¿Los últimos tiempos?

|

Pedro Abelló

El Evangelio habla de un tiempo en el que apenas habrá fe en el mundo, y el Apocalipsis se refiere a ese tiempo mediante determinados símbolos, como la Gran Apostasía, las Bestias del mar y de la tierra, la Gran Babilonia, el Anticristo, el Signo de la Bestia, etc. Ese tiempo, según la Escritura, marca el fin de la historia tal como la conocemos, y se cierra con un acontecimiento de índole espiritual que supone la conclusión de esta historia y el comienzo de algo nuevo y radicalmente distinto. Se trata probablemente de una conclusión traumática, a juzgar por los signos descritos tanto en los Evangelios como el en Apocalipsis. La duración de este tiempo de tránsito es incierta, y sobre su conclusión, el Evangelio afirma que “sólo el Padre conoce el día y la hora”, aunque tal vez el concepto evangélico de “día” no coincida con el que utilizamos habitualmente como tal.

El tratamiento simbólico que de este tiempo hacen las Escrituras hace muy difícil hacerse una idea precisa de su contenido real, de los acontecimientos reales que deben tener lugar y de su secuencia temporal. Sin embargo, hay una característica común a todas las profecías, y es el hecho de que, cuanto más cerca nos encontramos de su realización, más claro aparece su significado y más comprensibles resultan, porque el propio devenir de la historia nos ha ido proporcionando los elementos de juicio que en su origen no existían o eran difícilmente reconocibles. Además, a lo largo de los últimos cien años se han producido multitud de revelaciones, comenzando por la principal y “madre” de todas las demás, la de Fátima, que permiten ir llenando de contenido concreto los símbolos utilizados para describir este tiempo, de modo que hoy es posible tener una idea razonable del curso general de los acontecimientos, o al menos de alguno de ellos.

Un primer elemento clave para la comprensión de este tiempo es el llamado Nuevo Orden Mundial. Desde hace ya varios siglos, especialmente los cuatro últimos, la humanidad en su conjunto, especialmente en lo que llamamos “mundo Occidental”, ha iniciado una carrera dirigida a prescindir de Dios y de toda trascendencia, considerando que el hombre es autónomo y autosuficiente, que no necesita de una instancia superior a sí mismo, y que el dominio de la naturaleza que le proporciona su conocimiento científico y tecnológico le permite controlar el mundo y la historia por sí mismo. Dios ha pasado a ser considerado un estorbo para la libertad del hombre, y el hombre ha decidido prescindir de Él, negando incluso su existencia, para construir un mundo a su propia imagen, un Reino del Hombre en la tierra.

Todas las grandes corrientes de pensamiento de los últimos cuatro siglos han ido en esa dirección, y han conseguido en gran medida unificar la mentalidad de los hombres a partir de sus principios. La reforma protestante del siglo XVI, fundamentada a su vez en el nominalismo de los siglos XIV y XV; la Ilustración del XVII; el idealismo del XVIII; el romanticismo, el racionalismo, el positivismo, el marxismo y los nacionalismos del XIX, por citar sólo las corrientes principales, han conducido a la humanidad a la ilusión de poder prescindir de Dios para crear ese Reino del Hombre, en definitiva, a la deificación del Hombre.

Durante la primera mitad del siglo XX, esta gran tendencia se ha concretado en un proyecto, el llamado Nuevo Orden Mundial (NOM). Este proyecto persigue la creación de un gobierno mundial único y de una religión universal que sustituya a todas las religiones existentes. Para ello es necesaria una homogeneización de la humanidad, lo cual implica destruir las identidades culturales, especialmente nacionales y religiosas. Ello exige también el control de la mayor y más influyente organización mundial, la Iglesia Católica, para ponerla al servicio del proyecto como cabeza de esa nueva religión, en la que no habrá Dios ni transcendencia. Será una mezcla sincrética de ecologismo, naturalismo y misticismo oriental, un humanismo religioso en el que el único “dios” será la humanidad.

Como es evidente, se trata de un proyecto sumamente complejo, que requiere la utilización coordinada de muchos instrumentos distintos y de una “dirección” centralizada. Tal gobierno no implica necesariamente la existencia de un aparato u organización política visible. Basta simplemente con que los gobiernos de las distintas naciones se sometan a sus directrices, y para ello debe contar con un poder suficiente para someter a esos gobiernos. Ese poder es el financiero.

Todos los gobiernos del mundo dependen hoy del poder financiero, que puede hacerlos caer o levantarlos, arruinar su economía o impulsarla, hacer caer el valor de su deuda, hundir su Bolsa, destruir su sistema bancario. El poder financiero es hoy la clave de ese Nuevo Orden Mundial, su instrumento esencial y la fuente de su poder real. El poder financiero y los hombres que lo controlan realmente, posiblemente desconocidos o poco conocidos por el mundo, son necesariamente el núcleo dirigente del proyecto, porque son los que tienen la capacidad de controlar a los gobiernos y obligarlos a seguir sus mandatos y sus políticas.

El ejemplo evidente lo tenemos hoy en los gobiernos de Europa occidental. Todos ellos siguen las mismas políticas, muchas de las cuales son francamente nocivas para las poblaciones de sus países, pero sumamente convenientes para el NOM, y en esas políticas podemos ver los distintos instrumentos que el NOM utiliza para conseguir esa homogeneización de la humanidad y la destrucción de las identidades culturales, nacionales y religiosas.

El principal de esos instrumentos es el multiculturalismo. La mezcla de culturas, razas, religiones y formas de pensamiento en una misma sociedad destruye progresivamente las identidades culturales y va construyendo una nueva identidad sincrética, ya adaptada a los requerimientos del NOM. Para impulsar ese multiculturalismo, el mundo occidental recurre a la inmigración masiva e indiscriminada, provocando (o no evitando) guerras y hambrunas que obliguen a los habitantes de los países pobres a buscar refugio en las naciones ricas, sin importar los problemas terribles que ello comporta, tanto para los inmigrantes como para los países de acogida, porque el objetivo no es el bienestar de la población ni la solución de los problemas, sino conseguir esa mezcla cultural al precio que sea para destruir las identidades culturales. Si el objetivo fuese el bienestar de la población, las naciones desarrolladas trabajarían para terminar con las guerras, los conflictos y el hambre en el origen de la emigración, de modo que las personas pudieran permanecer pacíficamente en sus lugares de origen, pero no vemos ningún esfuerzo encaminado en ese sentido y sí, por el contrario, en forzar ese disparate que supone vaciar literalmente algunos países para llenar otros a costa de la convivencia.

Otro objetivo importante del NOM es la destrucción de la moral tradicional, puesto que la moral es el baluarte de las identidades culturales, especialmente cristianas, y destruyendo la moral se destruyen también esas identidades, dejando a las personas “disponibles” para asumir una nueva identidad cultural a la medida del NOM. Para conseguir ese objetivo se utilizan dos instrumentos principales: la llamada “cultura de la muerte”, es decir, la promoción del aborto y de la eutanasia, que desvaloriza totalmente la vida humana y convierte al hombre en una simple unidad, una pieza prescindible del mecanismo, sin valor en sí mismo más que como puro valor de uso. El segundo instrumento es la ideología de género, que tiene como objetivo la destrucción del vínculo básico de la humanidad, que es la familia, para dejar al hombre en una especie de vacío relacional y afectivo, sin identidad definida, que lo convierta en un objeto manipulable. Todo ello, evidentemente, se disfraza de la demagogia más elaborada sobre supuestos derechos y extraños valores, radicalmente opuestos a los derechos y valores reales que hacen del hombre una persona, sujeto real de dignidad y de derechos.

No menor importancia tiene, en este contexto, el famoso debate sobre el cambio climático, objeto de fuerte controversia en la comunidad científica, puesto que mientras solventes especialistas opinan que dicho cambio forma parte del comportamiento normal del clima de la tierra y que siempre han existido los ciclos fríos y cálidos, las instancias oficiales se esfuerzan en convencer a la población de que es únicamente causado por el hombre, y lo utilizan como argumento para defender el control poblacional.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) es uno de los instrumentos esenciales al servicio del NOM para imponer sus políticas de control poblacional, aborto, eutanasia y eugenesia a todas las naciones, especialmente las del llamado Tercer Mundo, y propagar al mismo tiempo la “fe” en el cambio climático.

Otro de los objetivos básicos del NOM es el control de la Iglesia católica. La Iglesia es el principal baluarte que se opone a los objetivos del NOM, que suponen convertir al hombre en puro valor de uso, puesto que la Iglesia defiende al hombre como sujeto de dignidad y valor en sí mismo en tanto que persona espiritual. Desde la conclusión del Concilio Vaticano II, el llamado progresismo ha ido ganando posiciones en la Iglesia, ocupando cargos de gran responsabilidad en su organización e influyendo grandemente en la práctica de sus miembros. Los dos papas anteriores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, consiguieron contener temporalmente su avance, pero, tras la renuncia de Benedicto, cuyos motivos siguen siendo un misterio, la influencia del progresismo se ha multiplicado exponencialmente.

Hoy escuchamos cada día manifestaciones de destacados miembros de la jerarquía católica que hubieran sido inimaginables hace unos años, y que se alinean con las políticas del NOM. Un alto cargo de la jerarquía pone en duda la veracidad del Evangelio, con el surrealista argumento de que “entonces no había grabadoras para saber lo que se dijo en realidad”; se rinde homenaje a Lutero como “gran testigo del Evangelio”; la exhortación apostólica Amoris laetitia pone en cuestión la indisolubilidad del matrimonio y provoca enfrentamientos e interpretaciones divergentes en todas las diócesis; la nueva Academia Pontificia para la Vida justifica el aborto terapéutico y el uso de anticonceptivos en ciertos casos; obispos alemanes justifican el aborto y elogian a organizaciones abortistas; se revela la existencia de un lobby abortista en el Vaticano; se hacen declaraciones ambiguas sobre el fine vita; notorios pro-abortistas y partidarios del control poblacional conferencian y son homenajeados en el Vaticano; obispos canadienses justifican la eutanasia; se abre a debate el fin del celibato y la ordenación femenina; se declara que el Islam es una religión de paz y que conduce al cielo, lo que descoloca a los ex musulmanes convertidos, que exigen coherencia; se niega el derecho de la Iglesia al proselitismo; se ataca la Humanae Vitae; obispos alemanes defienden la bendición a las uniones homosexuales; un poderoso lobby gay se manifiesta a todos los niveles; se defienden las políticas de inmigración indiscriminada; el Vaticano se alinea con las políticas de la ONU; se hace política en vez de evangelizar; se cortan de raíz las voces discordantes; se justifican comportamientos corruptos; se alaban regímenes políticos corruptos y se capitula ante ellos…

Si bien todas estas acciones revelan la presencia en las estructuras de la Iglesia de poderes encaminados a debilitar sus fundamentos, existen, además de todo lo anterior, dos aspectos de particular gravedad. Uno de ellos es la llamada “misa ecuménica” o “intercomunión”, que sería la punta de lanza para acabar con la Misa Católica y en cuya preparación un comité podría haber estado trabajando. Consistiría en un “servicio religioso” conjunto entre católicos y protestantes, en el que se suprimiría la Consagración, y por tanto la presencia real de Cristo, y se “comulgaría” con formas sin consagrar. El otro aspecto particularmente preocupante es el creciente debate sobre la colegialidad, encaminado a debilitar la autoridad de la Sede Petrina en favor de la autonomía de los obispos, terminando en último término con el gobierno monárquico de la Iglesia. El papa sería un obispo más y la autoridad recaería sobre el conjunto de los obispos. El Colegio de Cardenales trabaja en un proyecto de “descentralización”, con el objetivo de dar más poder a los obispos en detrimento de la autoridad del papa.

El NOM se introduce de esta manera en el corazón de la Iglesia, y no puede descartarse que, de este modo, llegue a apropiarse del propio vértice de la pirámide, de la misma Cátedra de Pedro, poniendo el papado a su servicio. En definitiva, este puede ser el terrible contenido del famoso Tercer Secreto de Fátima y el motivo por el cual no ha sido nunca revelado en su totalidad.

Si ello sucediese, supondría que los católicos se verían obligados a renegar de sus creencias y adoptar las correspondientes al nuevo sincretismo universal. De hecho, no sólo los católicos, sino toda la población mundial, se vería obligada a adoptar los principios del NOM, lo cual probablemente no resultaría difícil, puesto que la incesante labor de los medios de comunicación de masas, de los partidos políticos y organizaciones diversas durante decenios, ha preparado ya a la población para asumir pacíficamente esos principios, muchos de los cuales están ya introducidos hasta tal punto en las conciencias que ni siquiera son cuestionados. La fe religiosa casi ha desaparecido en muchos países occidentales; el aborto, la eutanasia y el homosexualismo político son aceptados por una enorme parte de la población. El relativismo moral es lo más común en occidente, y nadie se pregunta por qué, en vez de dedicar tantos medios a facilitar la inmigración, no se dedican a hacer posible el regreso pacífico y en condiciones aceptables de toda esa gente a sus países.

Revisado este panorama global del mundo de hoy, no resulta aventurado establecer algunas correlaciones con lo que las Escrituras nos relatan sobre “los últimos tiempos”. Difícilmente encontraríamos algo que corresponda mejor a la figura del Anticristo que ese poder que hemos llamado Nuevo Orden Mundial, que se propone destruir el legado de Cristo y dominar el mundo en nombre de un principio totalmente mundano. El Anticristo no tiene por qué ser una persona; puede llegar a serlo, si ese poder del NOM se llega a concretar en un individuo, cosa que puede perfectamente suceder. Pero, mientras tanto, el propio NOM es la figura paradigmática del Anticristo.

Y nada más adecuado para encarnar esa Gran Apostasía que la propia Iglesia y su vértice puestos al servicio del Anticristo. ¿Qué mayor apostasía puede haber que la Iglesia sirviendo a su enemigo?

¿Y respecto al Signo de la Bestia? Recordemos que la Bestia marcará con su signo a los hombres en la mano y en la frente, y los que no tengan el Signo de la Bestia no podrán comprar ni vender, según declara el Apocalipsis. Pues bien, ¿qué mejor signo que la aceptación de los principios del NOM y de su nueva religión? ¿Y qué puede ser más fácil que aceptarlos para una humanidad ya preparada culturalmente para ello, si, además, el NOM promete paz, riqueza, bienestar y seguridad para todos, se presenta como la cumbre del humanismo, del amor a la humanidad, y nos ofrece un paraíso, un Reino del Hombre en la tierra?

El Anticristo debe ser un seductor, porque debe atraer hacia sí a toda la humanidad. No puede presentarse con cuernos, rabo y oliendo a azufre, sino envuelto en benevolencia y maravillosas intenciones. Y así se presentará el NOM cuando llegue el momento. Será ecologista, conservacionista de la naturaleza, cuidará el clima, amará a los animales, será bondadoso y profundamente humanista… Pero hará desaparecer a Dios de la perspectiva de los hombres.

¿Y quien no acepte ser “marcado” con el Signo de la Bestia? ¿Quién no acepte los principios del NOM? ¿Quién pretenda mantenerse fiel a su herencia recibida, al catolicismo bimilenario? Pues ese “no podrá comprar ni vender”; será marginado, apartado, perseguido y, finalmente, tal vez expulsado, encarcelado, matado. De modo que lo más fácil será dejarse “marcar” y vivir tranquilo, y lo más difícil será negarse a ser “marcado”. Probablemente, la inmensa mayoría de la humanidad llevará esa marca, y sólo una ínfima minoría seguirá siendo fiel a Cristo y a su Iglesia auténtica, en la marginación, en el exilio o incluso en la muerte.

Pero aquí viene la gran sorpresa, o la gran tragedia: según anuncian el Evangelio y el Apocalipsis, que, recordemos, son tenidos por palabra de Dios, sólo los que no acepten ser marcados se salvarán, y los que lleven esa marca se condenarán. Sólo esa pequeña minoría, los 144.000, ese número simbólico del Apocalipsis, heredarán el Reino. Serán los que habrán lavado sus ropas en la Sangre del Cordero.

Terrible compromiso, y terrible responsabilidad. Responsabilidad personal, pues cada uno de nosotros deberá decidir sobre llevar el Signo de la Bestia o el Signo de la Mujer, la Enemiga de la Bestia. Y, tal como se precipitan los acontecimientos, tal vez el momento de la elección llegue mucho antes de lo que imaginamos. Y la consecuencia será radical: salvación o condenación, si creemos en la Palabra revelada.

Y responsabilidad colectiva, pues nadie que haya comprendido mínimamente lo que está sucediendo queda excusado de hacer lo posible para llevar el mayor número, empezando por los más cercanos, al Signo de la Mujer.

Que Jesús y Su Santa Madre nos ayuden en este trance.

Amén.

Comentarios
7 comentarios en “¿Los últimos tiempos?
  1. Qué bien! Hablando del NOM abiertamente, el único enemigo, el único… Ni islam ni cuentos chinos. Pero Dios se servirá del NOM para hacer grandes cosas. Al diablo siempre le sale el tiro por la culata.

  2. «Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: «Soy yo», y también: «El tiempo está cerca». No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin». Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
    Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí» (Lc 21,8-13). Ver también Mt 24,4-14.

    En cuanto a esos ciento cuarenta y cuatro mil, no representan a la totalidad de los salvados, sino que forman parte de un grupo elegido para acompañar a Jesucristo, rescatados de la tierra (Ap 14,1-5). Además de estos, dice el profeta: «vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: «¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!» (Ap 7,9-10).

    Por último, el Anticristo sí tiene que ser una persona: «Porque antes tiene que venir la apostasía y manifestarse el hombre impío, el Ser condenado a la perdición, el Adversario, el que se alza con soberbia contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta llegar a instalarse en el Templo de Dios, presentándose como si fuera Dios» (2 Tes 2,3-4). Es la Bestia del Apocalipsis.

  3. Dios no os deja en la estacada posiblemente dios sea cientifico para estos maslos tiempos,por otra parte me gustaria oue lelleseis esto creo oue es mejor para la iglesia y todavia no existe.
    Por lo visto hay muy poca informacion sobre iglesias y numero de milagros en dichas iglesias, y sabiendo oue es una informacion importante para oue la gente valla,y oue eso mueve el turismo,deverian de haber en internet bases de datos de las iglesia para el turismo o en informacion y turismo,el turismo de iglesias es muy importante para la economia,y esta informacion oue no existe asi como estadisticas de dicha iglesia es muy necesario,

  4. Excelente y muy esclarecedor artículo. Los tiempos se están adelantando. Ya no se usan ni eufemismos para decir las cosas.
    Hay que mantenerse firmes en la oración perseverante y confiada. Nuestro Señor Jesucristo y Su Santísima Madre no nos van a soltar la mano.

  5. El NOM maneja la misericorditis, la última fase de la pastoralitis ayuna de doctrina o incluso antidoctrina, como quiere. Por eso mismo hay que expulsarla cuanto antes de la Iglesia Católica pues el daño va a más.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *