Reproducimos aquí la carta del Obispo de Osma-Soria, Gerardo Melgar, con motivo del inicio de la cuaresma. Queridos diocesanos: El miércoles 5 de marzo comenzamos el tiempo de gracia de la Cuaresma, periodo de conversión y de cambio de actitudes, un tiempo especial de gracia para despojarnos de nosotros mismos y de nuestras actitudes egoístas, un tiempo para vivir el amor misericordioso del Señor como mensaje principal de nuestra fe que hemos de transmitir especialmente a todos aquellos que están inmersos en la miseria material, moral o espiritual. El Papa en su Mensaje para la Cuaresma hace mucho hincapié en lo importante que es este tiempo para que los cristianos nos sintamos llamados a mirar las miserias humanas y a comprometernos en ayudar a todos aquellos que las sufren para que puedan salir de ellas. Francisco parte del texto de San Pablo en la Carta a los Corintios: “Cristo se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9). Cristo se acercó a cada uno de nosotros para compartir en todo nuestra suerte porque el amor consiste precisamente en compartir la suerte del ser amado. Su pobreza consiste en su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, al estilo del buen samaritano del Evangelio, para curar nuestras heridas y nuestros males (cfr. Lc 10, 25-37). Dios sigue hoy salvando al hombre y al mundo mediante la pobreza de Cristo, que se sigue haciendo pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en la Iglesia que es un pueblo de pobres. En esta Cuaresma, los cristianos estamos llamados a mirar tantas miserias humanas actuales, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas para aliviarlas a aquellos que las sufren. Distingue el Papa tres tipos de miserias del hombre actual: 1. La miseria material: es aquella que sufren tantas personas a las cuales no se les reconoce su dignidad y viven en condiciones impropias de la persona humana, privados de los derechos fundamentales y carentes de los bienes de primera necesidad. Es lo que llamamos la pobreza y la sufren los pobres de siempre. En estos pobres, la Iglesia y los cristianos debemos ver el rostro de Cristo desfigurado y, como Iglesia y como cristianos, amarles, ayudarles y servirles como lo haríamos con el mismo Cristo con los que Él se identifica. Estos pobres y su situación reclaman de nosotros la lucha por la desaparición de estas condiciones inhumanas de vida y el compromiso en la lucha por la justicia, la igualdad, la sobriedad y la solidaridad. 2. Otro tipo de miseria es la miseria moral, que es la de tantas personas que se han convertido en esclavos del vicio y del pecado, del sexo, el alcohol, las drogas, etc. y han llegado a perder el sentido de la vida, de la esperanza y del futuro. El testimonio de nuestra fe, viviendo nuestra vida desde los valores del Evangelio en esta Cuaresma, es un aliciente para descubrir los valores de Jesús como el Único que puede ayudarles a encontrar sentido a su vida y la esperanza auténtica en un Dios que, a pesar de sus pecados, les quiere con un amor infinitamente misericordioso. 2. El tercer tipo de miseria es la miseria espiritual que golpea al hombre cuando prescinde de Dios y se aleja de Él, es indiferente a Él como alguien a quien no necesita porque se basta a sí mismo. La vivencia auténtica de nuestra fe ha de ser un testimonio que les ayude a descubrir que somos felices porque creemos en Él y vivimos de acuerdo con lo que Él nos pide, y que a través nuestro descubran que no pueden vivir su vida sin Dios estén en la situación que estén. Termina el Papa su Mensaje expresando un deseo: que la cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje central del Evangelio: el amor misericordioso del Padre listo para abrazar a cada persona. La Cuaresma, dice el Papa “es un tiempo adecuado para despojarse”, para privarnos de algo que pueda ayudar y enriquecer a los otros con nuestra pobreza. Que el Espíritu Santo “sostenga nuestros propósitos y fortaleza en nosotros la atención y responsabilidad ante la miseria humana para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia”. Éste es el sentido del ayuno cristiano: sabernos privar de algo para entregárselo a los que más lo necesitan para paliar las necesidades de tantas miserias como percibimos en la vida de los más necesitados tanto materiales, como morales o espirituales. Que cada comunidad cristiana y cada uno de nosotros tengamos a los demás en el centro de mira de nuestra vida cristiana para ayudarles a salir de las distintas miserias; así recorreremos con provecho auténtico el camino cuaresmal.
X Mons. Gerardo Melgar Viciosa
Obispo de Osma-Soria