma mediático más para apaciguar a los timoratos.

  5. Enhorabuena. Excelente texto. Fiel a la verdad. Ecuánime y muy acertado para entender la figura y actuación del Papa Francisco. Obviamente molesta a los entusiastas del cisma y del rasgado de vestiduras. Verdaderamete útil para los católicos sinceramente perplejos ante este pontífice.

  6. Todavía hay muchas personas que no han descubierto la grandeza de S.S.Papa Francisco, su gran inteligencia, su mirada del mundo actual, de cada persona individual, que necesita se confortada de distinta manera, como que un remedio no es válido para todas las enfermedades. Hay que saber interpretar lo que se lee y tener conocimiento del Catecismo >( corregido por San Pablo II) Todo lo que dice y escribe está donde debe estar. Rezo por Ud. Papa Francisco.

  7. Infovaticana: Muchas gracias por el artículo. Se agradece un poco de sensatez.

    La traducción no es perfecta, pero sí razonablemente funcional. El original aquí:
    https://www.mercatornet.com/above/view/reframing-pope-francis/19168

    A los moderadores:
    Echenique se comporta como un troll. Ha repetido 61 veces su largo comentario que comienza con «Todo el programa siniestro, el centro del bergoglianismo»:
    https://www.google.es/search?q=%22Todo+el+programa+siniestro,+el+centro+del+bergoglianismo%22&num=30&hl=en&filter=0&biw=1303&bih=674

  8. El autor de este artículo parece estar muy mal informado. La Amoris Laetitia, no es la unica cosa criticable a Francisco, solo hay que leer los 150 estudios de Denzinger-Bergolio, para darse cuenta que contradice muchisimas enseñanzas de la Iglesia, «desde que la multiplicación de los panes no fue magia, sino compartir», hasta «quien soy yo para juzgar a los homosexuales», a la entronización de Lutero en el Vaticano, y la celebración de V centenario de la herejía protestante, etc.

    Francisco no tiene un pensamiento surgido de la nada, es la continuación del pensamiento y personalidad del Cardenal Bergoglio, un personaje ansioso de poder, que ponía espias en diocesis argentinas, y congregaciones religiosas, que siempre ha estado del lado del poderoso. No es marxista, ni peronista, ni de izquierdas ni de derechas, solo pactista con el poder. Por esto, critica a los católicos que defienden su catolicismo, como obsesivos, inmisericordes, etc. porque para él TODO es negociable.

    Un personaje así, es lógico que ponga a un protestante a dirigir el Observatore Romano de Argentina, que haga unos videos mensuales escondiendo el pectoral y cualquier signo cristiano, que ponga a Cardenales meleables en los puestos de poder de la Iglesia, que alabe a los enemigos de la Iglesia, siempre que ostenten algún poder.

    ¿Francisco se toma en serio la evangelización? hay algunos detalles que lo desmienten: aconsejó a un obispo anglicano no hacerse católico, en su viaje a Latinoamerica desacreditó a España como colonizador y evangelizador de Latinoamerica. El Vaticano sacó un documento que prohibía convertir a los judios. Siempre se manifiesta en contra del proselitismo y dijo que era pecado convertir a un cristiano no católico en católico, etc.

    Ojalá el problema solo fuera AL !!!

  9. Un pésimo artículo, que supongo está mal traducido, pero que a pesar de la traducción deja ver como su autor es un militante de las filas relativistas y pro-Bergoglianas, osea uno más que trabaja por la demolición de la Iglesia Católica.

    Cristo al final Vencerá!!!

  10. Hacia tiempo que no leía un artículo tan demagógico. El autor quiere hacer comprender (a quien lo lea), que debemos aplicar nuevas y originales formas evangélicas, pero para ello, conviene olvidarse del evangelio.

  11. Este artículo me parece muy interesante. Es más, al avanzar en su lectura he creído encontrar un camino para salir de la perplejidad en que nos encontramos quienes tenemos en nuestro adn la fidelidad al Papa. Interpretar a Francisco y sus actos en clave de dirección espiritual podría explicar muchas cosas. Examinar las pegas de sus críticos como si fueran fariseos hipócritas sirve para desacreditarlos. Pero la realidad es otra. No creo que los críticos al Papa Francisco sean fariseos, ni malintencionados inmovilistas. Más bien veo cristianos desconcertados que desean ser (seguir siendo) fieles a la Iglesia y necesitan seguridad. En cambio, sí veo intenciones torcidas entre quienes interpretan la Amoris Laetitia como una patente de corso para legitimar lo ilegitimable. Y me preocupa la actitud del Papa ante esos dos grupos: a los primeros los fustiga y a los segundos los deja hacer.

    No creo que la misión de un Papa pueda agotarse en hacer dirección espiritual colectiva. Es preciso que los fieles puedan vivir su Fe con serenidad, sabiendo en qué consiste ser católico. Y si el Credo y su desarrollo no han cambiado, es preciso decirlo con claridad y evitar las ambigüedades.

    Cuando en mi vida cotidiana un creyente (generalmente poco practicante) me dice que los divorciados luego casados por lo civil ya pueden acercarse a comulgar, yo repongo que la AL no dice exactamente eso. Y su respuesta es que tal o cual sacerdote (u obispo) ha dicho que sí. ¿Cómo creen me quedo? No estoy describiendo una situación imaginaria sino algo que me ha pasado ya unas cuantas veces. El Papa lo sabe porque quienes le atribuyen un cambio doctrinal no lo hacen a escondidas sino en púlpitos y medios de comunicación. ¿No sería lógico que ese director espiritual intentase espantar a los lobos y así devolver el sosiego a las almas que dirige?

  12. Creo que, en este momento trascendental de la historia de la Iglesia, los laicos les estamos dando un buen repaso a tanto eclesiástico que no sabe o no quiere saber para qué está. Ignoran que se están jugando su salvación eterna ? La misericordia desgajada de la Verdad y la Justicia se vuelve loca, como decía Chesterton. La enfermedad de la Iglesia de hoy se llama misericorditis y está causando estragos. La Amoris es la manifestación más grave de esa enfermedad, altamente contagiosa, que anula la razón. La Amoris es un auténtico insulto a la razón. La lucha interna en la Iglesia actual es entre la Verdad y la razón, de una parte, y, de otra, la funesta misericorditis sentimentaloide, a extirpar.

  13. La profesión de relativismo de la Evangelii Gaudium, la interpretación de muchos obispos de la Amoris Laetitia, y la alusión a la moral de situación y gadualidad de la ley de Bernard Haring desmienten este artículo. Si a ello añadimos que los luteranos no reconocen el matrimonio como sacramento que cada uno saque sus propias conclusiones, pero es evidente que hay algo más que una táctica pastoral más o menos equivocada sino unas verdaderas intenciones.

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