En breve se cumplirá un año de la dimisión de un Papa y la elección de otro.
Apenas un año, pero así como al morir Juan Pablo II, parte de los allí congregados coreaban lo de “santo súbito”, un acontecimiento que tendrá lugar muy pronto, lo del Papa Francisco va camino de superar todo lo imaginable. Recién nombrado y hasta el día de hoy, dio comienzo una campaña, mal disimulada, de vender el relevo en la llegada del nuevo Papa, como un macroacierto de esta Iglesia de Cristo, y pronto la renuncia de Benedicto, vista como un gesto de humildad, daría paso a la peculiaridad de este carisma. Francisco, un verdadero modernista, como le definió el cardenal Pell, pero sobre todo las tan repetidas “humildad y sencillez” de Francisco, un Papa con perfil de santo, como le bautizaba monseñor Martinez Camino, primer obispo jesuita de España, quién de esta manera oficializaba la salida, en esta carrera, por encontrar el adjetivo más impactante entre los piropos y admiraciones hacía la persona del Papa, cuyo nombre, Francisco, elegido por el propio Bergoglio, apuntaba a la cualidad más excelsa de este gran Santo, “la humildad”.
A partir de este momento y hasta la presente, han sido muchos los Cardenales, Obispos y monseñores, que han hecho cola para salir en algún medio y aprovechar la ocasión, no sólo para decir algo sobre la personalidad del santo Padre, sino para añadir alguna novedad que superara lo ya escrito o escuchado, así su humildad, se caracteriza por su modestia, afabilidad, irradiación, espontaneidad, naturalidad, sencillez, originalidad, novedad, cercanía, proximidad, determinación, decisión, capacidad, innovación, ejemplo, no manipulable, providencial, feliz, familiar y finalmente predestinado (cardenal Maradiaga dixit). Se pueden encontrar más, pero siempre será posible compactarlos en la expresión: “impulsor de la nueva Iglesia Católica y campeón del ecumenismo”.
San Francisco de Asís, “un verdadero pobre de Dios”, que en nuestra era ha sido reconocido hasta por los ecologistas como un hombre de este tiempo, tuvo que esperar al menos dos años (1226 -1228), si acaso le importaba, para llegar a los altares, no sin antes haber sido incomprendido por la curia y desde el comienzo hasta los estigmas, triturado en el sufrimiento.
Ahora la Iglesia, a cuya cabeza se sitúan los Monseñores, Obispos y Cardenales varios, de acuerdo con la dinámica de la vida actual, en que todo se improvisa y se consume en aras de la novedad, ha decidido cuasi entronizar en los altares a un Papa, de nombre Francisco, cuya virtud, que nadie le niega, consiste en aguantar pacientemente tanta adulación y forofísmo, escuchar cada día como sus gestos son exageradamente aplaudidos y sus palabras excesivamente reinterpretadas, y entre mate y mate, como buen argentino, habrá de discernir, como San Ignacio ha enseñado, quiénes en la curia no son corderos, para no acabar como “el poverello” de Benedicto, renunciando a su derecho por las intrigas de unos lobos, capaces de traicionar toda confianza o adularte hasta lo irrisorio.
Lucas 6:26
Ay de vosotros, cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros! porque así hacían sus padres á los falsos profetas.
Pienso que cuando todos te adulan, te aplauden, te son forosfo e incluso no admiten opiniones distintas ( que no por ello descabelladas), a las que dice el santo padre, esque algo va mal……., ya lo dijo el Maestro » si esto hacen con el arbol verde ….» y » el discípulo no correra distinta suerte a la de su Maestro»……yo pienso también que con tanta adulación no le hacemos un favor al obispo de roma, bendiciones