Por Fernando Lacalle Ripoll Benedicto XVI ha señalado en varias ocasiones que la encíclica Veritatis Splendor es uno de los frutos más importantes del papado de San Juan Pablo II. Es también sin duda la Encíclica en la que de modo más claro el Papa afirmó la doctrina católica frente a erradas interpretaciones de la misma dentro de la propia Iglesia y entre los teólogos católicos en particular. Por eso sorprende que el Papa Francisco jamás haya citado ese documento. Esto podría deberse a que su magisterio no se centra en esos debates de teología moral. Pero la realidad es que tanto en sus documentos, como en sus declaraciones, como quizás sobre todo en los textos de los sínodos de la familia, se ha hecho referencia al papel de la conciencia, la visión cristiana de la ley, la relación entre justicia y misericordia, la existencia de excepciones pastorales en la aplicación de normas morales o disciplinares absolutas, etc. Es verdad que el Papa afirma siempre su deseo de fidelidad al magisterio cuando propone pensar con audacia en los cambios y reformulaciones necesarias para hacer de la Iglesia un espejo más claro de la misericordia de Dios. Es verdad que afirma que la misericordia y la justicia -la verdad- van de la mano y no se oponen entre sí (Misericordiae Vultus, 20), e incluso citó en la misa de inauguración del segundo Sínodo un pasaje fundamental de Caritas in Veritate -que sintetiza todo el magisterio de Benedicto XVI-: «Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad» (n. 3). Un nutrido grupo de prestigiosos moralistas -teólogos, filósofos y juristas- de escuelas diversas, ya alertó antes del segundo Sínodo sobre la incompatibilidad del hoy olvidado Instrumentum Laboris con puntos clave de Veritatis Splendor. Las conclusiones del Sínodo han superado buena parte de esas objeciones. Sin embargo, el punto de ambigüedad incluido en los puntos 84-86 ha suscitado interpretaciones -por parte de autorizados cardenales y colaboradores del Papa como Antonio Spadaro, o Blaise Cupich, obispo de Chicago- que una vez más parecen ignorar las enseñanzas de Veritatis Splendor sobre el papel de la conciencia, el carácter absoluto de algunas normas morales, etc. En la reciente entrevista en su viaje de vuelta a México, el Papa ha abordado la cuestión de los anticonceptivos desde una perspectiva proporcionalista (la del mal menor). Esta es una de las teorías que Veritatis Splendor (n. 75) no solo condena, sino que refuta convincentemente. En ese argumento parece seguir la opinión del fallecido Cardenal Martini. En su rueda de prensa posterior, el P. Lombardi repitió ese enfoque dudoso. El documento de los obispos filipinos comentando esas declaraciones incurre también en flagrantes incompatibilidades con la que Benedicto XVI considera una de las tres encíclicas más importantes del papado de Juan Pablo II. Se ve que tanto entre el episcopado alemán, tan bien formado teológicamente -precisamente en las escuelas frente a las cuales se escribió la encíclica sobre la moral cristiana- como en el episcopado de las periferias, la doctrina de Veritatis Splendor no ha sido plenamente asimilada ni aceptada. Y es palmario que en cuanto se relajan las barreras puestas por Juan Pablo II en esta materia, el buenismo pastoral abre vías de agua por las que entran viejos errores prácticos, con el salvoconducto de estar –supuestamente- “en la línea de Francisco”. No pretendo crear una oposición que no existe entre el magisterio del Papa con esa encíclica u otras enseñanzas de los Pontífices anteriores. En concreto no hay en ningún documento oficial del Papa nada que pueda ser interpretado como contrario a Veritatis Splendor. Sin embargo, considero conveniente que la doctrina de esa encíclica sea incorporada explícitamente al magisterio de Francisco, precisamente en este año de la Misericordia, en el que misericordia y justicia están destinadas a besarse, como dice el salmo. Pienso fundamentalmente en su inminente Exhortación post sinodal, donde las confusiones arriba mencionadas deberían quedar anuladas por una exposición renovada, animante y misericordiosa de la verdad de la fe y de la moral. Por eso sugiero humildemente que el Santo Padre y quienes colaboran con él en la elaboración de sus documentos, mensajes pastorales u ocasionales, presten atención a ese texto, que es el gran dique de contención frente a la dictadura del relativismo, causa última de la cultura del descarte (cfr. Laudato Si, 122-123).
El esplendor de la verdad (brilla por su ausencia)
| 03 marzo, 2016
La situación de la formación de la conciencia moral de los católicos es absolutamente alarmante. Para que se pueda juzgar si esta afirmación es correcta, invito a abrir este enlace de una encuesta del Pew Institute sobre la moral en 40 países. http://www.pewglobal.org/2014/04/15/global-morality/