“La vocación de ser político con libertad y con valores», por Isidoro Tapia

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El mero hecho de existir como POLITICO, de ser y ejercer como político, o lo que profesionalmente seas, trasciende al mero hecho de tu existencia: es una misión que tienes con la sociedad que te rodea. Toda tu vida es una misión, un servicio a los demás. Sirve quien vale, pero vale quien sirve. Esta reflexión es el fundamento final de la vida de entrega, hacia los demás, que cada uno debemos tener, y para la que hemos sido creados, con independencia de tu credo, religión o ideología. Salirse de este guion es andar en solitario, aunque aparentemente puedas moverte en olor de multitudes. Aceptar esta reflexión, te obliga a admitir, que toda persona tiene siempre algo que decir a los demás, y de donde se deriva que ninguna persona existe sin sentido, nadie es un verso suelto en la poesía de la humanidad. La existencia y aceptación de que tienes una misión en la vida, y que tú, y solo tú, puedes realizar tu misión, te obliga a una elección personal, es lo que llamamos vocación. Concretando: tienes una misión que debes realizar a través de tu vocación. La vocación no es algo añadido al personaje, por ser ahora político, o lo que profesionalmente seas fueres. No es algo que le sobreviene a la persona accidentalmente, en algún momento de su existencia, y que no fundamenta para nada su responsabilidad ante la sociedad. Tu persona y la vocación son una misma cosa  y deja de ser una misma cosa cuando falta la coherencia de vida, desde el momento que elegiste, y lo aceptaste, estabas destinado para realizar tu misión en la sociedad. La tuya, no la de otra persona puesta en tu lugar. La llamada universal del hombre, el animal social,  se encarna en la vocación personal como una elección fundada en la razón y la libertad como condición sine qua non, formal no accidental. La persona y la vocación son una fusión inseparable como lo es el fuego y su luminosidad, y condicionan su esencia, su visión y su misión. Quien sabe su vocación tiene una clara visión de su porqué y aun a un nivel subconsciente conseguirá otras metas en beneficio propio y de la sociedad. Si esta vocación admite una dimensión espiritual su transcendencia se multiplica y se plasma en el bien personal y el bien común. La vocación nos constituye, nos configura, es la clave más profunda de la identidad personal de cada uno, y por tanto la razón principal de mí existir. La vocación transciende a lo que en cada momento debes realizar, ya que mi misión es un todo a través de mi vocación, y lo que a lo largo de mi vida vaya  realizando es una parte del todo de mi misión, durante toda mi vida. Persona, vida y vocación, igual a misión se confunden en un todo, es la realidad integra y existencial del ser humano. La persona que tiene claro el porqué de su existencia, su persona, existencia y trascendencia se funden en una misma cosa, su camino en la vida se le aclara, y sabrá realizar con satisfacción, para los demás, su misión, en su vida, a través de esa vocación a la que ha sido llamado. Como consecuencia de la satisfactoria realización de cada parte de su total misión, en consonancia con su vocación, conseguirá otros logros paralelos, y que a lo mejor sin ser consciente de esta realidad. Estos logros, para beneficio de su entorno, serían: Satisfacerse con lo realizado, satisfacer lo realizado por su trascendencia, y satisfacer a los demás, que conviven a tu alrededor, por el ejemplo de lo realizado, y del que lo ha realizado. La persona, que con estas premisas enfoca su vida, pero hacia una eternidad trascendente, suele reflejarlo con otras palabras: ”Realizo mi misión vocacional hacia los demás: santificando lo que hago: mi trabajo, Santificándome con lo que hago. Y ayudo a que los demás se santifiquen en su propio trabajo. Ayudo a que cada cual sea consecuente y acepte su misión”. Y al término santificar cada cual le puede dar el sentido que considere mas positivo e idóneo a sus creencias o ideologías…... Alguien dijo que el mejor milagro para convencer a los demás de algo, era un fraile llamado vulgarmente, por la sabiduría de pueblo, “fray ejemplo”. Si no eres consecuente con la trascendencia de cómo piensas, terminaras pensando según vives, te dicen o te dirigen. Con lo cual, no serás feliz tú, y por tu responsabilidad hacia los demás, podrás  hacer infeliz a mucha gente. No es fácil ser consecuente sí no te apoyas en firmes valores, siempre llamadas virtudes. Todo lo anteriormente escrito también le vale a quien esto escribe, sea “mandador” o “mandado”. Con respeto y afecto hacia los políticos…y a todo aquel profesional que ayude a desarrollar la sociedad..

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