En las últimas semanas han corrido ríos de tinta con motivo del referéndum “fantasma” en Cataluña y sobre los diversos posicionamientos en relación a su hipotética independencia. No es nuestra intención hacer un juicio sobre la moralidad de la opción independentista pero sí señalar que, en orden a tomar postura sobre cuestión tan delicada que supondría romper con siglos de historia común, deben señalarse algunas pautas morales que sirvan para fundamentar una postura o su contraria. Esas pautas se encuentran recogidas en la Doctrina social de la Iglesia y están relacionadas de tal forma que no es posible asumir una sin las demás.
En primer lugar, la dignidad de la persona humana, abierta al infinito y a todos los seres creados. En una Cataluña independiente se podría respetar igual, mejor o peor la dignidad de sus ciudadanos pero la secesión tiene el riesgo de inocular dentro y fuera de esa región problemas serios de convivencia.
En segundo lugar, el bien común, definido como el conjunto de aquellas condiciones de la sociedad que posibilitan a las personas lograr de forma más plena y fácil la propia perfección. De ahí que, ante decisión de tanta envergadura, el resultado sólo será legítimo si conduce a alcanzar el bien común de todos los afectados, que son el conjunto de los ciudadanos de España. En el debate público sobre esta cuestión nunca se escucha reivindicar la independencia catalana invocando el bien de todos y cada uno de los españoles.
En tercer lugar, la solidaridad, que confiere relieve a la sociabilidad de la persona, a la igual dignidad y derechos y al camino común de todos hacia la unidad. ¿La secesión de Cataluña conduce a promover ese camino común? Fiscalmente hablando, todos aceptan que debe pagar más quien más tiene, pero cuando no hablamos de personas sino de territorios parece que la cosa cambia. Si es una región la rica da la sensación que compartir con las menos afortunadas es signo no de solidaridad sino de fomento de la holgazanería… Así dicen algunos…
En cuarto lugar, el principio de subsidiariedad y de participación, que se basan en permitir a la sociedad el desarrollo de sus ámbitos específicos de responsabilidad, que las familias, por ejemplo, como estructuras esenciales de la sociedad, puedan libremente elegir la educación de sus hijos y que las administraciones sean subsidiarias e intervengan solamente cuando la sociedad no se vale por sí misma. Y es que el intervencionismo es siempre una tentación del poder y cuanto más está ese poder cerca de los ciudadanos más posibilidades tiene de intervenir en su vida. Lo que en un principio parecería una ventaja puede convertirse en un elemento que coarta la libertad individual. Además, habría que enjuiciar si algunos en Cataluña aceptan y toleran la legítima diversidad de sus habitantes de la misma forma que desde el conjunto de España se ha aceptado y tolerado (a veces con graves abusos como la dificultad de muchos padres para que sus hijos reciban sus clases en español) la suya.
Finalmente, el destino universal de los bienes. El Creador ha destinado los bienes de la tierra a todos los hombres y pueblos. De ahí que esos bienes tengan que llegar a todos de manera equitativa y bajo la tutela de la justicia y la caridad. ¿De verdad se asegura mejor ese destino universal de los bienes haciendo que España estalle en mil pedazos?
Gabriel-Ángel Rodríguez
Vicario General
La enseñanza de la Iglesia no avala ni deja de avalar el secesionismo. Simplemente no dice nada sobre él. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Acaso la historia no está hecha de conquistas y de secesionismos? Hasta Portugal fue parte de España por un tiempo. Y los Israelitas en Egipto, que era un pueblo maltratado, acaso ahí no era necesario el secesionismo? Por tanto creo que en este tema se puede estar a favor o en contra del secesionismo pacífico, sin contradecir la doctrina de la Iglesia y el Evangelio, que por cierto tampoco te obliga ni te enseña a ser patriota, cosa que puede estar muy bien pero es voluntaria. Soy español del sur y llevo escuchando oír hablar mal de los catalanes desde que nací. Ya cansa. A veces comprendo que se quieran ir.
Ninguno de estos argumentos es concluyente. Ha habido multiples secesiones en la historia, sin objeción por parte de la Iglesia y de su doctrina. Todos los procesos de independencia han sido aprobados por la Iglesia en poco tiempo.
Creo que no debería hacerse de este asunto un asunto de doctrina teológica.
En cambio, la cuestión de la moralidad de los medios para la secesión es más relevante. ¿Se justifica moralmente en las actuales circunstancias? ¿Con uso de la fuerza o sin él? ¿Con respeto de la legalidad vigente en toda España o sin él? Es en virtud de estas consideraciones y no de la doctrina general de la Iglesia que uno podría favorecer una secesión (por ejemplo, de Escocia en el Reino Unido, o de las repúblicas americanas) y no otra (por ejemplo, de Cataluña o de Galicia).
En lo personal, prefiero una España unida, para que haya un solo califato y no varios.