¿Puede el cristianismo vivir sin teología?

|

home57Pronostica, por un lado, el escritor José Antonio Marina un “fuerte ataque” contra el papa Francisco al cumplirse un año de su elección, proveniente de la “teología católica más rigurosa”. Y por otro lado, afirma que el cristianismo era una forma de vida, un imitar a Jesús de Nazaret y confiar en su promesa, y se convirtió en la aceptación de un credo, basado en conceptos de dudosa procedencia, para devenir en “deriva gnóstica”. Francisco quiere volver al cristianismo como forma de vida. ¿Puede el cristianismo vivir sin teología? Este es el debate de “trascendental importancia” planteado por Marina. El pronóstico es acertado, como fácilmente puede mostrarse. La Secretaría de Estado vaticana retiró el 14 de noviembre del año pasado de los sitios web de la Santa Sede el contenido de la entrevista que el fundador de La Repubblica, Eugenio Scalfari, mantuvo con el papa Francisco. La razón era que el texto no había sido revisado palabra por palabra. En realidad, aquella entrevista asumía respuestas comprometedoras por parte del papa, que parecían degradar el contenido de la fe a mera actuación política y social, sin realizar una síntesis adecuada entre la espiritualidad y la acción temporal cristiana. Pero lo más grave era sostener, como lo hacía Francisco, que “cada uno tiene su propia idea sobre el Bien y el Mal”, una propuesta peligrosa de autonomía absolutizadora de la propia conciencia, fruto de una elaboración autónoma y creadora del bien, sin considerar que la conciencia también puede ser errónea. Asimismo, la tensión entre la Ecclesia charitatis y la Ecclesia iuris, la contraposición entre una moral de la interioridad y una apologética de la institución con su estructura jurídica y dogmática, fue abierta cuando el cardenal Madariaga se expresó públicamente contra el cardenal Müller, rechazando su propuesta de valor absoluto en la cuestión de la comunión de los divorciados vueltos a casar, en supuesta contradicción con la relatividad de las costumbres vigentes, como si fuesen los usos sociales quienes pudiesen crear la obligación moral, y retomada además con determinación por el cardenal Kasper en una proposición tan peligrosa como exigente de un cambio de paradigma. ¿Por qué rechazar el paradigma si es vinculante, si sólo hay responsabilidad cuando hay recepción de las palabras de Jesús, criterio regulador de la conducta? ¿Qué necesidad existe de elaborar una teología de la experiencia interna, dejar la recepción de la Eucaristía a una especie de moral sense, que actúa de órgano de percepción de lo justo y lo bueno, un paradigma ético y teológico donde el valor moral, lo bueno para el hombre, sea un mero factor antropológico de estructura emotiva, la situación de la persona que sufre? Existe una necesaria inseparabilidad entre la misericordia y la justicia como fundamento de las relaciones internas del derecho y la moralidad, la política y la vida espiritual de la sociedad. La misericordia supone la justicia, y la justicia exige la misericordia. El hombre justo cumplirá las obligaciones de la misericordia, y el hombre misericordioso no puede ser al mismo tiempo injusto. Decir que detrás de cada causa hay una persona que tiene una dignidad única es tanto como proporcionar al hombre la capacidad de autodeterminarse, haciendo de la sola libertad el soporte de la moralidad. Pero el extraño juego dialéctico del filósofo Marina, el debate de “trascendental importancia”, la posibilidad de sentido de un cristianismo sin teología, no se sostiene más allá de considerarlo como una sutil propuesta de deconstrucción del cristianismo, un evidente ateísmo posmoderno con el fin de elaborar un nuevo orden ético y crear las condiciones de una verdadera moral poscristiana. La fe cristiana se codifica en dogma, en norma y en teología. Un cristianismo sin pecado ni gracia, sin juicio ni salvación, sin dogma ni moral, algo parecido a la canción Imagine, de John Lennon, donde se asegura un mundo en el que no exista cielo ni infierno, no deja de ser una débil propuesta para quien desee seguir al Nazareno. Anular la referencia teológica, sospechando de los grands récits, a fin de que el alma pueda encontrar su propio camino hacia Dios; despojar la vida del cristiano de cualquier elaboración teórica con el fin de evitar lo que Marina denomina su “deriva gnóstica”; mantener la sola vivencia personal y subjetiva del acontecimiento sin interpretación, como si fuera imposible el acuerdo entre la religión y la razón;  desestructurar hasta quebrar la unión entre la razón y la revelación, entre la naturaleza y la gracia, es tanto como realizar y vivir la propia fe cristiana sobre la nada y la incertidumbre. El cristianismo siempre se ha concebido a sí mismo como una religión razonable, fundada en la razón divina, una forma de vida donde la fe es un acto y un contenido, donde existe una profunda unidad entre la fe con la que creemos y aquello que creemos al creer. En la profesión de fe denostada por Marina se da el conocimiento verdadero de Dios y de la realidad misma. La fe no es una mera vivencia personal, ni una actitud privada, ni una opinión, ni un sentimiento añadido a un conocimiento racional autónomo de la realidad. La mirada creyente de Dios es una mirada propia de la razón que conoce la realidad a la luz de la revelación divina.   Roberto Esteban Duque Sacerdote y doctor en Teología Moral

Comentarios
0 comentarios en “¿Puede el cristianismo vivir sin teología?
  1. Totalmente de acuerdo. Marina ha pasado de ser un filósofo medianamente respetable a una especie de santón que habla -o más aún, ponitifica- sobre lo divino y lo humano. Al prinipio le seguí. Luego, lo tuve que dejar: la inconsistencia se palpaba. No es el primero ni el único que al verse encumbrado a una fama relativa… se cree a sí mismo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *