Algunos políticos y ‘lo fácil’, por Gabriel-Ángel Rodríguez Millán

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Si hay algo que caracteriza la cultura contemporánea es la exaltación de “lo fácil” que, por desmotivador, anula cualquier sueño de progreso.

Algunos políticos se creen los Reyes Magos. Anuncian regalos por doquier y sin esfuerzo, porque manejan un dinero que no es suyo. En su momento, acordémonos, sacaron la chequera y prometieron 2.500 euros para los que tuvieran un niño a partir de la fecha en que se les ocurrió la medida. A los adolescentes les facilitan la promoción de curso, aun cuando tengan varios suspensos, y se desprecia el estudio de la filosofía por si acaso les ayuda a pensar… Y otros, particularmente en el sur pero no sólo allí, a los jornaleros les firman las peonadas que necesitan para llegar al mínimo exigido para acceder al subsidio. ¿Quién da más?

Con esta forma de hacer se elimina de las mentes la necesidad del esfuerzo y se rellenan con fuertes dosis de hedonismo, un hedonismo que consiste en aguantar, quejarse moderadamente y, al final, esperar que el maná llueva gratis del cielo. El punto dramático de esta forma de hacer política es que vale todo para atraerse algunos votos.

Ahora bien, el “facilitarismo” es destructivo porque ahoga a los individuos y coarta su creatividad y su sana ambición. Quienes practican esta política prefieren una sociedad en estado de dormición y carente de capacidad de crítica con la que discernir el bien y el mal personal y social.

No se confunda el “facilitarismo” con el “estado del bienestar”, que es, con sus límites, la forma evolucionada del estado contemporáneo en la que se trata de realizar de forma efectiva la igualdad, de manera que los individuos tengan garantizadas las condiciones mínimas de existencia: educación, sanidad, pensiones de jubilación, etc.

El necesario intervencionismo del estado es, lógicamente, limitado pues, de otro modo, podría convertirse en totalitarismo, sistema caracterizado por la pasión por la unanimidad (y que algunos, con más o menos disimulo, parecen anhelar hoy en nuestro país y en otros). El “estado del bienestar” así entendido no anula el esfuerzo personal, ya que no entrega un cheque-regalo a cada persona, sino que da a todos una posición de partida formalmente igual a partir de la cual edifica su presente y su futuro. Es un estado entendido para ofrecer posibilidades a los individuos en favor de su propia autonomía. Todo lo contrario de lo que defiende el “facilitarismo”, que genera ciudadanos dependientes y entregados.

Los que propugnan una mentalidad “facilitarista” deberían leer las palabras de Einstein, que confesó que su existencia dependía del trabajo de sus contemporáneos y de sus antepasados, pero que, personalmente, se esforzaría para entregar a sus descendientes la misma proporción que él había recibido.

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