En la puerta de las iglesias en Cataluña, algunas claramente desde dentro, otras en la calle, se reparte desde ahora un boletín propagandístico a todo color, intentando mostrar unas acrobáticas razones de la independencia desde la doctrina social de la Iglesia. Como firmas “intelectuales”, aparecen cuatro “cadáveres” : Lluis Xirinacs, un activista que dejó el sacerdocio y que alcanzó cierta fama por sus encadenamientos y huelgas de hambre con tintes pretendidamente de nuevo Ghandi; el padre Maur Esteva, monje que fue Abad General del Císter (dijo en una ocasión que defender la lengua justifica un Estado propio); Antoni Deig, muerto hace doce años, que fue obispo de Menorca y Solsona y escribió sobre “el amor a la patria” (sic) y, finalmente Manuel Carrasco i Formiguera, considerado padre de la “democracia cristiana catalana”, que fue fusilado en 1938 por el ejército de Franco. La pieza propagandística no tiene desperdicio: cuatro párrafos recortados de “notas de los obispos de Catalunya”, que en realidad recuerdan a los cristianos la fidelidad a los derechos de todas las personas y pueblos. Un intentopatético secesionista de mostrar una aprobación “oficial” de los obispos que no existe. Pero hay más. A continuación, estos “Cristianos por la Independencia” rechazan “seguir en España” como “alternativa de vivir en el menosprecio sistemático, pertenecer a uno de los Estados más endeudados del mundo que nos insulta recurrentemente” y, entre otras lindezas, ataca “nuestra lengua cultura y autogobierno” dice el panfleto. Sigue a continuación el capítulo de promesas de una nueva patria que “nos situará en el mundo”, una patria más próspera por dejar “la ineficiencia económica española”. “No podremos estar en la UE, pero tenemos alternativas como la EFTA: Suiza, Noruega e Islandia”. Y, como no, el Papa de Roma, con foto y cita de condena del colonialismo, que “Cristianos por la Independencia” aplica, traída por los pelos, sin más, a España y Cataluña, por más que compartan y tengan la misma Constitución, Derecho, Historia, lenguaje, o economía. ¿Es acaso Cataluña la parte “pobre”, del pretendido “país colonizado”? En momentos como los de la movilización europea para acoger a refugiados, en ningún momento se plantea una respuesta a semejante desafío a la humanidad, sólo establecer, con falsas razones sentimentales, una nueva frontera y una brecha de división en una Cataluña en la que parece “poco patriótico”, sin embargo, hablar de eficiencia en educación, hospitales o promoción económica. Mejor no preguntar… Sólo en el mes de junio, 21.000 millones de euros salieron del mercado español, movidos por razones que en Wall Street, según “Wolf Street” y también por muchos analistas independientes, centran en la falta de confianza ante el reto secesionista, y como anticipo de la inestabilidad que pueden traer a las próximas elecciones generales en España. Al capital que “huye” de Cataluña y España no le cuelan las mentiras. Las empresas que se trasladan, por el temor a la inestabilidad de la ilusión secesionista, a otras comunidades en España aportan otro dato, el número de parados en Cataluña; para los menores de 25 años, los que “empiezan”, se cifra en el 43,7% (EPA). Aunque la imagen del “nacionalismo eclesiástico”, la de Franco bajo palio, pasó hace medio siglo, la del nacionalismo vasco y catalán sobrevivió muchos años en las sacristías. Enarbolar ahora la figura del difunto malogrado Xirinacs y otros “cadáveres” culturales, en realidad plasma una realidad patente; el clero catalán tiene una media de edad próxima a los 70 años y las nuevas generaciones no aceptan ya las supuestas “bendiciones” con las que quiere aparecer Cristianos por la Independencia, una entidad promovida por la ANC, Asamblea Nacional Catalana. Resultan más elocuentes ahora los silencios del episcopado catalán, que salvo alguna anécdota aislada y sentimental, prefiere, en la recta final, mantenerse al margen de la maniobra secesionista. En una Europa ante el desafío a su humanidad por parte de la emigración no hay lugar para la división y, mucho menos, para el odio supremacista. Al final, excepto para algunos parroquianos entrados en años y poco documentados, o alguna monja-activista de corto recorrido, la figura del repartidor de propaganda se diluye ante la contundencia del mensaje de amor que difunde la Iglesia en el interior de esos mismos templos; “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús”.
Los estertores del nacionalismo eclesiástico, por Francisco Pou
| 07 septiembre, 2015
Jesucristo mandó a sus apóstoles a proclamar el Reino de los Cielos, sin embargo, estos se entretienen utilizando la Iglesia de Cristo para proclamar la república catalana.
En una Cataluña hipotéticamente independiente, la izquierda eclesial (fogotizada por ERC y las CUP) pedirá también la independencia de la Iglesia respecto de Roma, y la construcción de una «Iglesia Nacional». Dirán que el cristianismo debe inculturizarse en cada pueblo, y que el pueblo catalán -que recién habrá recobrado la independencia- es profundamente democrático, por lo que se hace necesario una Iglesia propia, donde los obispos sean elegidos democráticamente por los fieles, y donde la Asamblea popular eliga si las mujeres deben ser sacerdotes o no, si los sacerdotes pueden casarse o, cuál es la doctrina moral a aplicar en ese momento, etc.
Xavier Novell apelaba a la doctrina social de la Iglesia para justificar el derecho a decidir la independencia de Cataluña. ¿Qué ha cambiado de parecer?… Razón de más para que se pase unos años en misiones en Guatemala o Somalia.