Desmagisterialización y el papel de los cardenales “conservadores”

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Fernando Lacalle Ripoll

 

Una necesaria conversión pastoral

La Iglesia necesita una conversión pastoral muy radical para ser capaz de transmitir al mundo y a sus fieles el mensaje de Jesucristo sobre la familia y el amor humano, y para acompañar y alimentar a los fieles en el camino de la vida bajo esa orientación. Amoris Laetitia constituye un nuevo paso en ese empeño, que no es nuevo, pero en el que no ha habido avances suficientes durante los últimos años, a pesar de las llamadas de los Papas y de la evidente crisis de las relaciones familiares por todo el mundo. Esta conversión exige sacudir las inercias y decantarse entre estrategias contrapuestas, lo cual puede provocar un cierto clima de incertidumbre y tensiones.

Parte de la estrategia es empujar a los agentes pastorales –todos los cristianos, principalmente las familias, pero singularmente también los sacerdotes y los obispos- a acercarse a los casos reales y concretos con la actitud adecuada, sin poner por delante reglas abstractas. No porque estas reglas no sirvan o no sigan vigentes, sino porque la actitud psicológica de aferrarse a ellas pone en peligro el esfuerzo por entrar en verdadero diálogo con cada persona. También por eso insiste Francisco en que no es tarea de la sede apostólica resolver toda controversia, lo cual nos abre ante la tesitura de una Iglesia en permanente esfuerzo de discernimiento y de diálogo.

Las situaciones “irregulares”

Todo lo anterior podría haberse hecho sin mencionar la cuestión del acceso a los sacramentos de personas en situaciones irregulares (es decir, en situación objetiva de pecado públicamente contraria a las enseñanzas de la Iglesia). Pero por deseo del Papa este fue uno de los puntos iniciales del proceso sinodal, aunque después se ha confesado enfadado y entristecido por el protagonismo que ha adquirido. Por otro lado, el hecho es que el Papa ha decidido dedicar un capítulo entero de la Exhortación post-sinodal a este tipo de situaciones y a las actitudes adecuadas para abordarlas, señalando que “interesará a todos”. Además, la Exhortación se publica en el marco de expectativas sobre posibles cambios en la praxis oficial de la Iglesia (abiertas explícitamente por el Papa), en el contexto más amplio de un masivo incumplimiento de esas normas disciplinares, especialmente en las Iglesias del centro de Europa.

La solución que el Papa ha dado a esta tensión está siendo objeto de infinitas discusiones. En mi opinión, el Papa ha decidido dejar la posibilidad abierta de que algunas personas reciban los sacramentos, sin mantener –es más, cuestionando- la condición de vivir como hermano y hermana, establecida por Familiaris Consortio 84. A la vez, no ha cambiado ninguna norma, pero también ha dicho rotundamente –en una entrevista– que sí se han abierto nuevas posibilidades en ese sentido, remitiendo a la interpretación de esos cambios que ha hecho el cardenal Schönborn.

Según el cardenal de Viena, AL supone un desarrollo de la doctrina de Juan Pablo II y Benedicto XVI, y abre la posibilidad de ofrecer los sacramentos sin pedir la condición establecida en Familiaris Consortio 84 (que quienes viven en situación objetiva de adulterio pasen a vivir como hermano y hermana). A la vez, el Papa no establece esto como una norma general, y reconoce que otros pueden preferir una pastoral más rigurosa. Desde luego deja claro que no se trata de rebajar las exigencias del mensaje cristiano, ni de hacer excepciones alegremente, y por tanto se puede decir que la práctica laxa, habitual en muchos lugares, debe ser corregida, si quiere estar en la línea de Amoris Laetitia.

Desmagisterialización de Familiaris Consortio 84

Lo que sucede por tanto es lo que podemos llamar una desmagisterialización de la condición establecida por Familiaris Consortio para ofrecer los sacramentos a quienes conviven fuera del matrimonio. Lo que era cosa juzgada según la interpretación “conservadora”, hoy ya no lo es: AL dice en su nota 329 que esta era una “posibilidad ofrecida por la Iglesia de vivir como hermano y hermana”, que sin embargo podría poner en peligro el bien de la nueva prole, y en cualquier caso no aparece exigida en la nota 351 para acceder a los sacramentos. Después de AL, la norma de FC 84 es materia de discusión teológica, y de discernimiento en cada caso.

Siguiendo lo que dice Schönborn, esta desmagisterialización responde a un desarrollo de la doctrina, no a una ruptura. Pero por tanto, tampoco es un cambio puramente pastoral. Desde luego, no se da un cambio explícito de la norma vigente, sino solo de su interpretación por la cabeza de la Iglesia. En cierto sentido vienen a decir que la norma disciplinar vigente no se sigue necesariamente de la doctrina (sobre el matrimonio, la moral, los sacramentos) en todos los casos: que siempre ha habido casos no abarcados por ella. Schönborn insinuó en su presentación que FC 84 dejaba sin resolver los casos más dudosos y que de hecho no se aplicaba en los casos en los que hubiera certidumbre subjetiva sobre la inexistencia del matrimonio anterior. Es decir, según AL: FC 84 nunca dijo lo que los conservadores (y las oficinas de la curia) vienen diciendo que dice, porque no podía decirlo.

Pero, ¿puede AL afirmar eso sin contradecir el magisterio precedente? Hay una dificultad evidente: Familiaris Consortio establece una conexión explícita y absoluta entre su norma disciplinar y el fundamento doctrinal. Pero AL niega que la haya, o más exactamente, para evitar la contradicción entre los dos textos, AL niega que hubiera habido esa conexión necesaria. ¿Será posible que el magisterio de este mismo Papa u otro posterior afirme categóricamente la norma de FC 84 para romper toda ambigüedad? Pienso que sí. De ese modo el problema de la contradicción entre dos textos del magisterio pontificio quedaría enterrado (que no resuelto).

El papel decisivo de los cardenales conservadores

La continuidad del magisterio entre FC 84 y AL –continuidad creativa en cualquier caso: hay cambios- vendría consolidada solamente por la aceptación moralmente unánime y pacífica del episcopado mundial, de modo que el Papa no se viera obligado a aclararla. En este proceso de consolidación resulta decisiva la opinión de los cardenales que durante el sínodo han defendido la disciplina anterior y su conexión necesaria con la doctrina. Esos que en una entrevista el propio Papa –no sin ironía- denominó “cardenales conservadores”. De momento no han expresado sus opiniones en público, lo cual me hace pensar que las están expresando en privado al Santo Padre, y con la mayor de las cautelas para evitar que vuelva a suceder lo de la filtración de su carta al comienzo del segundo sínodo de la familia.

Estos santos varones tienen cuatro opciones, a mi juicio:

  1. a) Desmagisterializar AL, como ha hecho el cardenal Burke, o al menos el capítulo VIII. Los intérpretes oficiales niegan esta posibilidad, pero es verdad que el lenguaje utilizado en ningún momento es terminante, sino que se expresa en forma de opiniones, sugerencias, etc. Pero claro, son las sugerencias del Papa, no las de Jorge Bergoglio. ¿Y no es eso magisterio ordinario? En cualquier caso, la desmagisterialización de FC 84 es lógicamente un acto de magisterio.
  2. b) Negar que haya habido cambios. Esto parece insostenible después de la explicación del Papa. Pero quizá se pueda seguir diciendo que no hay cambios doctrinales. Pero entonces estamos ante una contradicción de las instrucciones pastorales del Papa con la doctrina (aunque no se imponen positivamente, pero se ridiculiza a quien las sostiene como si respondieran a una actitud rigorista y no simplemente a la fidelidad a la doctrina). Lo cual es un problema no menor. Sobre todo si se convierte en una norma general –como todo el capítulo VIII parece sugerir-, según la cual no hay normas absolutamente válidas.
  3. c) Asentir pacíficamente a AL. Los conservadores podrían seguir aplicando las normas como hasta ahora. Pero con una doble gran diferencia: 1) lo harían sin el apoyo explícito de la sede de Pedro, es más con un cierto rintintín, y ciertamente con la animosidad de su entorno. Por otro lado no queda claro si esa libertad la mantendría un sacerdote contra el criterio de su obispo, o un obispo contra su Conferencia Episcopal. 2) La opinión de que FC 84 se trata de una norma del magisterio y no solo de una conclusión privada sería aceptada como errónea, aunque pudieran decir que es lo más coherente con el resto del magisterio. Por tanto, deberían aceptar públicamente que estaban en el error, y que era posible este cambio pastoral sin violentar la doctrina. Si no lo hacen, la honradez exige optar por la siguiente opción:
  4. d) Expresar explícitamente su juicio de que AL yerra en puntos que afectan a la doctrina de la Iglesia y/o a sus implicaciones pastorales–por los medios y en el momento más oportunos-, para lograr alguna de estas opciones: 1) una aclaración oficial que apoye la interpretación de Burke y reduzca AL a una reflexión del Papa para inspirar la conversión pastoral de las iglesias particulares (aún así quedaría pendiente la llamada a las iglesias heteroprácticas para que siguieran la disciplina de los sacramentos, en la que esto de los divorciados es solo punta del iceberg); 2) una corrección del texto o una interpretación oficial por parte o en nombre del Papa, que sean explícitamente compatibles con la conexión necesaria entre doctrina y norma disciplinar de FC 84 y con las enseñanzas de la moral tradicional de la Iglesia, reformuladas brillante y solemnemente en Veritatis Splendor.

Una perplejidad llena de esperanza

En caso de que el Papa Francisco no aceptara ninguna de las anteriores, siempre podrían rezar y trabajar para que su sucesor sí lo hiciera, y buscar el modo en que en la Iglesia se permitiera enseñar pacíficamente la doctrina tradicional. Pero, ¿deberían seguir colaborando directamente en el gobierno de la Iglesia con el Santo Padre, desde donde tienen sin duda más influencia pero a la vez menos libertad para disentir?

En cualquier caso la opción d) nos lleva a una situación muy desconcertante. Parecida a la que perciben los lefevrianos. Por eso es muy sintomático que los acercamientos con este grupo tradicionalista hayan sido a la vez que Amoris Laetitia. Apuntan al deseo de mantener dentro de la Iglesia a quienes disienten en estas materias. Pero está por ver cómo se articula una convivencia semejante –jurídica y pastoralmente- si lo que se trata de integrar no es solamente un pequeño grupo bastante homogéneo, sino personas y grupos que se verían interiormente exiliados de sus comunidades cristianas, familiares, parroquiales, diocesanas, etc. Algo nunca visto desde la crisis arriana. (Aunque en realidad viene sucediendo para quienes no tenían problema en no obedecer al Papa, especialmente en las iglesias de Europa central, que ahora reciben un espaldarazo romano).

Hay gente que se regodea en las perplejidades, y busca las interpretaciones más complejas y dramáticas, como una especie de necesidad psicológica. Es una actitud equivocada, enfermiza y –sin juicios morales particulares- fruto de la soberbia. Decía Santo Tomás de Aquino que la claridad es el estado natural de la inteligencia, no la duda. Pero como dice un amigo, es mejor la perplejidad que la simpleza o que el autoengaño.

Eso sí: una perplejidad humilde y llena de esperanza.

Comentarios
4 comentarios en “Desmagisterialización y el papel de los cardenales “conservadores”
  1. Sancho, si lo que propone es cambiar la doctrina de la Iglesia y fundar otra inspirada en algunas enseñanzas de Jesucristo, es usted muy libre de hacerlo. ¿Cómo piensa llamarla?

  2. Jesús dijo: «Yo quiero misericordia y no sacrificios» (Mt 9, 13; 12, 7). Teniendo esto en cuenta, propongo una reflexión que creo puede ser esclarecedora en esta controversia:

    Hay millones de divorciados católicos, muchos de los cuales se han vuelto a casar por lo civil. ¿Es razonable que, cuando algunos de ellos desean reconciliarse con Dios, la Iglesia no reconozca sus nuevos matrimonios, y les exija, si no disolverlos, al menos vivir en castidad? Porque, aunque está claro que han pecado, también lo está que han contraído un compromiso mutuo, y que ahora son una sola carne, pues hasta quien se une a una prostituta se hace un solo cuerpo con ella (1 Cor 6, 16).

    Hay otro asunto en el que todos sabemos que están implicados la mayoría de los matrimonios fértiles: el uso de métodos anticonceptivos. ¿Es razonable que la Iglesia los ponga en el dilema de abstenerse de relaciones sexuales o tener más hijos de los que desean o pueden criar? Porque está claro que eso puede poner en peligro su matrimonio y su fe; además, no hay que olvidar que Dios ama al que da con alegría, no de mala gana o por la fuerza (2 Cor 9, 7).

  3. http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=26522

    Excelente estudio de infocatolica
    Es la confirmacion de porque los absolutos no deben romperse por los hombres..AL lo hace en contra de la conversion.

    precisamente Veritatis Splendor refuerza los absolutos y Familiaris Consortio..

    Alertade que no debemos adelantarnos a la misericordia de Dios administrando sacramentos.

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